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Algodón: motor del desarrollo

Un grupo de mujeres indígenas en Guatemala impulsan la economía de su comunidad utilizando técnicas ancestrales mayas de tejido

San Juan de la Laguna (en la zona volcánica del lago Atitlán) es uno de los 19 municipios que pertenecen al departamento de Sololá, al sur de Guatemala. Su población pertenece a la Etnia Maya Tz’utujil. A pesar de estar emplazado cerca de uno de los destinos más turísticos del país, el pueblo a penas ha visto amenazadas su identidad y sus costumbres; casi la totalidad de sus habitantes son indígenas Tz’utujiles. Una de las tradiciones más arraigadas es el tejido, motor económico de la comunidad que reúne a varias asociaciones de mujeres en un país donde las indígenas tienen muchas dificultades para realizarse, ser independientes y constituir un pilar fundamental en la economía familiar.SERGIO CRUZ
La historia de la Cooperativa de Mujeres Tejedoras con tinte natural Lema comienza hace apenas 15 años, momento en el que un grupo de mujeres decide unirse con el propósito de crear empleo en vistas del auge turístico que estaba experimentando la zona del lago Atitlán. Hasta ese momento cada una trabajaba el textil por su propia cuenta y apenas llegaba para cubrir los ingresos familiares. Pero aún más importante que la decisión de impulsar un proyecto compartido, fue el interés de revalorizar y conservar las técnicas ancestrales mayas de teñido y tejido del hilo de algodón.SERGIO CRUZ
Elaborar una madeja de hilo es un proceso muy laborioso y muchas veces poco reconocido. La técnica, la paciencia y el amor por el trabajo que se realiza son la base. En primer lugar, se corta la flor de algodón del árbol, se almacena y se procede a sacar la semilla. El proceso es muy delicado y puede tardar varios días. En la cooperativa esta tarea la suelen realizar los hombres. Luego se unen los pétalos de cada flor de algodón, mediante ligeros golpes. Más tarde se suaviza con horquillas de madera y se hila el algodón en el malacate, una técnica que ya se utilizaba antes de la llegada de los españoles en la zona sur de México y Centroamérica.SERGIO CRUZ
Una vez hechas las madejas de hilo, el siguiente paso es darles color. En la cooperativa se continúa la tradición con el uso de sustancias naturales para la producción de tintes de colores. El proceso comienza con la recolección de los ingredientes que darán las tonalidades requeridas. Entre ellos se encuentran la planta conocida como chilca, con la que se produce el color amarillo; la semilla de achiote que da un tono anaranjado o rojo; la remolacha para obtener el color morado, la flor de Jamaica para el rosa y diversas cortezas de árboles (aguacate, encino) para obtener el marrón o el azul. En la foto, vemos como se muele la semilla de achiote en el metate, mortero de piedra de origen prehispánico.SERGIO CRUZ
Cuando ya se han obtenido los ingredientes necesarios se hierve cada uno en una olla diferente y se espera a que desprendan el color. Más tarde, se cuela el agua y se lleva de nuevo a ebullición. Es en ese momento cuando se introducen las madejas de hilo y se cuecen de 15 a 20 minutos. Después de sacan, se escurren y se lavan con agua para quitar el excedente de color. Por último, se dejan secar tendidas en una cuerda durante uno o varios días.SERGIO CRUZ
Cuando las madejas se secan, se preparan aquellas que se necesitan para urdir y las que se van a guardar se enrollan en ovillos. Las mujeres tejen en el telar de cintura, entrelazando los hilos de urdimbre con los hilos de trama para formar una lamina resistente, de colores muy vivos. De ahí se obtiene el famoso corte guatemalteco, la tela multicolor que ha vestido a numerosas generaciones de mujeres Tz’utujiles.SERGIO CRUZ
El tejido de un huipil o un corte desde que se recolecta la flor de algodón hasta que el producto se encuentra en la tienda suele llevar algunas semanas. Después de conocer el proceso uno debe pensar dos veces si debe regatear con el vendedor o vendedora cuando le pide una cantidad. Al tratar de negociar es posible que nos rebajen el precio, pero estaremos pormenorizando y desprestigiando este trabajo artesanal.SERGIO CRUZ
Si uno camina por las calles de San Juan o cualquiera de los pueblos que rodean el lago Atitlán podrá ver multitud de pequeños puestos de venta de telares, faldas, bolsos o huipiles tejidos con la cultura y tradiciones de los pueblos mayas. Pero su proyección no solo se queda a las faldas de los volcanes. Los productos de la Cooperativa de Mujeres de San Juan se venden a nivel nacional e internacional. Las mujeres de este pequeño pueblo son un ejemplo para toda la comunidad, puesto que han conseguido equilibrar el respeto hacia las tradiciones y su cultura a pesar del crecimiento turístico de la zona del lago Atitlán, trabajando además con el respeto al medio ambiente y asegurando un futuro próspero para sus hijos e hijas en un país en el que el derecho a la educación en muchas ocasiones es un privilegio al que no todos pueden acceder.SERGIO CRUZ