Los cables rotos de las ‘telecos’: por qué sus ingresos caen aunque sus servicios son cada vez más demandados
En un mundo ávido de comunicación, el sector ve caer su facturación por la guerra de tarifas mientras los grandes grupos de internet se benefician de sus inversiones. Para romper este bucle diabólico solo les queda una salida: las fusiones
El mundo de las telecomunicaciones vive una convulsión en los últimos años que está cambiando completamente su estructura y hasta su negocio. A diferencia de lo que les ocurre a otros sectores tradicionales que viven de tener millones de clientes como las eléctricas o las aerolíneas, las telecos se han transformado en una actividad productiva atípica, con comportamientos completamente paradójicos. ...
El mundo de las telecomunicaciones vive una convulsión en los últimos años que está cambiando completamente su estructura y hasta su negocio. A diferencia de lo que les ocurre a otros sectores tradicionales que viven de tener millones de clientes como las eléctricas o las aerolíneas, las telecos se han transformado en una actividad productiva atípica, con comportamientos completamente paradójicos. Pese a que la necesidad de comunicación es tan creciente y esencial como la energía o el transporte, como ha demostrado la pandemia con la explosión del teletrabajo, el sector es posiblemente el único que ve cómo sus ingresos merman año a año. En España, por ejemplo, la facturación de los operadores se ha reducido en una tercera parte en la última década aunque el tráfico telefónico y de internet se haya multiplicado por 20. Frente a esa caída de ingresos, facilitada por las tarifas low cost que se están generalizando en el mercado, las compañías deben abordar inversiones crecientes para tender nuevas redes como las de fibra óptica o las de la telefonía móvil 5G. Y muchas de ellas, como Telefónica, Telecom Italia o Deutsche Telekom, afrontan además el peso de una abultada deuda que lastra su balance y su capacidad de maniobra.
Para salir de ese bucle infernal, las compañías se han lanzado a un proceso de consolidación como la fusión en marcha entre MásMóvil y Orange. Paralelamente, están vendiendo sus activos más valiosos —sus redes de banda ancha y las torres de telefonía móvil— a empresas especializadas (las llamadas towercos) como Cellnex o American Tower, en manos de fondos cuyo objetivo es rentabilizar su inversión en el menor tiempo posible a diferencia de los tradicionales inversores industriales. Las operadoras de telecomunicaciones están inmersas en un proceso de diversificación de negocio aprovechando su amplia base de clientes. Seguros, alarmas, venta de móviles y energía están entre los nuevos productos de su cartera.
Por si fuera poco, los operadores denuncian la competencia “desleal” de los gigantes tecnológicos nacidos de internet como Microsoft, Google o Facebook, que, pese a que usan masivamente sus redes, no están sometidas a las estrictas regulaciones que deben cumplir los operadores y pagan muchos menos impuestos gracias a la ingeniería fiscal y la tolerancia de los gobiernos de los países donde operan.
Tras el parón de la pandemia, las fusiones y adquisiciones en la industria de las telecomunicaciones se recuperaron drásticamente en 2021, con un aumento del valor de los acuerdos del 48%, según el informe de la consultora Bain & Company. Incluyendo las empresas tecnológicas, las transacciones rondaron el billón de dólares, según las estimaciones de 451 Research y S&P.
La mayor operación en marcha este año es la fusión entre MásMóvil y Orange, con un valor cercano a los 20.000 millones de euros. Anteriormente, Telefónica anunció la fusión entre su filial O2 y Virgin (Liberty) para crear el primer operador de telecomunicaciones por número de clientes del Reino Unido. En Brasil, la empresa que preside José María Álvarez-Pallete acaba de cerrar la compra de los activos de telefonía móvil de su competidora Oi por más de 1.000 millones de euros. Por su parte, Vodafone y Hutchison están en negociaciones para fusionar sus respectivas filiales en el Reino Unido, tras rechazar una oferta de compra por su filial en Italia lanzada por Iliad.
Industria clave
“Las comunicaciones son un sector con altas necesidades de inversión, de las que dependen no solamente las actividades de los operadores en el mercado, sino también el desarrollo de la economía y la sociedad de los países donde operan”, indica Eduardo Fitas, director de comunicaciones, media y tecnología de Accenture en España. “El proceso de consolidación no es una característica aislada de España y está ocurriendo por toda Europa, aproximándonos a lo que ocurre en EE UU o en Asia, donde la dimensión de los operadores les permite capturar sinergias y economías de escala y transformar ahorros en capacidad de invertir”, añade. En su opinión, el potencial proceso de consolidación del sector en España —todavía no hay acuerdo formal ni aprobación por la Comisión Europea de MásMóvil y Orange— “va a permitir liberar recursos con valor marginal para el cliente, dedicados ahora a captar nuevos clientes, operar redes infrautilizadas, perder beneficios de escala, etcétera, para destinarlos a desplegar nuevas tecnologías más rápido como el 5G u OpenRAN”.
