Aprender a educar a un hijo para empoderarse en medio de la exclusión social
En la barriada sevillana de las Tres Mil Viviendas, los talleres para madres con niños de 0 a 3 años asesoran en la crianza y fomentan la autoestima y la autonomía
Yohanna Vera tiene 24 años y dos hijos, una niña de ocho años y un chico de dos, pero su forma de afrontar la maternidad y su relación con ellos es completamente distinta. “Tuve a la primera con 16 años, pasé de jugar con las muñecas a hacerlo con una niña”, reconoce. Sin embargo, la diferencia no tiene que ver son su edad o la experiencia. Desde que nació Jesús, Yohanna ha acudido con él todas las semanas a unos talleres en los que le han enseñado pautas para la crianza, consejos para lidiar con los berrinches y, sobre todo, le han reforzado la confianza en sí misma para tomar las riendas de ...
Yohanna Vera tiene 24 años y dos hijos, una niña de ocho años y un chico de dos, pero su forma de afrontar la maternidad y su relación con ellos es completamente distinta. “Tuve a la primera con 16 años, pasé de jugar con las muñecas a hacerlo con una niña”, reconoce. Sin embargo, la diferencia no tiene que ver son su edad o la experiencia. Desde que nació Jesús, Yohanna ha acudido con él todas las semanas a unos talleres en los que le han enseñado pautas para la crianza, consejos para lidiar con los berrinches y, sobre todo, le han reforzado la confianza en sí misma para tomar las riendas de su educación en casa, organizar su propia vida, y con ello, la convicción para retomar sus estudios y ganar en autonomía. “No tiene nada que ver, tengo tiempo para mí y estoy más segura a la hora de relacionarme con mis hijos”, abunda. Esa transformación cobra especial relevancia si se parte de la premisa de que ella vive en la barriada sevillana de Tres Mil Viviendas, la más humilde de España, donde tener oportunidades o reafirmar la dignidad en uno mismo es un empeño que muchos vecinos dan por perdido.
No es el caso de la Asociación Entre Amigos, que lleva 40 años en ese barrio de la capital andaluza y que, en colaboración con la Fundación La Caixa, impulsa el programa CaixaProinfancia Espacios Familiares 0-3, que la entidad promueve entre familias con hijos de esta edad que se encuentran en situación de vulnerabilidad y exclusión social y que presta apoyo a 1.500 familias en toda España. El de las Tres Mil Viviendas, ubicado en el CEIP Nuestra Señora de La Paz, es el único centro de esta red en Sevilla y en él trabaja desde que arrancó como un programa piloto hace tres años Isabel García-Girón, técnica de la asociación Entre Amigos. “El boca a boca del proyecto ha ido funcionando, y aunque es verdad que la captación de muchas de las familias se hizo primero a través de la asociación, porque genera gran confianza, al final son las propias madres las que vienen demandando este recurso”, explica.
Este jueves hay seis mamás, y solo cuatro niños —”muchos están malos, pero las madres no pierden la oportunidad de venir y dejan a sus hijos con los padres”, explica Isabel―. Rosa González ayuda a su hijo Juan, de dos años, a hacer una torre altísima con elementos de construcción, aunque el pequeño disfruta mucho más desmoronándola; Esperanza, también de dos años, está pendiente de su madre Manuela Salazar, de 18 años, y Jesús gatea a sus anchas sobre un espacio diáfano y luminoso. No se oye un ruido más alto que otro y en cuanto Isabel y su compañera Alba sacan unos vasos con pintura, los pequeños se quitan los calcetines de inmediato para que sus madres puedan pintárselos. Excitados y felices se pasean dejando sus pisadas multicolores sobre el cartel en el que Isabel ha escrito el lema: “Donde la vida comienza y el amor nunca termina”.
“No tiene nada que ver su forma de relacionarse con los niños cuando llegaron hace unos meses a ahora”, explica la técnica. “Aquí educamos a las madres a cómo educar”, añade. Ellas mismas lo corroboran. “Me he dado cuenta de la importancia de que duerma unas horas determinadas. No puede ser que tenga que ir al colegio a las nueve y que se acueste a la una de la madrugada. También lo importante que es la comida sana. Procuro que coma verduras, fruta y cortar la comida basura”, explica Rosa, que tiene 25 años. Son unas pautas que ha adquirido en los talleres aunque, reconoce, le cuesta mantenerlas luego en su entorno familiar, donde convive con su suegra y otra pareja con otro bebé. “A veces es complicado, pero se va consiguiendo”, dice.
