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La tradición contra la mujer

En Nepal la ley prohíbe el matrimonio infantil, la violencia de género y el pago de una dote por cazar a una hija. Son, sin embargo, prácticas habituales que limitan extremadamente los derechos de las mujeres y afectan a su bienestar y salud

Una de las múltiples causas del elevado índice de casos de prolapso uterino (mujeres a las que se les cae y sale el útero por la vagina) en Nepal es que ellas realizan todos los trabajos físicos como transportar leña, cereales o agua sobre sus cabezas para llevarlos al hogar por caminos de tierra durante varias horas bajo el sol en la época seca y la lluvía cuando empieza el monzón. Es un esfuerzo que realizan aunque estén embarazadas o hayan dado a luz días antes. La falta de reposo provoca que sus músculos no tengan tiempo suficiente para fortalecerse después del parto y acaben por ceder dejando caer el útero.ALEJANDRA AGUDO
Chandari Mandal (a la izquierda) tiene prolapso uterino desde que tuvo a su segundo hijo. "No salía y me dijeron que empujara más fuerte. Lo hice y se me salió también el útero", explica. Con todo, a los seis días volvió a trabajar y caminar varios kilómetros para llevar agua a casa. Se considera afortunada porque su marido y familia política la han apoyado desde que se enteraron de su problema. "Mi nuera y me esposo me ayudan en casa. No me dejan hacer ningún trabajo duro", dice sentada en la clínica médica en Bishanpur Kati. Ha llevado a la consulta del médico a dos mujeres de su pueblo para que les hable de su salud y del prolapso uterino. "Cuando a mí me pasó, tardé mucho en que me viera el doctor porque estaba asustada. La gente de la comunidad me decía cosas confusas", recuerda.ALEJANDRA AGUDO
Manju Devi Yadav, de 26 años, tiene cuatro hijos (tres niñas y un chaval). Cuando tuvo su primera regla, sus padre la casaron. Cuatro meses después se quedó embarazada y tuvo a su primogénito con 12. Un año más tarde, parió a su hija mayor, que hoy tiene 13 años. Desde entonces sufre prolapso uterino. "Me tuvieron seis días en una habitación aparte y comía solo jengibre y azúcar negro", recuerda. A las mujeres se las mantiene unos días separadas del resto de familia tras el parto porque se las considera impuras, denuncia Amnistía Internacional. "Sé que esto tiene que parar. Que los niños no deben casarse tan pronto. Pero no tengo ayuda y tendré que buscar unos buenos chicos para mis hijas. Soy una mujer, ¿qué puedo hacer?", lamenta. Su hijo, de 14, ya ha contraído matrimonio. "Es muy travieso. No pude hacer nada por evitarlo".ALEJANDRA AGUDO
Una consejera de la ONG Worec ha llevado a varias mujeres de su comunidad para que el médico de la zona les explique qué es el prolapso uterino, cómo se puede prevenir y, en caso de que aparezca, cómo hay que tratarlo. Este tipo de encuentros son organizados por las voluntarias y trabajadoras de ONG nepalíes como Worec y Caed, cuya labor es detectar casos de prolapso uterino (y otros problemas de salud), malos tratos o violaciones en sus propias comunidades para después hablar con las víctimas y asesorarlas sobre lo que tienen que hacer. Este tipo de labor les acarrea, en ocasiones, importantes problemas personales, pues hombres y mujeres contrarios a su actuación y las ideas de igualdad que difunden las acosan e insultan. Sin embargo, aquellas que sufrían en silencio y han requerido de su apoyo, piden que haya más como ellas.ALEJANDRA AGUDO
Sobre las mujeres rurales en Nepal no solo recaen las tareas del hogar como ir en busca de agua y grano a varios kilómetros de distancia. También trabajan en el campo, recogen, limpian, apilan y transportan la ramas de madera con las que luego construyen los tejados de sus hogares o venden a otros. Lo hacen desde que son niñas. No importa que sean las cuatro de la tarde y el calor sea insoportable. Tampoco que estén embarazadas o haya parido recientemente. Ellas son las que trabajan. Debido a ello, y la edad temprana a la que tienen hijos, dejan pronto la escuela, lo que explica la elevada tasa de analfabetismo femenino en el país, un 40%.ALEJANDRA AGUDO
Hace tres años, Kamali Devi Paswan fue a uno de los campamentos médicos que el gobierno nepalí monta cerca de los pueblos una vez al año para operar a mujeres que tienen prolapso uterino. Allí le dijeron que tenía que somerterse a cirugía, pero no se la realizaron. Su marido le ha prometido que, cuando consiga un trabajo en India, le pagará la operación en una clínica privada. Pero Kamali Devi cree que tiene otros motivos: "Él quiere tener un hijo más". Ya tienen tres (de siete meses, nueve y diez años) y antes habían tenido otros dos, que fallecieron. "Iré en contra de mi marido la próxima vez que venga el campamento. Sé que me pegará, pero tengo mucho dolor", dice atrevida. La imposibilidad de poder curarse y la falta de apoyo provoca, según los expertos, importantes problemas psicológicos en estas mujeres. El 80% de las que sufren prolapso dicen no tener ninguna esperanza en la vida, revela una encuesta del UNFPA. Para descargar la rabia y soledad que dice sentir Kamali Devi, cree que ella y otras mujeres en su situación necesitan más apoyo. "Consejeras con las que podamos hablar claramente". ONG nepalíes como WOREC o el CAED forman a féminas locales para que escuchen y aconsejen en materia de salud y derechos.ALEJANDRA AGUDO