El debate no está exento de paradojas. Los grandes operadores nacionales, herederos de los antiguos monopolios telefónicos, claman por la consolidación, pero siempre que a ellos no les toque ser el objeto pasivo de deseo. El ejemplo más cercano es la opa fallida que lanzó en 2021 el gigante del capital riesgo KKR sobre Telecom Italia, que provocó que el Gobierno italiano se movilizara para frenar la operación y que se cesara fulminantemente al consejero delegado, Luigi Gubitosi, por mostrarse receptivo a la opa.
“No tiene sentido que en España haya más operadores que en China ni que en Europa haya más de 400 operadores móviles; es imposible que seamos competitivos si a cada compañía le corresponde poco más de un millón de habitantes”, decía José María Álvarez-Pallete durante la presentación de resultados de Telefónica el pasado mes de febrero. La operadora no ha sido ajena a la tormenta perfecta que ha zarandeado al sector. Si en 2016 sus ingresos fueron de 54.916 millones, en 2021 se quedaron en 39.277 millones. Por lo que se refiere a su valor en Bolsa, las acciones de Telefónica cotizaban hace cinco años a 10 euros por título y ahora los inversores las tasan en 4,64 euros. Con una capitalización que no llega a los 27.000 millones, Telefónica sería un bocado apetecible para un rival o un gran fondo de private equity, pero está protegida por el derecho a veto que se ha reservado el Gobierno al estar en un sector estratégico.
En este río tan revuelto, uno de los beneficiados ha sido MásMóvil. Nacida en 2006 como un pequeño operador con apenas unos miles de clientes, se ha convertido en un gigante en ingresos y rentabilidad a base de adquirir compañías como Ibercom, Pepephone, Yoigo o Euskaltel, batiendo todos los récords bursátiles, y de quitar clientes a los grandes del sector como Telefónica, Orange o Vodafone. Su consejero delegado, Meinrad Spenger, defiende, en declaraciones a EL PAÍS, la fusión con la filial nacional de Orange: “España es el mercado más competitivo de Europa, con más de 100 operadores prestando servicio. Una de las principales razones que da sentido a este proyecto es que la joint venture con Orange es un proyecto inversor y va a disponer de una mayor capacidad para acelerar la inversión en redes de 5G y fibra, ya que generará unos 450 millones de euros de sinergias principalmente por la optimización de redes, lo que incrementará de forma relevante su capacidad para reducir la brecha digital y ampliar el despliegue de redes en zonas rurales en beneficio de los clientes”, explica. “En España, en los últimos 10 años hemos perdido un 35% de los ingresos del sector. Nosotros queremos empresas sólidas. Vemos con frecuencia operadores con un retorno por debajo del coste de capital, y eso es la realidad de este sector”, añade Spenger.
Como apunta el consejero delegado de MásMóvil, con fusiones o sin ellas, el sector ha entrado en una espiral de ingresos y rentabilidad menguantes en un marco de competencia feroz. Un escenario deflacionario del que parece imposible salir. Concretamente, desde 2008 no para de decrecer. En ese año se marcó un récord, con ingresos minoristas de 36.872 millones de euros, frente a los 23.346 millones con que se cerró 2021, una caída del 36,7%, según la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC). Solo la prensa escrita, que marcó su pico de facturación en 2007, tiene un comportamiento similar, con la diferencia de que mientras la circulación de periódicos ha caído también en picado en paralelo con los ingresos, el tráfico telefónico y de internet se ha disparado.
“Ahora que tanto se habla de reduflación [la práctica de no subir los precios, pero a cambio de incluir menos producto dentro del mismo envase], podríamos decir que nuestro sector es el único que trabaja en maxiflación, es decir, dar más por menos”, señala la ejecutiva de uno de los grandes operadores españoles. Con ese término se refiere a la guerra de precios que sacude al mercado empujando a las empresas a ofrecer todas esas mejoras —como más velocidad de fibra, llamadas ilimitadas o más datos móviles— por el mismo precio o incluso con tarifas menores. Un claro ejemplo de esta práctica es que, pese al amago que hicieron algunas operadoras de subir los precios, finalmente todas ellas están incluyendo el 5G con las mismas tarifas del actual 4G pese a que las inversiones para hacer posible esta nueva tecnología superan los 5.000 millones de euros, incluyendo los más de 1.000 millones que ha recaudado Hacienda por la cesión de las frecuencias.
