Cartas al director

Derecho a no sonreír

Quería referirme al artículo Cómo sobreponerse a los golpes de la vida (1-12-2013) y, de paso, también a la carta de la semana Adiós victimismo (15-12-2013). Cada vez más presto atención a la gente que habla de estos temas y, ¿saben?, todo lo que me llega se transforma en una especie de presión para pasar página.

Vivimos en una sociedad en la que se alaba el triunfo por encima de todo; últimamente han empezado a aparecer ideas diferentes en pro del valor al fracaso, pero generalmente aplicadas al mundo laboral. Creo que en el ámbito de las relaciones sociales y/o emoci...

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Quería referirme al artículo Cómo sobreponerse a los golpes de la vida (1-12-2013) y, de paso, también a la carta de la semana Adiós victimismo (15-12-2013). Cada vez más presto atención a la gente que habla de estos temas y, ¿saben?, todo lo que me llega se transforma en una especie de presión para pasar página.

Vivimos en una sociedad en la que se alaba el triunfo por encima de todo; últimamente han empezado a aparecer ideas diferentes en pro del valor al fracaso, pero generalmente aplicadas al mundo laboral. Creo que en el ámbito de las relaciones sociales y/o emocionales aún hay mucho que hacer, hemos banalizado el dolor. Por otro lado, al final del artículo lo único que cambiaría es el título, ya que me da la sensación de que está dirigido a los golpes en el ámbito laboral.

Claro que hay que seguir, pero qué se hace con ese equipaje del que, por otra parte, tampoco quieres deshacerte. Todos los que comparten mi golpe dicen que tienen ganas de dejar atrás este “maldito 2013”; a mí me aterra. Porque queda atrás la lección y cada minuto te aleja más de lo que tenías y ya no. Y podrán decir que me instalo en el victimismo, pero, ¿saben?, quizá a ojos del mundo es un fracaso, pero creo que a veces hay fracasos que reconfortan, que uno se debe permitir y experimentar, hay cosas que no hay que esconder y otras que pueden esperar.

Claro que hay que seguir y (perdón por la expresión) “¡echarle huevos!”, pero, mientras se los echas y plantas cara a la situación, tienes todo el derecho a no sonreír, a sentirte mal, a creerte víctima de la jugada en la que además ni te repartieron cartas. A veces sí hay culpables, pregunten a afectados por las preferentes.

Lo que digo es que no solo hay que motivar a buscar la felicidad, sino también a sobrevivir con infelicidades que se atenúan, pero ya no se irán. A librar esa “lucha de gigantes” a la que cantaba Antonio Vega pocos enseñan.

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