Cómo hacerse controlador aéreo y ganar 100.000 euros
Más de 2.000 profesionales gestionan los cielos españoles desde tres empresas. La pública es la que mejor paga
Beatriz Juárez tiene 38 años, es ingeniera de telecomunicaciones y ha ejercido como azafata de vuelo. Ahora quiere dar un giro a su carrera y se está preparando para convertirse en controladora aérea en la academia Skyway. Una plaza le espera en el aeropuerto de Palma de Mallorca en enero después de aprobar las pruebas de “competencias técnicas y conductuales” de la empresa pública Enaire. Es la recta final de los 10 meses de formación que se necesitan para hacerse con...
Beatriz Juárez tiene 38 años, es ingeniera de telecomunicaciones y ha ejercido como azafata de vuelo. Ahora quiere dar un giro a su carrera y se está preparando para convertirse en controladora aérea en la academia Skyway. Una plaza le espera en el aeropuerto de Palma de Mallorca en enero después de aprobar las pruebas de “competencias técnicas y conductuales” de la empresa pública Enaire. Es la recta final de los 10 meses de formación que se necesitan para hacerse con la licencia de alumno controlador de tránsito aéreo de la Agencia Estatal de Seguridad Aérea (AESA). Después, una vez en Palma, tendrá que sacar la habilitación en la unidad de destino, tras ejercitarse entre tres y seis meses ya con tráfico aéreo real, no con enormes simuladores y pseudopilotos hablándole en inglés y español en la habitación de al lado como actualmente. Así se obtiene la licencia de controlador: en poco más de un año.
Cuando se le pregunta si el motivo para cambiar de profesión es el jugoso salario de estos profesionales (de 94.500 euros brutos de media en los últimos años, según fuentes de Enaire), Beatriz zanja el asunto diciendo que ella considera el sueldo proporcional al esfuerzo, a la responsabilidad que supone trabajar con la seguridad de las personas y al coste de la preparación. Como la mayoría de los alumnos que han superado las oposiciones de Enaire, se beneficia de un préstamo con dos años de carencia facilitado por la entidad para hacer frente a los 57.000 euros que cuesta la formación Full Rating (incluye tres especialidades: aeródromo, aproximación y ruta) en esta escuela privada.
“Siempre quise ser controlador aéreo. Aunque estudiase Administración y Dirección de Empresas y trabajase en hoteles en Londres”, afirma su compañero de clase Fernando Pardo, sevillano de 32 años. Ya en Madrid, hizo un máster de gestión aeroportuaria y en 2019 se presentó por primera vez a las pruebas de Enaire. No las sacó. Pero sí aprobó el primero de los tres cursos, el básico, que componen la formación Full Rating, el de aeródromo o torre (27.000 euros y seis meses) que ahora está completando con las otras dos imprescindibles para trabajar en Enaire, tras superar el pasado julio la convocatoria 2022, que ofertaba 137 plazas.
Ellos van a trabajar como controladores en la empresa pública, que gestiona 21 de las 58 torres de control que existen en España (14 están en manos de Saerco y 8 de Skyway tras liberalizarse este servicio en 2010 y las restantes en poder del Ejército) y cinco centros de control aéreo (Madrid, Barcelona, Sevilla, Palma y Gran Canaria), no privatizados. Estarán en superioridad de condiciones respecto a sus colegas de las empresas privadas. Aunque sus salarios ya no se acercarán a los 900.000 euros que alcanzaron algunos antes de que ese año se instaurase la doble escala salarial que rige hoy en la firma pública, según Francisco Martín, director de Skyway ATM Training Academy, su retribución de partida puede moverse entre 45.000 y 90.000 euros brutos anuales en función de la dependencia donde trabajen (el convenio colectivo de Enaire establece ocho grupos más los servicios centrales), según Antonio Alonso, secretario de formación de la Unión Sindical de Controladores Aéreos (USCA). En las en las compañías privadas, el punto de partida son 25.000 euros, añade.
Existen unos 2.500 controladores aéreos en España (2.228 en la empresa pública), “un colectivo pequeño y con mucho poder”, según el responsable de Skyway. Este centro, con sede en Madrid y Sabadell (Barcelona) es una de las cinco escuelas que hay en España para formar anualmente, según las plazas convocadas por Enaire, el primer generador de empleo del sector, a menos de dos centenares de personas en pequeños grupos de seis a doce alumnos. Ninguna de las academias garantiza empleo. Skyway imparte clases a 60 aspirantes este curso.
