Dani Rodrik: “Para enfrentarse al gran poder de los ‘lobbies’, los políticos deberán crear una nueva conciencia colectiva entre los trabajadores”
El economista, profesor de Harvard y premio Princesa de Asturias defiende la idea del productivismo, un nuevo consenso en el que los Estados pasen a colaborar con las empresas en el momento previo a la creación de riqueza
Las subvenciones no alcanzan para explicar el espectacular desarrollo logrado por China en sectores clave del futuro como el de los vehículos eléctricos, explica el economista de Harvard y premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales Dani Rodrik (Estambul, 67 años). Los programas del Gobierno incluyen una visión general, una serie de objetivos relativamente abiertos, y un puñado de ciudades que sirven de modelo y laboratorio, dice. “A las...
Las subvenciones no alcanzan para explicar el espectacular desarrollo logrado por China en sectores clave del futuro como el de los vehículos eléctricos, explica el economista de Harvard y premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales Dani Rodrik (Estambul, 67 años). Los programas del Gobierno incluyen una visión general, una serie de objetivos relativamente abiertos, y un puñado de ciudades que sirven de modelo y laboratorio, dice. “A las autoridades de esas ciudades les dan algunos recursos, pero también les piden que sean ellas las que piensen cómo desarrollar el sector”, señala el académico durante una entrevista por videoconferencia.
Son las autoridades de la ciudad las que luego se encargan de hacer campañas de publicidad, de hablar con las empresas locales para averiguar qué necesitan, y de poner en marcha las regulaciones que les aseguren un mercado y las anime a invertir y a competir entre ellas. “Toda la política industrial de transición verde en China ha seguido más o menos este modelo: objetivos generales para el país, ciudades modelo, experimentación local, y usar lo que se va aprendiendo para revisar constantemente las medidas con que las autoridades estimulan la competencia y la inversión”, comenta Rodrik.
Pregunta. ¿Cómo desarrolla el sector público la capacidad de gestionar procesos aparentemente más complejos que otorgar una subvención?
Respuesta. La política industrial clásica, limitarse a dar subvenciones, también requiere mucha capacidad de gestión, aunque sea diferente, porque los empleados públicos tienen que aprender los criterios para seleccionar a las empresas que seleccionan y asegurarse de que el Gobierno no está siendo engañado con las subvenciones. Un argumento clásico contra esta política industrial es que los gobiernos no saben elegir ganadores, que se corrompen, o que son engañados por las empresas. En la política más amplia que yo llamo productivismo, porque no se limita al sector industrial, todo empieza de una manera menos ambiciosa, con las administraciones aprendiendo sobre las posibilidades y obstáculos a medida que avanzan. La capacidad y la confianza que se necesitan generar entre el sector público y el privado se va construyendo en el tiempo, no es algo que esté de entrada. Así que sí requiere algo del Gobierno, pero no es capacidad de gestión, sino la voluntad de desarrollarla poco a poco.
P. Es decir, que no significa necesariamente más dinero público…
R. Exactamente. De hecho, algunos de los mejores casos que conozco son iniciativas de desarrollo local de Estados Unidos, donde líderes ciudadanos, ONG o agencias de desarrollo han desarrollado una visión con la comunidad empresarial y tratado de determinar cuáles son las prioridades. La restricción no viene por las subvenciones o los recursos fiscales, sino por la capacidad de coordinar a diferentes tipos de agentes. En el productivismo, el instrumento principal no es el dinero, sino la coordinación.
P. En su definición del productivismo como generador de “buenos empleos”, las funciones de inversión y de producción ocupan el centro y desplazan el protagonismo de las financieras, el desarrollo de las comunidades locales se convierte en la variable clave y a las grandes corporaciones se les mira con escepticismo, ¿cómo se ponen en práctica ideas que atentan contra tantos intereses?
R. Los líderes políticos saben que para encontrar los apoyos que necesitan tienen que dirigirse a los beneficiarios de sus políticas. Hace varias décadas, eso significaba ir a los sindicatos. Con todos los problemas de representación que a veces tenían, aumentar la movilización de los sindicatos y apelar a ellos formaba parte de la estrategia política necesaria para contrarrestar el poder y la influencia de las grandes corporaciones y del sector financiero.
P. ¿Ahora qué hace falta?
R. Algo similar, pero comprendiendo que la nueva clase trabajadora o la nueva clase baja-media es otra cosa. Ya no es la industria. Son personas que trabajan en el sector sanitario, o en un almacén, o preparando comida, o llevándola a tu casa, o en la economía cuántica. Los políticos van a tener que encontrar la forma de movilizar a esta nueva clase trabajadora mostrándole un camino que le permita ser clase media. Esa fue la promesa que en otra época validó a los sindicatos y la solidaridad entre los trabajadores. Formar parte de un sindicato te permitía acceder a la clase media.
P. ¿Y eso cómo se logra?
R. Para implementar políticas que enfrenten el gran poder que tienen hoy los lobbies va a ser necesario crear esta nueva conciencia colectiva de los trabajadores, entendiendo que hoy la mayoría está en el sector servicios y que también tienen que formar parte de ella muchos microempresarios. Son gente que se autoemplea y que no se ven a sí mismos como trabajadores, pero ellos también necesitan un camino para poder llegar a ser de clase media. En parte, el programa económico de [Joe] Biden no terminó generando el apoyo político suficiente en las elecciones porque tenía una comprensión antigua, centrada en la industria, de lo que era la clase trabajadora. Los trabajadores de la industria representan hoy un 8% del total en Estados Unidos. Creo que en España el porcentaje es similar.