Kamala Harris: una sólida agenda de centroizquierda

La candidata demócrata propone luchar contra la pobreza infantil y un plan contra los precios abusivos de los alimentos

La vicepresidenta de EE UU y candidata presidencial demócrata Kamala Harris habla en un acto en Raleigh, Carolina del Norte, el 16 de agosto.Jonathan Drake (REUTERS)

El pasado viernes, la vicepresidenta Kamala Harris pronunció su primer gran discurso sobre política económica como candidata demócrata a la presidencia. Lógicamente, fue muy distinto del discurso “económico” de Donald Trump y de las conferencias de prensa que el expresidente ha celebrado en las dos últimas semanas.

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El pasado viernes, la vicepresidenta Kamala Harris pronunció su primer gran discurso sobre política económica como candidata demócrata a la presidencia. Lógicamente, fue muy distinto del discurso “económico” de Donald Trump y de las conferencias de prensa que el expresidente ha celebrado en las dos últimas semanas.

Para empezar, Harris sí expuso en líneas generales sus propuestas económicas, en lugar de desviarse hacia temas como quién atrae las mayores multitudes o cómo los molinos de viento matan a los pájaros. Por otro lado, no parece que haya dicho nada manifiestamente falso, lo que contrasta fuertemente con Trump, que mintió o tergiversó los hechos unas dos veces por minuto durante un acto en Mar-a-Lago.

Pero ¿qué hay de la esencia? Los sospechosos de rigor afirman que Harris se retrató como una persona de extrema izquierda. Incluso algunos analistas económicos moderados han afirmado muy exaltados que lo que está pidiendo básicamente es el control de precios, lo cual resulta extraño, porque no ha dicho nada de eso.

En términos generales, Harris ha defendido una posición moderadamente de centro, no muy diferente del programa original del presidente Biden, Reconstruir Mejor, que solo ha podido aplicar en parte porque, en un Senado dividido a partes iguales, Joe Manchin tenía un veto efectivo.

Así que repasemos la esencia, basándonos en la hoja informativa publicada por el equipo de campaña de Harris, que proporciona más detalles que el discurso en sí.

La propuesta más importante y, en mi opinión, la mejor, es la restauración de la ampliación de las desgravaciones fiscales por hijos, que el Gobierno de Biden puso en marcha en 2021, pero que expiró a principios de 2022 porque los demócratas no tenían una mayoría suficientemente amplia en el Congreso. Estas deducciones redujeron significativamente la pobreza infantil mientras estuvieron en vigor; Harris las complementaría con una desgravación aún mayor para las familias con hijos en su primer año de vida.

Empecemos diciendo que los argumentos a favor de una lucha agresiva contra la pobreza infantil son abrumadores, no solo por motivos morales (en un país rico, ¿por qué deberían sufrir privaciones los niños que nacen en hogares con ingresos más bajos?), sino también por la economía: por término medio, los estadounidenses que crecen en la pobreza tienen peor salud y menores ingresos en la edad adulta que los que no, lo que convierte la lucha contra la pobreza infantil en una inversión en el futuro de la nación.

(Señalemos también que se pudo haber ampliado las desgravaciones fiscales por hijos hace solo unas semanas –aunque no tanto como quiere Harris–, pero los republicanos del Senado bloquearon el proyecto de ley).

Las propuestas de Harris en materia de vivienda, que combinan incentivos fiscales para los constructores con ayudas para el pago de la entrada a los que compran su primera vivienda, me convencen menos. No es que sean políticas malas en sí. Pero el problema más general de la asequibilidad de la vivienda en Estados Unidos es el planeamiento urbanístico y las normativas que bloquean la construcción de nuevas viviendas. Por desgracia, estas barreras a la construcción existen principalmente en los planos estatal y local y están fuera del alcance de cualquier normativa federal políticamente plausible.

Por cierto, un aspecto del Proyecto 2025 de la Fundación Heritage que ha pasado desapercibido es que, a pesar de despotricar tanto contra la burocracia y la regulación medioambiental, su “Mandato para el Liderazgo” apuesta por el NIMBYismo [siglas en inglés de “no en mi patio trasero”]: “Los municipios, y no el Gobierno federal, deben tener la última palabra en lo que respecta a la legislación y las normativas urbanísticas, y un Gobierno conservador debería oponerse a cualquier intento de debilitar la zonificación unifamiliar”. Perforar, sí, pero construir viviendas asequibles, no.

Por último, respecto a los precios: me ha sorprendido la cantidad de analistas crédulos, y no solo de derechas, que han afirmado que Harris está pidiendo el control de precios, y la presentan como el segundo advenimiento de Richard Nixon, si no en la próxima Nicolás Maduro.

En realidad, lo que ha pedido es una ley que prohíba la manipulación de los precios en los supermercados. Evidentemente, se trata de un gesto político populista, una forma de ofrecer algo a los votantes molestos por el elevado coste de los alimentos. Pero que algo sea popular no significa que sea una mala idea.

No disponemos de un plan detallado de Harris contra los precios abusivos, pero es poco probable que sea más agresivo que el proyecto de ley que ha presentado este año la senadora Elizabeth Warren. Y ese proyecto de ley es sorprendentemente blando, no muy diferente de las leyes contra la manipulación de precios que ya están vigentes en muchos estados. Por ejemplo, Texas (sí, Texas) prohíbe a muchas empresas “exigir un precio exorbitante o excesivo” por cosas como alimentos y combustible durante las catástrofes.

¿Por qué tenemos leyes contra la manipulación de precios? Principalmente porque los votantes odian que las empresas se aprovechen de la escasez de algo para cobrar precios muy altos, pero también porque cuando no hay límites efectivos de precios, las empresas a veces emprenden acciones para empeorar la escasez: algunos de nosotros todavía recordamos la crisis energética de California en torno a 2001, cuando los productores de energía redujeron el suministro para hacer que subieran los precios de la electricidad.

La cuestión es que se puede considerar razonable imponer restricciones legales a los precios abusivos sin aceptar la opinión popular, aunque casi con toda seguridad errónea, de que la avaricia empresarial ha sido el principal motor de la inflación reciente. Y aquellos que comparan a Harris con Nixon, que impuso controles de precios en 1971, deben tener en cuenta que Nixon también presionó a la Reserva Federal para que estimulara la economía antes de las elecciones de 1972, mientras que Harris ha sido clara en cuanto al respeto a la independencia de la Reserva Federal.

¿Qué hemos aprendido sobre la política económica de Harris? Como cabía esperar, es moderadamente de centroizquierda. Y para los que se empeñan en considerarla comunista, lo siento, pero no lo es.

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