Juan y Pepe Habichuela, la genética del flamenco

Juan Habichuela y su tío abuelo Pepe Habichuela nunca se habían juntado a tocar. En la imagen, sobre el tablao de Casa Patas (Madrid).

EL PATRIARCA Juan Habichuela ha muerto. Les abandonó el 30 de junio. Era un dios de la guitarra. Quizá el mejor acompañando una voz. Juan es su nieto. Habichuela como él. Y granadino. Amamantado en las cuevas del Sacromonte, 27 años.

–Haz un fraseo y yo te acompaño, tío, dice el joven con respeto.

Asiente su tío Pepe. Nacido en 1944. También Habichuela. Hermano menor del difunto. Y ya patriarca del clan. De nombre José Antonio Carmona Carmona, el cabeza de una familia cuya...

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EL PATRIARCA Juan Habichuela ha muerto. Les abandonó el 30 de junio. Era un dios de la guitarra. Quizá el mejor acompañando una voz. Juan es su nieto. Habichuela como él. Y granadino. Amamantado en las cuevas del Sacromonte, 27 años.

–Haz un fraseo y yo te acompaño, tío, dice el joven con respeto.

Asiente su tío Pepe. Nacido en 1944. También Habichuela. Hermano menor del difunto. Y ya patriarca del clan. De nombre José Antonio Carmona Carmona, el cabeza de una familia cuyas raíces flamencas se remontan al siglo XIX. En ella convive el pop de Ketama (es padre y tío de sus componentes) con el toque puro; y cuentan hasta ocho guitarristas en activo.

Juan y su tío Pepe nunca habían entrelazado sus instrumentos. Una voluta de humo cruza el escenario. Fuman. Se miran. Ahí van. Uno habla y el otro responde. Cierran los ojos. Serpentean sus dedos. Y algo familiar, casi genético, envuelve la sala. Suenan críos descamisados correteando en el Albaicín, y un féretro breve y lacado que acarrean sobre sus hombros. Suena el paso del tiempo, Granada y sus generaciones, y suena el nieto curtiéndose estos días junto a José Enrique, cantaor, el hijo pequeño de la familia Morente; igual que el abuelo y también el tío acompañaron en el siglo XX el chorro creativo de Enrique, su padre.

Al descender del tablao, los Habichuela guardan la guitarra en el estuche. Hay fotos en blanco y negro de familiares colgadas en las paredes. Las observan como el que se mira en un espejo. El joven Habichuela abraza al patriarca. El reloj sigue su curso.

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