Pecados rentables

El deporte de élite se debe a la publicidad y un deportista que no pueda vender valores positivos es veneno para el negocio

De izquierda a derecha, Valentino Rossi, Jorge Lorenzo, Marc Márquez y Dani Pedrosa, en una imagen de 2014.Fadi Al-Assaad (Reuters)

“Cuando ha hablado, ha sido muy estúpido. Y para mentir”.

Las palabras del piloto de MotoGP Valentino Rossi contra su colega Jorge Lorenzo –y de paso contra Marc Márquez y Dani Pedrosa– culminaban una larga guerra que incluyó acosos en la pista, patada...

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“Cuando ha hablado, ha sido muy estúpido. Y para mentir”.

Las palabras del piloto de MotoGP Valentino Rossi contra su colega Jorge Lorenzo –y de paso contra Marc Márquez y Dani Pedrosa– culminaban una larga guerra que incluyó acosos en la pista, patadas y acusaciones de amaño.

El espectáculo resultó bastante antideportivo por ambas partes. Pero con el Mundial en juego, el público prefirió tomar partido. Las redes sociales ardieron en España e Italia. Mariano Rajoy defendió a Márquez vía Twitter. El primer ministro italiano, Matteo Renzi, telefoneó a Rossi para expresarle su apoyo. La carrera final del Mundial, el Gran Premio de la Comunitat Valenciana, fue declarada de alto riesgo por la Comisión Antiviolencia, una medida excepcional nunca vista en el Mundial de motociclismo. Mil quinientos agentes del orden fueron enviados al evento, incluyendo la tripulación de cuatro helicópteros, expertos en desactivación de explosivos y un escuadrón de caballería.

En cierto modo, todos ganaron: la final del Mundial de motociclismo adquirió un dramatismo inesperado y concitó una atención mucho mayor de la prevista. Pasadas las luchas y los sustos, quedaron los beneficios publicitarios.

Pero la pelea Rossi vs. Lorenzo es un caso raro de premio al mal comportamiento. Lo normal es lo contrario. En esos mismos días, el artillero del Real Madrid Karim Benzema pasó una noche en comisaría, de la que salió en libertad con cargos. Benzema, que el año pasado compareció por prostitución de menores, es ahora sospechoso de colaborar en una extorsión con vídeos sexuales. A él sí, el Real Madrid decidió dejarlo sin jugar hasta que se calmasen las aguas un poco.

El mal ejemplo de sus ídolos es pernicioso para los niños, que los admiran e imitan. Pero sobre todo es peligroso para los anunciantes. Cuando se descubrió que el golfista Tiger Woods era un infiel compulsivo, grandes compañías como AT&T, Gatorade o Gillette le retiraron el patrocinio. Y el día que Michael Phelps apareció en las portadas de la prensa fumando marihuana en un bong perdió el auspicio de la marca de cereales Kellogg’s.

Los principales ingresos de los clubes de fútbol son los derechos de televisión. El traje de un motociclista tiene vendido cada milímetro cuadrado. El reloj que usa un tenista está contratado. El deporte de élite se debe a la publicidad. Y la publicidad busca la identificación del espectador. Un deportista que no pueda vender valores positivos es veneno para el negocio.

Sin embargo, las peleas y escándalos de nuestros ídolos deportivos son buena publicidad para otros. Los presidentes de España e Italia querían exaltar las pasiones de sus votantes, y les resultaba más conveniente echar leña al fuego de la MotoGP que calmar o ignorar la situación. En su momento, la prostituta que atestiguó contra Benzema, Zahia Dehar, contrató a un asesor de imagen para gestionar la situación y terminó convertida en it girl apadrinada por Karl Lagerfeld. La industria necesita pintar a los deportistas como ángeles. Pero siempre hay alguien que puede cobrar por sus pecados.

elpaissemanal@elpais.es

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