Redeia, una pieza clave para la transición energética

El gestor del sistema eléctrico, sufre por la caída de los ingresos generados por sus activos más antiguos y la subida de los tipos de interés

Centro de control eléctrico de Redeia.

Los expertos en mover dinero consideran Redeia —Red Eléctrica de España hasta junio de 2022— como una empresa defensiva cuyo reto es mantener su carácter y concretarlo en un dividendo atractivo. La compañía se dedica a una actividad clave en el negocio: transporta electricidad y opera el sistema. El grueso de sus ingresos proviene del Estado, su primer accionista (20%) a través de la SEPI. ...

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Los expertos en mover dinero consideran Redeia —Red Eléctrica de España hasta junio de 2022— como una empresa defensiva cuyo reto es mantener su carácter y concretarlo en un dividendo atractivo. La compañía se dedica a una actividad clave en el negocio: transporta electricidad y opera el sistema. El grueso de sus ingresos proviene del Estado, su primer accionista (20%) a través de la SEPI. Redeia gana un buen dinero —664 millones en 2022— y asegura rentabilidades por dividendo por encima del 5%. Un imán para los fondos y para inversores con el ojo siempre avizor como Amancio Ortega, que compró un paquete del 5% en la compañía hace dos años a través de su sociedad Pontegadea. En Redeia participan los grandes fondos (Crédit Agricole, BlackRock, Capital Group, Lazard…), poco partidarios de sorpresas. La compañía tiene dos terceras partes de su capital en manos de inversores institucionales extranjeros y está obligada a mimar la rentabilidad.

La brújula de la compañía apunta el rumbo: contribuir a la transición energética con una buena gestión de la energía generada en las instalaciones renovables. En palabras de la presidenta desde 2020, la exministra de Vivienda Beatriz Corredor, la lucha contra el cambio climático es “el eje transversal de todas las actuaciones” de la empresa. Pero una cosa es tener el destino claro y otra muy distinta que el camino sea fácil. Para las empresas reguladas como Redeia o Enagás, que dependen de los ingresos del Estado para navegar en los mercados, el momento es complicado.

La subida de los tipos de interés y de la rentabilidad de los bonos erosiona el atractivo de las empresas controladas por el Estado. Redeia afronta, además, un escenario de menores ingresos en los dos próximos años porque los activos anteriores a 1998 dejarán de percibir remuneración. “El mercado es conocedor de este recorte”, explica la compañía, “por lo que el impacto en 2024 está previsto y es esperado y conocido. Esperamos recuperar los niveles previos al recorte en unos años”.

A su favor cuenta con una rentabilidad por dividendo que todavía es atractiva —la compañía incrementó los pagos de 0,8 euros a 1 euro tras la venta del 49% de la filial Reintel al fondo KKR— y baraja incluso la posibilidad de una mejora en el retorno financiero tras los recortes regulatorios del periodo 2020-2025. Por el momento “mantenemos el suelo de 0,8 euros por acción para los dos últimos años de nuestro plan, en los años 2024-2025″, precisan fuentes de la empresa. Los analistas de Bankinter adelantan una posible caída del beneficio, que pasará de 600 millones a en torno a 500 millones en 2023 y 2024.

Todo dependerá de la marcha del grupo, del cumplimiento de su plan estratégico y de la evolución de sus cinco divisiones de negocio. Por partes. Redeia es un conglomerado empresarial que incluye, además de las compañías ligadas a la infraestructura eléctrica (Red Eléctrica y la división internacional Redinter), a sus filiales de telecomunicaciones (Reintel e Hispasat) y de innovación tecnológica (Elewit). Tiene en marcha un plan estratégico (2021-2025) con inversiones de 4.800 millones —735 millones para telecomunicaciones—, y tiene también una puerta a la mejora del negocio por la ampliación de las interconexiones con Francia mediante un cable submarino entre Bizkaia y Aquitania para duplicar la capacidad de intercambio, entre Galicia y Portugal, entre las islas Baleares y las islas Canarias y entre la Península y Ceuta.

Crecimiento discreto

“Esperamos un crecimiento discreto de la compañía”, adelanta Álvaro Blasco, analista de ATL, “aunque en 2026 o 2027, cuando entre en funcionamiento la interconexión con Francia, puede dar un salto cualitativo importante”. Más interconexiones y más intercambio de electricidad supone más negocio y más ingresos. También más inversión, más deuda y más coste. Según la compañía, “2023 va a marcar un punto de inflexión porque vamos a acelerar nuestras inversiones en la actividad regulada en España, principalmente en la red de transporte; nuestra previsión es superar los 700 millones”.

Ángel Pérez, de Renta 4, cree que Redeia, efectivamente, va a aumentar las inversiones, por las interconexiones previstas, hasta unos 1.000 millones anuales cuando antes invertía 500 millones por ejercicio. “Para ejecutar esas inversiones va a tener que acudir al mercado a un coste más alto. Es previsible que suba el coste financiero”, dice Pérez. No es una situación preocupante. La deuda es alta, de 4.633 millones pese a la venta del 49% de Reintel, y la mayor parte está contratada a tipo fijo. Suben los tipos y sube su coste, pero no en exceso. “No afecta tanto a la deuda emitida como a la nueva, porque están acelerando inversiones”, precisa Pérez.

El atractivo de la empresa, además de las interconexiones, pasa también por el éxito de los nuevos negocios: los satélites de Hispasat, compañía adquirida a Abertis en 2019, y los 53.000 kilómetros de fibra óptica de la filial Reintel enhebrados desde 2015. Hispasat y Reintel, parcialmente vendida a KKR, tienen potencial de crecimiento y contratos vincu­lados a la inflación, aunque hay análisis que cuestionan las sinergias con el negocio principal.

A medio plazo, la clave para la compañía es la regulación. El periodo regulatorio actual, marcado por los recortes en la retribución de las actividades reguladas, acaba en 2025. “La [nueva] regulación es la gran incógnita”, apunta Blasco. “Creemos que ahora mismo no hay nada en marcha que la pueda perjudicar. Nada nuevo. Pero en el futuro será difícil”, concluye. Las principales dudas tienen relación con la nueva regulación. Está por ver cómo recogerá la variación en los precios y cada cuánto revisará la marcha de la compañía. Y es que seis años es un periodo de tiempo muy largo para una empresa en un entorno económico y regulatorio tan cambiante.


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