“Ayudo a mi hermano, juez de la Audiencia Nacional, haciéndole los deberes”

FOTO AGNETE SCHLICHTKRULL / VÍDEO DE IED DESIGN MADRID EN EL CICLO DESIGN TALKS

Marilia lleva toda la vida cuidando de su hermano pequeño. Lo defendía en las peleas del colegio, elegía la ropa que debía vestir y le ayudaba preparando los exámenes. Con el paso de los años, la dinámica sigue siendo la misma. Ahora, ese hermano pequeño ya es juez de la Audiencia Nacional y Marilia sigue haciéndole los deberes.

Dice sin pudor que su hermano no es muy listo. Es lerdo pero tiene un gran corazón. Llora como un bebé con las películas románticas, siempre que logra seguir el argumento. Es buena persona y este es el primer requisito para impartir justicia com...

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Marilia lleva toda la vida cuidando de su hermano pequeño. Lo defendía en las peleas del colegio, elegía la ropa que debía vestir y le ayudaba preparando los exámenes. Con el paso de los años, la dinámica sigue siendo la misma. Ahora, ese hermano pequeño ya es juez de la Audiencia Nacional y Marilia sigue haciéndole los deberes.

Dice sin pudor que su hermano no es muy listo. Es lerdo pero tiene un gran corazón. Llora como un bebé con las películas románticas, siempre que logra seguir el argumento. Es buena persona y este es el primer requisito para impartir justicia como es debido.

Pero no el único. Con sus carencias intelectuales, ¿cómo es posible que haya llegado a ser juez de la Audiencia Nacional? Con el amor y el apoyo incondicional de la familia uno puede llegar donde se proponga.

La frase suena bien para una taza de desayuno, pero la carrera judicial no es el colegio. ¿Me lo dice o me lo cuenta? He tenido que estudiar Derecho y prepararme unas oposiciones para poder echarle un cable a mi hermano.

“Echar un cable”. Puede que la expresión se quede un poco corta. El que se queda corto es mi hermanito, el pobre. Pero para eso me tiene a mí. Cada ­tarde, cuando llega del juzgado, repasamos todos los informes y los casos mientras él merienda y ve los dibujos. Le digo por dónde tiene que tirar. Se lo escribo todo en un papel, con la letra bien grande.

Ejerce, pues, de jueza en la sombra. Él pone la cara. Fue a él a quien se le antojó lo de ser juez porque le hacía gracia el rollo ese de dar con el martillito y pedir a la gente que se calle. A mí ser jueza no me interesa un pimiento. Es muy duro. Pero mire, es mi hermano. Y a la familia hay que apoyarla. ¿Lo hemos sobreprotegido? Sí, no se lo niego. Pero ahora es demasiado tarde para cambiar eso.

¿No cree que esta situación es una estafa a los ciudadanos que confían en la capacidad profesional y en la independencia de los jueces? No le negaré que Josele muy independiente no es. Pero la parte buena es que es tan tonto que no resulta fácil de manipular. Es imparcial de puro gañán, el pobrecito. Y de cara a los españoles, le aseguro que el resultado es el mismo.

Menos cuando se puso a llorar delante de un acusado. Se dejó la maletita en casa y no se dio cuenta hasta la vista previa. Se puso nervioso y, cuando no sabe qué hacer, rompe a llorar. Pero vaya usted a saber por qué, la sala aplaudió a rabiar y apreció el gesto de debilidad. Mostrar su lado humano reforzó el concepto que se tenía de él.

¿Qué opinan los otros jueces de su ­hermano? ¿Lo han calado ya? Siguen pensando que es reservado e introvertido. En casa le hemos enseñado a no abrir la boca cuando no sea imprescindible. Se sabe de memoria algunas frases importantes, como “el caso está sobreseído” u “orden en la sala”. Es corto pero tiene memoria.

¿Ha instruido casos especialmente mediáticos? Sí, porque le caen a él casi todos los casos de corrupción. De trabajo andamos sobrados en casa.

En cualquier caso, su hermano es un ejemplo esperanzador para los españoles que son como él. Sí, aunque seas como él, en España puedes llegar lejísimos.

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