Aunque hay mujeres críticas con su propia situación que pelean como pueden para que sus hijas no estén abocadas a repetir su historia, no todas lo son. Tetri Devi Yadav, que cree que su edad está entre 25 y 27 años, tiene cuatro hijas (de diez, ocho, tres y un años), y solo piensa en tener un niño porque cree que los hijos varones son los que abren la puerta al cielo a sus progenitores. Por eso no se ha operado de su prolapso uterino, que padece desde que dio a luz a su primogénita. Desde hace dos años que visitó al médico no ha vuelto a hablar con nadie de su problema. Aunque su prolapso no es su mayor preocupación: "Mi problema es que no tengo un hijo. Pienso mucho en concebir uno. Mi suegra y mi cuñada me maltratan porque solo tengo hijas. Y me han intentado echar de casa". Con cuatro chicas, una a punto de entrar en la pubertad, Tetri Devi no cree que ellas vayan a tener una vida distinta de la suya. "No puedo romper la cultura", explica. ¿Cuál es entonces su sueño? "Tener un hijo".ALEJANDRA AGUDO
Las paredes son de adobe y el techo está fabricado de ramas finas de madera atadas. "Yo hice esa pared durante uno de mis embarazos", dice Tetri Devi para explicar el gran esfuerzo que hizo y el que cree que es uno de los motivos por los que en el parto su débil útero se cayó. La vivienda es una casa humilde como lo son las que salpican las zonas rurales de Nepal y que muy posiblemente tengan que reconstruir cuando llegue el monzón. El acceso es, además, complicado pues el camino de tierra que conecta el pueblo (Bhediya-2) con la ciudad más cercana está cortado por un río. En la época seca se puede cruzar a pie o en coche, pero durante la temporada de lluvias, cuando el agua sube, hay que dar un importante rodeo. Perderse es fácil. La mala comunicación es uno de los principales motivos por los que las mujeres dan a luz en las casas, sin atención médica. Esto eleva el riesgo de mortalidad materna e infantil y de tener complicaciones como el prolapso uterino.ALEJANDRA AGUDO
El matrimonio infantil es ilegal en Nepal. Sin embargo, es una práctica muy habitual casar a la hijas en su adolescencia, incluso antes de que hayan tenido su primera menstruación. Así, la dote que tienen que pagar los padres por el casamiento -también prohibida-, es menor. El propio censo del país desveló en 2011 que el 29% de las adolescentes menores de 19 (la edad legal para enlazarse) estaban casadas “informalmente”. Los datos del UNFPA de 2013 completan el cuadro: la media de edad a la que se casan las nepalíes es a los 15 años (14 entre las pacientes de prolapso uterino). A los 19, la mayoría (74%) ya ha sido madre.ALEJANDRA AGUDO
Chandrawati Mahato sonríe al decir que ahora se siente bien. Hace tres años, después de 20 sufriendo prolapso uterino en silencio, ya no soportaba el dolor y no podía trabajar. Fue a ver a una consejera de mujeres de la ONG Worec, que le aconsejó que se operase. "Tenía vergüenza. Las mujeres de la comunidad te critican porque existe el pensamiento de que te ocurre por el karma. Hasta mi nuera me humilló cuando se enteró de mi problema", dice para justificar el secretismo. Ahora sabe que lo que le pasó no fue por malas acciones de sus ancestros. "Sé que me casé joven [con 12], tuve hijos muy pronto [a los 15] y realizaba trabajos muy duros. Empecé a trabajar seis días después del parto. Pero mis suegros me presionaban para que lo hiciera. Si no, me pegaban. No tenía opción". Su marido, conocedor de su problema, también la obligaba a hacer labores físicas bajo la amenaza de ser golpeada. Con todo, cuando llegó el momento de la operación, la apoyó.ALEJANDRA AGUDO
En la región de Siraha, al sureste de Nepal, el paisaje está salpicado de pequeñas poblaciones de viviendas donde las vacas y las personas solo están separadas por un tabique de adobe. Animales y humanos también compartes las calles, unos caminos de tierra por los que es fácil ver caminar a la gente descalza. Sin un sistema de alcantarillado, ni agua potable o saneamiento, las mujeres recorren varios kilómetros a pie cargadas con garrafas para llenarlas de agua en la ciudad o fuente más cercana. Algunas viviendas cuentan con un pozo del que extraen agua subterránea sin que haya sido depurada o haya pasado algún tipo de control sanitario.ALEJANDRA AGUDO
