Miguel Ángel Silvestre ya no quiere ser perfecto

El protagonista de 'Velvet' odiaba ser famoso hasta que se acostumbró. Hoy solo espera que nos acostumbremos a que fue, es y será actor

Miguel Ángel Silvestre, fotografiado para ICON en Barcelona con 'total look' de Giorgio Armani.Jordi Adrià

El botón que debe presionar Miguel Ángel Silvestre (Castellón, 1982) para encender las luces de Navidad es de mentira. Él debe acercarse al trasto, sonreír y, sobre todo, mantenerlo presionado hasta que las luces iluminen un pequeño pasaje adyacente a la zona más noble –si eso es relamente posible– del barcelonés Paseo de Gràcia. La ginebra Bombay Sapphire le ha invitado al acto y a la posterior fiesta, que tendrá lugar en el club que hay en el sótano del Hotel Omm, donde ahora mismo nos encontramos. “También tengo que decir unas palabras”, informa Silvestre, quien pasado el trago de convertir...

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El botón que debe presionar Miguel Ángel Silvestre (Castellón, 1982) para encender las luces de Navidad es de mentira. Él debe acercarse al trasto, sonreír y, sobre todo, mantenerlo presionado hasta que las luces iluminen un pequeño pasaje adyacente a la zona más noble –si eso es relamente posible– del barcelonés Paseo de Gràcia. La ginebra Bombay Sapphire le ha invitado al acto y a la posterior fiesta, que tendrá lugar en el club que hay en el sótano del Hotel Omm, donde ahora mismo nos encontramos. “También tengo que decir unas palabras”, informa Silvestre, quien pasado el trago de convertirse en fenómeno antes que en actor, parece transitar por la vida y la profesión con mucho más relajo, aunque cargando viejas y nuevas dudas.

La fama la he llevado mal, mal, mal, mal, muy mal, bien, muy bien… y ahora, de puta madre.

Atrás queda el apocalipsis fan producido por la telenovela Sin tetas no hay paraíso, un monstruo que alcanzó cuotas de pantalla del 30% y cuya segunda temporada fue presentada en Palacio de Deportes de la Comunidad de Madrid. Una serie a la que el cine y hasta la propia televisión se le quedaron pequeños. “Le he pedido que un minuto antes me recuerden que eso es falso y que debo mantener el dedo allí hasta que la cosa se ilumine. Soy muy despistado, y ya veo que le daré al botón y me iré al bar”, insiste el actor.

Bombay Sapphire le llevó a Barcelona para que se tomara unas copas y encendiera unas luces. Todo salió a la perfección: “Trabajar con marcas es fácil siempre que tengas conexión con la marca”.Jordi Adrià

Horas más tarde, todo ha salido perfecto. Silvestre ha traído la Navidad y ahora una chica, que trae un gintónic desde la barra, le pide que se haga una foto con ella. El actor, al que podemos ver en la actualidad en la serie de Antena 3 Galerías Velvet, acepta encantado. Pero no siempre ha sido así. “Mira, la fama la he llevado mal, mal, mal, mal, muy mal, bien, muy bien… y ahora, de puta madre”, recuerda el intérprete, quien abrumado por la dimensión que tomó su celebridad se dedicó a hacer de secundario en cortometrajes o a, simplemente, tratar de desaparecer, un movimiento que funcionó solo a medias. Puedes sacar al actor de la pantalla, pero hoy es casi imposible arrancar al famoso de las páginas de Cuore.

“Te lo traduzco. Mal: te pilla de sopetón. Muy mal: llegas a estar hasta enfadado. Me sentía muy pequeño para decir que no, pero me hastiaba decir siempre que sí. No fue un drama, pero me pilló desprevenido. A veces, me ha tocado decir que no a hacerme una foto con alguien. Entonces, decía que no y me sentía fatal. Me ha pasado eso de negarme y luego arrepentirme y empezar a buscar a esa persona para decirle que sí y que me disculpe. Pero luego te relajas, y cuando dices que no relajado, la otra persona lo encaja de puta madre. Al final, eso sí, te pasa lo mismo de siempre y le dices: ‘Joder, que si aceptas así de bien el no, tengo que decirte que sí; anda ven aquí que nos sacamos la foto’. Ese es un poco el viaje”.

Es difícil llegar a alcanzar la expresión que imaginaste en tu cama cuando leías esa escena. Cuando ves que es posible que no alcances esa perfección hay algo en ti que se relaja.

Un poco accidentado, ¿no?

No sé. Mira, aquí te habla un ilusionado de la vida. Uno que siempre decía que se podía.

Cuando el personaje se hace tan grande, ¿el actor se cree invencible?

Por una parte, está lo que realmente creo; por otra, lo que deseo que los demás escuchen. Existe lo que se te puede dar bien como persona y actor, por quién eres, por cómo eres, incluso por si eres fuego o agua en el signo del Zodiaco. Hay que saber eso.

Sin nombrar ningún proyecto en concreto, Silvestre, a quien vimos en la última de Almodóvar (Los amantes pasajeros), se muestra capaz de hacer autocrítica con una carrera profesional a la que, por condiciones absolutamente aleatorias, tal vez se le pidió demasiado, demasiado pronto. Se dice que el de actor es un oficio muy narcisista y a la vez, uno terriblemente inseguro. Hay que verse de cierta forma para entender cómo te ven los demás, y Silvestre es consciente de todo esto. Pero ya no le da miedo mirarse, tal vez porque ha aprendido a hacerlo sin ningún tipo de narcicismo. Un rato antes de la charla, cuando el fotógrafo le ha enseñado las fotos que le estaba sacando, se ha gustado más en las que menos se ha visto.

“He aprendido que la perfección en ciertas cosas es algo más complicado de lo que creía. Tengo 31 años, y hay mucho que aún puede ser y bastante que ya no será. Esto que te he dicho es muy delicado, pero te lo digo desde la ilusión. Es tan difícil llegar a alcanzar la expresión que imaginaste en tu cama cuando leías esa escena. Cuando ves que es posible que no alcances esa perfección hay algo en ti que se relaja”. Cualquier otro hubiera dicho que cuando eres consciente de la imposibilidad de la perfección, lo que sucede es que algo en ti se rompe.

Por una parte, está lo que realmente creo; por otra, lo que deseo que los demás escuchen.

Pero Silvestre está más que preparado para pasar a la siguiente pantalla. Hoy su ambición es poder disfrutar de esto hasta que tenga 80 años. Solo quiere trabajar. “Es que una de las cosas que más valoro de hacer televisión es que cada mañana me levanto y tengo una escena, y cada noche, si no estoy del todo feliz con esa escena, me voy a dormir pensando en que mañana tengo otra oportunidad para mejorar”, explica al respecto de algo viejo para él, la televisión, que ha sido capaz de convertir en nuevo.

Más objetivamente novedosa es su pasión por la moda. De su contacto con Armani recuerda los arrebatos de genio del diseñador minutos antes de presentar una colección. “Llegué y estaba él atribulado. De golpe, cogió unas tijeras y lo que era un pantalón que a mí me parecía la perfecto, lo convirtió de un tijeretazo en un pantalón pesquero. Aluciné. Esas decisiones de último momento, esa adrenalina… Eso es lo que te hace seguir”. Lo demás solo te hace retroceder.

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