La Escuela de Control Aéreo de Senasa es la decana del mercado, la única de gestión pública y la única que existía hasta que en 2013 se liberalizó la formación del sector, explica su responsable, Toni Bonilla. Si bien sus cursos dejaron de ser gratuitos a partir de ese momento, indica el representante del sindicato mayoritario USCA, algo que es único en Europa, aclara Alonso, donde no sólo se cubre el coste de los programas sino que en muchos países se proporciona un estipendio o un salario pequeño, tal y como ocurría en España antes.
En Senasa el curso Full Rating sale por 58.850 euros. La escuela ha formado desde 1995 a 2.500 controladores nacionales y a otros 1.000 internacionales. En 2023 pasarán 63 personas por sus aulas. Además de profesionales de Cabo Verde, Angola y Macedonia porque la empresa pública tiene la infraestructura: “6 simuladores de torre y 3 de ruta y aproximación”, presume Bonilla; “y el tráfico aéreo internacional va en aumento y no todos los países tienen capacidad para hacerlo”.
FTE Jerez también se ha enfocado en el mercado internacional. Ahora trabaja para Perú, Omán, Irlanda, Países Bajos, Macedonia y Georgia. Imparte toda su formación en inglés y en los últimos cinco años 40 de sus alumnos han accedido a los centros de Enaire, explica Miguel Caparrós, responsable de formación de control aéreo. La compañía, que también enseña a pilotos, cuenta con unas instalaciones de 45.000 metros cuadrados en Jerez de la Frontera donde prepara a 90 alumnos cada año. El coste de su programa completo es de 59.500 euros.
Barrera de entrada
La barrera de entrada a las escuelas es muy alta: no todo el mundo puede costear un precio tan elevado, dice Alonso, y más aún si el centro no está en tu ciudad. Todas ellas hacen unas pruebas de selección porque se trata de un mercado de trabajo muy pequeño (“el privado es muy limitado”, dice Caparrós, y Enaire ha sacado de media 97 plazas al año entre 2019 y 2022, a las que se han presentado en los dos últimos 2.300 candidatos tras un crecimiento significativo, señala la entidad, desde los 1.600 aspirantes anteriores; pruebas que superan unos 150) y de un coste formativo elevado. Y casi todos los alumnos aprueban precisamente por ello, según Bonilla.
“Si se liberalizan las siete torres anunciadas por el Gobierno (Palma, Málaga, Gran Canaria, Tenerife Norte y Sur, Bilbao y Santiago), que está por ver, podrían hacer falta unos 300 controladores”, prevé Francisco Martín. Mathew John Cornwall, responsable de STC Training Center, la escuela de Saerco, la otra gestora privada de torres de control, recomienda cautela y esperar a que la liberalización sea realidad antes de realizar el desembolso para el programa, que en este caso suma 64.000 euros. La empresa ha formado este año a 35 alumnos, la mayoría en cursos de torre (25.000 euros).
Ser controlador no exige un título universitario. Sí un buen nivel de inglés, un certificado médico y, por supuesto, unas habilidades específicas: atención, concentración, resistencia al estrés, decidir en momentos complejos, conciencia situacional, etcétera. Su formación es muy intensa y exigente. “Con al menos 30 instructores y asignaturas que van desde navegación aérea o aeronaves explicadas por pilotos, a meteorología impartida por la AEMET a factores humanos, que dan psicólogos o legislación”, ejemplifica Bonilla.
Araceli Aizpurua, de 31 años, ha superado el curso de aeródromo, pero todavía no ha conseguido hacerse controladora y entrar en Enaire. Estudió marketing y se ha dedicado a muchas cosas, asegura, “pero siempre quise ser controladora”. A su juicio, requiere mucha habilidad: “rapidez mental, en la toma de decisiones, trabajo en equipo, bajo presión, cambiar de idioma...”. Ahora empieza a trabajar como pseudopiloto en la academia donde ha estudiado gracias a la ayuda económica de su familia mientras se prepara para intentar aprobar las pruebas públicas.
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