LA PUNTA DE LA LENGUA

La feria del 'smartphone'

Al genio del idioma le gusta seguir un cierto rito ante las innovaciones técnicas

Algunas palabras que hoy nos parecen imprescindibles se convertirán pronto en inútiles. Incluso le puede pasar a smartphone.

Al genio del idioma le gusta seguir un cierto rito ante las innovaciones técnicas: 1. Existe un aparato de uso común con su nombre tradicional. 2. Aparece una innovación que, siendo en esencia lo mismo, posee ventajas adicionales y se llama de otra forma. 3. El viejo aparato queda obsoleto, superado por la nueva tecnología. 4. El aparato nuevo domina el mercado, pero su neologismo no se c...

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Algunas palabras que hoy nos parecen imprescindibles se convertirán pronto en inútiles. Incluso le puede pasar a smartphone.

Al genio del idioma le gusta seguir un cierto rito ante las innovaciones técnicas: 1. Existe un aparato de uso común con su nombre tradicional. 2. Aparece una innovación que, siendo en esencia lo mismo, posee ventajas adicionales y se llama de otra forma. 3. El viejo aparato queda obsoleto, superado por la nueva tecnología. 4. El aparato nuevo domina el mercado, pero su neologismo no se consolida con él, sino que la vieja palabra, la del aparato tradicional, regresa vigorosa y recupera su lugar.

Los discos cuya música se oía gracias al gramófono (y luego al tocadiscos) se fabricaron con pizarra, y después con vinilo. Más tarde llegaron las cassettes, que ofrecían la ventaja de acompañarnos en el coche y que servían ya como incipiente camino hacia el pirateo. Su extendido uso castellanizó la grafía (“casete”), y el término resultó útil mientras esas carcasas necesitaron diferenciarse del engorroso soporte anterior para magnetófono: aquella “cinta” o “cinta abierta” redonda que no alcanzó un uso masivo como soporte musical aunque resultó muy útil para el aprendizaje de idiomas. Pero cuando las cintas abiertas desaparecieron de la tienda, la vieja palabra “cinta” recuperó el espacio ocupado por el galicismo “casete”, que ya no tenía ninguna misión diferenciadora. De ese modo, las obras musicales se compraban “en cinta” o “en disco” (todavía de vinilo).

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Años después llegó el compact disc, con el cual se obtenía un sonido digital supuestamente perfecto. Esa locución inglesa triunfó en los años noventa, porque el objeto debía diferenciarse también de sus predecesores los discos de vinilo (entonces sólo “discos”) y de las cintas. Y se dejó vestir con las grafías “CD” y “cedé”, para luego sucumbir también ante la vieja palabra: “disco”. Y hoy decimos que Shakira lanza un nuevo disco, y no un nuevo cedé.

La diferencia entre ambos armarios refrigeradores dejó de tener sentido (porque nadie usaba ya el antiguo), y hoy volvemos a hallar vacía la “nevera”, término

Un camino parecido recorrió el término “nevera”. La nevera consistía antiguamente en un armarito destinado a guardar la nieve o el hielo de fábrica para conservar allí los alimentos. Con ese sentido entra en el Diccionario en 1936, si bien el vocablo existía antes (al menos desde el siglo XVII) para referirse al lugar de la casa que se mantenía fresco. Después aquel armario se transformó en un electrodoméstico, dotado ya de un motor. Se comercializó en España a partir de 1952, y lo llamamos aquí “frigorífico”, palabra que había entrado en el Diccionario en 1884 como vocablo científico referido a las mezclas químicas que generaban frío.

Años después, la diferencia entre ambos armarios refrigeradores dejó de tener sentido (porque nadie usaba ya el antiguo), y hoy volvemos a hallar vacía la “nevera”, término que va ganando a “frigorífico” en el lenguaje común (26,1 millones de citas frente a 8,4 millones, en Google España).

Se ha reunido hace dos semanas en Barcelona el Mobile World Congress, la gran feria de la telefonía, y la prensa ha nombrado a menudo el término smartphone. Hubo un tiempo en que la voz “teléfono” sólo podía referirse a uno fijo y pegado a la pared. Cuando nacieron los portátiles, necesitamos diferenciarlos de aquéllos y los llamamos “móviles” o “celulares”. Hoy en día esa distinción entre aparatos viejos y nuevos se va haciendo también irrelevante, pues nos importa más el medio de telecomunicación (como opuesto al diálogo en persona) que su modelo o sus conexiones. Y de nuevo la vieja palabra recupera terreno: “Llamé por teléfono desde el coche”, “he perdido el teléfono en el bar”…

Ahora bien, los viejos móviles se han quedado ya anticuados ante los smartphones (o listófonos), capaces de administrar nuestro correo y nuestra agenda, y hasta de tomarnos fotos. ¿Cuánto tiempo seguiremos diciendo smartphone? Puede que no mucho. Quizás cuando todos los aparatos sean igual de listos la vieja palabra “teléfono” renazca tan campante.

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