En las zonas rurales, donde el peso de la tradición es fuerte y las tasas de analfabetismo se disparan -en el país el 40% de las mujeres y el 22% de los hombres lo son- ellas son las que trabajan. No es extraño encontrarse a las féminas portando madera, cereales o agua, mientras ellos descansan sentados a la sombra. La postal se repite en los poblados. Las tasas de violencia de género hablan de lo que ocurre después dentro de las casas. Un informe de la oficina del primer ministro nepalí de noviembre 2012 arrojaba terribles cifras: el 48% de las mujeres había sufrido malos tratos alguna vez; de las que decían tener pareja, el 41% era maltratada por ella. El 60% de las víctimas nunca había recibido algún tipo de ayuda.ALEJANDRA AGUDO
Para los casos leves de prolapso uterino (cuando se ha caído pero no se ha salido del cuerpo), hay una solución menos dramática que la histerectomía. Unos anillos de goma de siete centímetros de diámetro pueden sujetar el órgano en su sitio. El doctor Ganga Ram Sah muestra uno a un grupo de mujeres que ha acudido a su clínica para escucharle hablar sobre el prolapso uterino. El médico reconoce que, por falta de infraestructuras e instrumental, no puede colocarlo en su consulta. Un impedimento para las mujeres pobres que no tienen transporte para acudir a un hospital cada tres meses, plazo en el que hay que cambiarlo. El Gobierno de Nepal se ha comprometido a adquirir 10.000 unidades de unos nuevos modelos de PVC, más caros pero que duran 10 años. Es una cantidad muy inferior al número de mujeres que, según cálculos del UNFPA, necesitan este tipo de tratamiento (400.000).ALEJANDRA AGUDO
Uno de los riesgos que enfrentan las mujeres que padecen prolapso uterino es el de contraer infecciones. Las condiciones de suciedad en las que viven acrecentan esa posibilidad. Y no solo para ellas. La contaminación y suciedad en las calles son problemas visibles. Es fácil encontrarse con montones de basura en las aceras y la polución no deja ver con nitidez el horizonte. En grandes ciudades como la capital (Katmandú) son muchos los que pasean con una mascarilla para protegerse de partículas nocivas.
En Bishanpur Kati, en el distrito de Siraha, al sureste del país, Ganga Ram Sah abre su consulta dos o tres veces a la semana. Visiblemente apenado, reconoce que no tiene material suficiente para tratar ciertas dolencias, entre ellas, el prolapso uterino. Allí puede realizar chequeos básicos y dispensar algunos medicamentos. Con todo, él trata de concienciar a los hombres y las mujeres que acuden a la clínica para prevenir el prolapso uterino. "Tiene que haber un cambio de las tradiciones como el tener a la mujer en una habitación aparte con poca comida después de dar a luz", dice. "Tenemos que dar más información y elaborar programas para cambiar esto. También con las suegras", detalla consciente que son ellas las que pueden parar prácticas negativas para la salud, pues es en sus casas donde viven los matrimonios jóvenes y las que habitualmente asisten en los partos.ALEJANDRA AGUDO
Una niña lee uno de los folletos informativos que reparte Amnistía Internacional para formar en derechos humanos a los más pequeños de Nepal. La organización ha iniciado una campaña para concienciar sobre la magnitud del problema que supone en el país el prolapso uterino. Una cuestión de salud que, para la ONG, es producto de la vulneración sistemática de los derechos de las mujeres. En su informe ‘Cargas innecesarias. La discriminación de género y el prolapso uterino en Nepal’, Amnistía alerta de las elevadas tasas de matrimonio infantil -el 30% de las adolescentes menores de 18 y entre el 15 y el 19% de los chicos, están casados-, así como de embarazos entre adolescentes: a los 19, la mayoría (74%) ya ha sido madre.ALEJANDRA AGUDO
Sobre la mesa hay varias promesas del ministerio de Salud nepalí para combatir el prolapso uterino. Las medidas que se han tomado hasta ahora son insuficientes o la implementación no ha sido buena, como es el caso de los campamentos para operar a mujeres con este problema, en los que cada doctor hacía más operaciones de las que la lógica médica dice que se pueden realizar correctamente en un día porque cobraban por cirugía. Así lo reconoce la directora de la división de Salud Familiar del ministerio, Kiran Regmi. "Soy ginecóloga y he trabajado en áreas remotas. Sé lo que está bien y lo que no. Ahora que estoy en política puedo cambiarlo", asegura. Tras ella, luce el kit de ropa para madres y recién nacidos que se entrega a las que acuden a dar a luz en los hospitales para incentivar que dejen de hacerlo en casa. Una medida que busca reducir la mortalidad materna e infantil, en línea con los Objetivos del Milenio, explica.ALEJANDRA AGUDO