El ‘revival’ del mueble bar

Las bodegas se afanan en rejuvenecer su clientela modernizando las botellas de sus bebidas más clásicas

Nadie está dispuesto a servirse un trago de la misma botella que bebía su abuelo. El mueble bar, ese lugar secreto lleno de espejos y cosas prohibidas, funciona como un imán para los niños, pero en cuanto la criatura tiene edad para consumir bebidas alcohólicas busca nuevas marcas con las que identificarse. Las bodegas que producen espirituosos tan castizos como Ponche Caballero, Licor 43 o la ginebra Larios han decidido cambiar la imagen de sus productos en busca de nuevos consumidores. El revivalde las bebidas ha llegado hasta a la mismísima botella de Tío Pepe, uno de los iconos de...

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Nadie está dispuesto a servirse un trago de la misma botella que bebía su abuelo. El mueble bar, ese lugar secreto lleno de espejos y cosas prohibidas, funciona como un imán para los niños, pero en cuanto la criatura tiene edad para consumir bebidas alcohólicas busca nuevas marcas con las que identificarse. Las bodegas que producen espirituosos tan castizos como Ponche Caballero, Licor 43 o la ginebra Larios han decidido cambiar la imagen de sus productos en busca de nuevos consumidores. El revivalde las bebidas ha llegado hasta a la mismísima botella de Tío Pepe, uno de los iconos de la España del siglo XX, que por primera vez desde su nacimiento, en 1844, cambió el típico vidrio negro que usan casi todos los bodegueros para los finos por un cristal transparente.

Larios ha creado su ginebra Rosé más dulce para gustar al público femenino

El objetivo es siempre el mismo: conquistar a un público más joven con un producto atractivo. No hace falta renovar el contenido que, según los enólogos y expertos en marketing de estas bodegas, es la fórmula correcta en cada caso; pero sí el envoltorio. “Cuestión de imagen”, afirma Eugeni Brotons, director de marketing global de las Bodegas González Byass de Jerez. Y esta casa, fundada en 1835, sabe mucho del tema ya que su fino Tío Pepe se hizo internacionalmente conocido gracias a la campaña que realizó el dibujante Luis Pérez Solero en 1935. “Humanizó el fino vistiéndolo con una chaquetilla, un sombrero cordobés y una guitarra e inventó el eslogan ‘Sol de Andalucía embotellado”, comenta Brotons, quien explica que cambiar el color negro de la botella por un verde esmeralda fue una decisión crucial. “Al principio, hubo muchas reticencias porque el fino, tanto el Tío Pepe como el de otras marcas, siempre se ha embotellado en vidrio negro; pero esa presentación lo asocia a los licores más que al mundo del vino. Con la botella transparente, que no alterna el contenido, el fino se hace más apetecible, más luminoso y lo acerca al consumidor”, explica sobre este producto presente en 105 países.

“Es una verdadera joya enológica que triunfa en todo el mundo. En Japón lo adoran, tanto que han creado muchas escuelas de venenciadores y en Gran Bretaña están surgiendo los sherry bar’s. Son como pequeños tabancos —tabernas en las que se vendía el vino a granel a precios económicos— en los que el fino se puede tomar acompañado por una tapa, algo que hace que los más jóvenes se adentren en el mundo del jerez”, añade.

Licor 43, bebida imprescindible en los clubes españoles de los setenta y ochenta que debe su nombre a sus 43 ingredientes, se ha apuntado también al revival y este año ha cambiado su presentación para parecerse a bebidas más demandadas como las ginebras o los rones.

Botella de Ponche Caballero de 1943.

“La bodega Zamora surgió en 1945 para elaborar este licor que, al principio, tenía un público joven y principalmente femenino. Desde entonces, la marca se ha ido adaptando a los tiempos. Se tomaba con hielo picado, el famoso Pilé 43 en los años setenta, o en combinados”, afirma Gemma Porras, responsable de relaciones públicas del Grupo Zamora.

La nueva apuesta de la casa es Ginger 43, un cóctel elaborado con Licor 43, ginger ale y zumo de lima. Aunque sus consumidores, repartidos por 80 países, la adaptan a los gustos locales. En México, donde es una bebida premium, lo toman con café; mientras que en Alemania, con leche.

Ponche Caballero, con nada menos que 185 años de historia, también quiere pasar página y dejar de ser una bebida masculina, esa que tomaban muchos camioneros para entonarse cuando no existían los controles de alcoholemia, para transformarse en alma de combinados y triunfar en el mundo de la noche. Desde que en 1830 el gallego José Cabaleiro se instaló en Chipiona (Cádiz) y empezó a mezclar ponche con queimada —que pronto sustituyó por brandy de Jerez— la fórmula ha permanecido casi inalterable. “Hace cinco años se rebajó la gradación alcohólica, pero los sabores y los aromas siguen siendo los mismos, porque se mantiene la base de brandy de Jerez”, ilustra Manuel Lozano, enólogo de Bodegas Caballero y Bodegas Lustau.

Botella de Ponche Caballero de 2015.

“Cambiamos el diseño botella en octubre porque queremos llegar a un público más joven, en combinaciones largas. Por ejemplo, va muy bien mezclado con refrescos de naranja o solo con hielo. Es una bebida que se adapta a cualquier hora del día”, argumenta Lozano, quien ostenta el título de mejor enólogo de vinos generosos del mundo por siete años consecutivos, desde 2009, en el International Wine Challenge de Londres.

Lo vintage funciona con ropa, muebles, objetos e, incluso, coches; pero cuando se trata de bebidas, al público le gusta identificarse con nuevos formatos, algo que también ha hecho el grupo Larios con Larios Rosé, su última creación. Es una ginebra madurada con fresas y más dulce que la clásica, que mezcla bien tanto con tónica como con ginger ale. “La botella de Larios ha experimentado 10 cambios desde que, en 1916, el tercer marqués de Larios compró la destilería malagueña Jiménez & Lamothe. Larios Dry se convirtió en la ginebra más vendida en España y en los ochenta, la más consumida en Europa”, cuenta Sara Tegido, directora de marketing de Maxxium, distribuidora de Larios. En su búsqueda de nuevos nichos de mercado, la bodega no solo ha actualizado la botella, sino que ha lanzado nuevos productos como el Larios 12 o el Rosé.

El fino Tío Pepe cambió su típico vídrio negro por uno transparente

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