‘Angry Birds’

Platón tuvo razón cuando, proféticamente, definió al hombre como bípedo implume

Platón tuvo razón cuando definió al hombre como bípedo implume. Pero no sabía, cuando lo dijo, que estaba profiriendo una horrorosa profecía. ¿Se ha visto a un niño jugando videojuegos? Bípedo implume: los ojos como los de los pollitos, fijos, fríos y distantes; la boca semiabierta y un fino hilo de baba, tal vez, colgando de una comisura. Es una imagen terrorífica. ¿Se ha visto a un adulto dedeando su telefonino? No hace falta redundar.

El otro día, en mi trayecto e...

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Platón tuvo razón cuando definió al hombre como bípedo implume. Pero no sabía, cuando lo dijo, que estaba profiriendo una horrorosa profecía. ¿Se ha visto a un niño jugando videojuegos? Bípedo implume: los ojos como los de los pollitos, fijos, fríos y distantes; la boca semiabierta y un fino hilo de baba, tal vez, colgando de una comisura. Es una imagen terrorífica. ¿Se ha visto a un adulto dedeando su telefonino? No hace falta redundar.

El otro día, en mi trayecto en metro, conté a catorce encorbatados en el vagón –todos de apariencia perfectamente respetable y diríase normal– dándole duro al Candy Crush, al Frozen Bubble o al Angry Birds. Yo creo, juzgando por sus miradas a la vez afanosas y vacías, que era Angry Birds a lo que jugaban. ¿No decía también Platón que el hombre es el animal mimético por excelencia, que su peculiaridad consiste en imitar lo que tiene delante? En su malhumorada impaciencia, en la curvatura gacha de sus cuellos, sus cabezas casi clavadas de pico en el piso, las personas que viajan en los vagones de metro se parecen mucho hoy en día a gallinas encabronadas cazando lombrices en un corral. Pensaba: ¿será que mi doctor juega esos juegos de camino al consultorio, será que los juega mi abogado, mi editor, la profesora de mi hija, los senadores y diputados, las enfermeras; será que mi vida está en manos de esos hombres y mujeres que poco les queda para terminar de cumplir la profecía platónica?

No le tengo mala fe a las gallinas ni a sus descendientes. Pero una vez una sabia bruja boliviana, vendedora de pollo en El Alto, nos dijo, cuando le preguntamos si sus pollos estaban sabrosos:

–No los he probado.

–¿Cómo así? –preguntamos.

–Los pollos son animales tontos y de mala suerte, señor, señora.

–¿Por qué? –le preguntamos.

–Porque caminan pa’trás.

 elpaissemanal@elpais.es

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