Calar en el entorno
La mejor garantía para predicar con el ejemplo y poder imponer las rutinas que van aprendiendo en los talleres en sus propias casas es constatar la complicidad que se genera entre la madre y el pequeño. “Cuando la familia percibe la alianza que se crea entre ellos, cuando ven que funciona, eso cala en el entorno que se va dando cuenta de que igual estaba equivocado, y esa reacción, ese control sobre la crianza, también las empodera a ellas, que es realmente de lo que se trata”, señala María Jesús Domínguez, directora de la asociación Entre Amigos. Porque trabajar y reforzar la autoestima de las mujeres es una de las premisas fundamentales que dan sentido a estos talleres. “Ellas van dándose cuenta de que ganan autonomía”, abunda Isabel.
Dentro de esa estrategia, los talleres organizan visitas a guarderías para que las madres puedan comprobar que dejar a sus hijos unas horas en un centro educativo no es algo negativo. “Mi hija es mucho más sociable, antes era muy retraída”, indica Manuela, mientras retira la pintura verde del pie de su hija Esperanza, a la que tuvo con 16 años. Este es el primer año que acude a estos talleres. “La niña está muy bien en la guardería y yo tengo más tiempo libre para mí”, explica.
Gracias a ese tiempo que ha ganado mientras su hija está en la guardería, Manuela ha vuelto a estudiar. “He retomado la ESO y también estoy echando currículums para trabajar limpiando o en un comercio y ahorrar para sacarme un grado medio”, dice muy segura. En estos meses ha aprendido también a aplacar las pataletas de Esperanza, sin necesidad de recurrir a los móviles y las tabletas. “Antes era muy cabezona, quería todo lo que había en un quiosco, y ahora ya sé cómo actuar”, explica. Igual que Rosa. “Lidiar con los berrinches era lo peor”. “Ellas no lo perciben, pero hasta ha cambiado la forma que empleaban para dirigirse a sus hijos”, puntualiza Isabel.
Red de apoyo
Este año, a los talleres están acudiendo 58 madres, que se dividen en tres grupos. “Tenemos grupos de caminantes, que vienen dos horas una vez por semana en dos turnos a lo largo de la mañana, luego tenemos el grupo de lactantes, de 0 a 1 año, que acuden dos veces por semana durante dos horas, y por último el grupo de encuentros, que son nueve mamás que vienen una vez al mes sin niños, que son las madres que iniciaron el proyecto piloto y que tienen hijos que ya han empezado el colegio”, explica Isabel. Porque, además de promover el empoderamiento personal, en los talleres se busca mantener no solo el vínculo que las mujeres han ido forjando con las profesionales, sino, y sobre todo, la red de apoyo que han tejido entre ellas. “Se trata de que no pierdan ese punto de encuentro”, abunda.
Porque la relación que tejen durante las horas que pasan en los talleres genera una confianza que les otorga la valentía de abrirse y compartir preocupaciones o dudas que normalmente silencian en sus casas o no se atreven a consultar en el centro de salud. “Preguntan por la planificación familiar, por la conveniencia o no de ponerse vacunas, porque tienen miedo de los efectos...”, señala María José. Esa intimidad que desarrollan explica en cierta medida la prácticamente nula presencia de padres en estos talleres, pese a que, como recalca Isabel, están abiertos también a los hombres. “Suelen venir primero para cerciorarse sobre qué va esto. Y al final de los cursos, suelen animarse y venir, porque ven los resultados y quieren compartir la experiencia”, dice Isabel.
En un barrio acostumbrado a tener asociado de manera indeleble términos como violencia, inseguridad, drogas, fracaso escolar, absentismo, paro, miseria… la palabra dignidad desconcierta como algo excepcional. Sin embargo, en las Tres Mil Viviendas hay una cara b, hay una voluntad compartida por muchas familias de salir adelante, como la de Rosa, Yohanna y Manuela. “Hay que ser realistas, lo que hay, está, pero también está lo que no sale. Tenemos niñas que están en la universidad, que están en su ciclo escolar, que no son absentistas, familias con empleos precarios que todos los días se levantan para ir a trabajar y nosotros trabajamos por ellos”, indica María José. “Nos parece injusto que a esas familias que están luchando no se les dé una oportunidad, porque de eso va todo esto, de generar oportunidades y transformar vidas”, indica Yolanda López, delegada de la Fundación La Caixa en Andalucía, que recuerda que en toda España son 65.000 niños los que están siendo atendidos en el programa Espacios Familiares 0-3.
Y un ejemplo de ese compromiso son las demás iniciativas desarrolladas por la Asociación Entre Amigos en colaboración con el programa CaixaProinfancia que siguen acompañando a las familias y los menores con programas educativos similares, pero adaptados a las necesidades de los adolescentes —”el de las pantallas es un asunto recurrente”, subraya Isabel―. “Podemos cambiar vidas, y eso es lo esencial”, recalca María José.