Columna

Presten ustedes atención

CON ELLA, el grito alcanzó categoría olímpica. Ahora mismo está aullando, y eso que faltan 24 horas para que consiga el oro, pues la imagen corresponde a la semifinal del torneo olímpico de bádminton, donde batió a una tal Xuerui Li, que en tiempos de Mao habría sido fusilada al volver a su país y quizá ahora también. En China se ejecuta tanto que resulta imposible llevar la contabilidad. ¿Pero quién se acuerda de ella, de Xuerui Li, excepto aquellos a quienes se les haya vendido sus riñones? A lo que íbamos es que estaba uno pasando con pereza agosteña las páginas del periódico correspondient...

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CON ELLA, el grito alcanzó categoría olímpica. Ahora mismo está aullando, y eso que faltan 24 horas para que consiga el oro, pues la imagen corresponde a la semifinal del torneo olímpico de bádminton, donde batió a una tal Xuerui Li, que en tiempos de Mao habría sido fusilada al volver a su país y quizá ahora también. En China se ejecuta tanto que resulta imposible llevar la contabilidad. ¿Pero quién se acuerda de ella, de Xuerui Li, excepto aquellos a quienes se les haya vendido sus riñones? A lo que íbamos es que estaba uno pasando con pereza agosteña las páginas del periódico correspondientes a los Juegos Olímpicos de Brasil, que no nos daban tregua, cuando tropecé con esta imagen estremecedora, más estremecedora después de leer el titular de la noticia, que decía así: “El grito de Carolina Marín intimida al imperio chino”. Pero si atravesando el titular te aventurabas en los penetrales de la crónica, averiguabas que el garlido de Carolina Marín se parecía al del arrendajo, un pájaro del que nunca habías oído hablar, de la familia, al parecer, del cuervo.

El grito de Carolina Marín durante la semifinal de badminton contra la china Li Xuerui, en los Juegos de Río 2016.

Con todo, lo más curioso del asunto es que su grito, aunque no se oiga, esté ahí, en la fotografía, como está en el famoso cuadro mudo de Munch, o al modo en que, al contemplar la cabeza de un gato asomando por detrás de un árbol, suponemos el resto de su cuerpo. ¿Más ejemplos? El de la taquillera de cine que no existiría de cintura hacia abajo de no ser por nuestra capacidad para deducir la totalidad a partir de un fragmento. He aquí el fragmento. Presten ustedes atención y escucharán el grito de Carolina Marín.

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