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Salir de la droga con 10 años

Andrés Vanegas documenta la lucha de ONG locales de Nairobi para reinsertar en la sociedad a los niños de la calle

'Cenizas para una nueva vida' es parte de un proyecto documental que captura el momento en que varios niños de las calle de Nairobi son rescatados por dos organizaciones no gubernamentales, Koinonia y Amani, para ser trasladados a un centro de rehabilitación, donde recibirán atención médica, un hogar, comida y asistencia durante el tiempo que sea necesario para lograr su reinserción en la sociedad. Se recorren varios puntos de la ciudad en busca de aquellos niños que han sido identificados previamente por los voluntarios y que serán rescatados y trasladados al Centro de Rescate Ndugu Mdogo, que significa "hermano menor" en swahilli.ANDRÉS VANEGAS
Los niños corren hacia el autobús que les llevará a su nuevo hogar, Ndugu Mdogo. Se esconden tras los asientos, gritan, saltan, hay sonrisas y alaridos de alegría... pero también hay un sentimiento de pena y amargura porque solo hay espacio para 13 menores ya que las organizaciones no cuentan con recursos económicos ni con infraestructura suficiente para rescatar a más. Aquellos que se quedan atrás son más que amigos y, para muchos de estos menores, la única familia que han tenido. Decir adiós no resulta fácil. Bajo la atenta mirada de los que se quedan en la calle, el autobús parte en busca de aquellos jóvenes que han sido seleccionados para ir a Ndugu Mdogo.ANDRÉS VANEGAS
El consumo de pegamento, alcohol o petróleo es frecuente entre los niños y niñas que viven en las calles de Nairobi. Inhalar dichas sustancias les permite olvidarse de los problemas, del hambre y de la vida que llevan. Vivir bajo estas circunstancias es un símbolo de padecer pobreza crónica, es estar ante un círculo vicioso en el que generaciones tras generaciones permanecerán viviendo en situaciones precarias e inhumanas.ANDRÉS VANEGAS
Muchos menores ruegan en la puerta del autobús para ser llevados al centro de rehabilitación. Sin embargo, las reglas son claras: solo aquellos niños y niñas que han realizado un trabajo con los educadores durante los meses previos y que voluntariamente han participado en los diferentes talleres podrán ingresar en el centro.ANDRÉS VANEGAS
Algunos de los menores que no fueron seleccionados deciden arriesgarlo todo con tal de poder ir junto a sus amigos. Muchos de ellos se cuelgan de las puertas o ventanas y otros se sujetan de la escalera trasera del bus. No bastan las advertencias de los educadores; hay quienes no quieren dejar pasar esta oportunidad y harán lo posible para ser rescatados.ANDRÉS VANEGAS
Una vez dentro, los niños y niñas se sientan con sus respectivos compañeros y se esconden tras los asientos para impregnar con alcohol pequeños trapos que guardan férreamente entre las manos para luego inhalarlos. Sus miradas son lentas y, sus reacciones, pausadas. Muchos de ellos son menores de 10 años pero actúan como adultos y lucen como ancianos.ANDRÉS VANEGAS
Algunos de estos menores llevan tres, cuatro o incluso siete años viviendo en las calles. Escapan de la pobreza o de la violencia que padecen en sus casas. Se crean grandes grupos de niños que viven juntos, trabajan recolectando basura y luchan por conseguir algunos centavos que, al final del día, irá a parar en drogas o en algo para comer. Los niveles de desnutrición son elevados, sus pieles están arrugadas y sus manos son la prueba de una vida que hasta el momento no ha sido fácil.ANDRÉS VANEGAS
Una vez en el centro de rescate, los niños apilan la ropa vieja en mitad de una habitación y se preparan para tomar una ducha. El olor que desprende aquellas prendas usadas por años aleja a cualquiera que quiera entrar en la habitación. Pantalones rotos, camisetas sucias y rasgadas, zapatos y chancletas son amontonadas bajo la atenta mirada de todos los presentes.ANDRÉS VANEGAS
A medida que los recién llegados se van duchando, el agua que corre por el suelo se torna negra y sucia, La mugre, el alcohol y el petróleo flotan en el agua como si de aceite se tratase.ANDRÉS VANEGAS
Es el fin de una vida que ellos no escogieron y el comienzo de otra que, si bien nos los sacará de la pobreza, sí les brindará la posibilidad de vivir con dignidad. Más de 350.000 niños y niñas viven en las calles de Kenia, una cifra que toma aún más relevancia cuando la mitad de estos menores intentan sobrevivir en la capital, Nairobi.ANDRÉS VANEGAS