El índice de precios de las comunicaciones ha registrado en los últimos 20 años un descenso del 23%, mientras que el índice de precios al consumo (IPC) general en el mismo periodo ha aumentado un 50%, según datos del INE. La caída de precios de la telefonía móvil ha sido aún mayor —del 32% desde 2008—, de acuerdo con el índice que elabora la CNMC.
En este contexto, España ha perdido atractivo para las grandes operadoras europeas. La pérdida de valor contable de las principales telecos es notable, con varios saneamientos a lo largo de los tres últimos años por un valor conjunto superior a 7.440 millones de euros en el sector. La última compañía en tomar esa decisión fue Orange, que comunicó a finales de julio de 2021 que había llevado a cabo un saneamiento de su fondo de comercio en España por un importe de 3.700 millones. Con anterioridad, Vodafone había realizado un movimiento similar por casi 4.000 millones de euros entre los años 2019 y 2020.
Cambios necesarios
“Es evidente que hay cambios estructurales que son necesarios en el mercado español, cuya estructura es débil y la rentabilidad es baja o negativa, por lo que los operadores necesitan una mayor escala para el desarrollo de las inversiones en nuevas infraestructuras para construir redes transformadoras, como las de 5G, así como para el refuerzo de la ciberseguridad, imprescindible en el contexto actual”, reconoce el consejero delegado de Vodafone España, Colman Deegan. En su opinión, el mercado seguirá siendo competitivo en términos de ofertas, precios y marcas, pero la consolidación puede contribuir a asegurar una escala y una dimensión suficiente como para poder rentabilizar las crecientes inversiones en redes necesarias para asegurar el desarrollo digital de la economía y la sociedad.
“Se necesitan cambios estructurales en la regulación del mercado que garanticen que las operadoras con red propia tienen la capacidad y escala local suficiente para seguir desarrollando e invirtiendo en infraestructuras. Es necesaria una estructura de mercado con grandes operadores que tengan escala y capacidad para poder invertir. Otras medidas que pueden seguir favoreciendo escenarios de rentabilidad para las operadoras tienen que ver con la reforma del marco fiscal específico del sector de las telecomunicaciones, que no tiene fundamento justificado y plantea una desproporción en términos comparativos con otros mercados europeos”, añade Deegan.
La deriva hacia el low cost es ya imparable. La crisis económica provocada por la pandemia ha acelerado esta tendencia y el 64% de las altas que se producen en el sector son para este tipo de paquetes convergentes (telefonía fija y móvil e internet) de bajo precio. Como la legislación permite el acceso regulado a cualquier red, los operadores pequeños pueden entrar en el mercado y crecer fácilmente sin necesidad de grandes inversiones, ofreciendo a sus clientes calidades muy similares en capacidad y velocidad a la de los grandes operadores que les alquilan la red. Así que el precio es el que determina la elección de los consumidores.
Gracias al procedimiento regulado de la portabilidad, cualquier usuario puede pasarse a otro operador de forma gratuita y conservando el número. Solo en 2021, MásMóvil logró arrebatar 342.000 líneas de móvil y 224.000 de fijo y fibra óptica a sus rivales, mientras que la rumana Digi captó 359.770 abonados de móvil y 88.200 de fibra. En el lado de los perdedores, Movistar, Orange y Vodafone se dejaron conjuntamente más de un millón y medio de líneas durante el año.
“En un sector con una red de muy alta calidad, bajas barreras de entrada (habilitadas por la regulación) y muy impactado por la digitalización y automatización, la propia dinámica de los mercados lleva irremediablemente a prestar los mismos servicios cada vez a menor precio. Por lo que, con este desgaste, la capacidad de invertir impacta de forma negativa”, argumenta Eduardo Fitas. Para revertir esta situación deben darse tres condiciones de manera simultánea, según el experto de Accenture: “Que exista una regulación que incentive la inversión e innovación tecnológica, un ecosistema que invierta para desarrollar nuevas soluciones y unos clientes con apetito por cambiar y evolucionar”.
En la misma línea apunta el último informe de la consultora Oliver Wyman, que señala que la situación de hipercompetitividad que hay en España está deteriorando la cifra de negocio de todos los operadores, que están perdiendo 1.000 millones al año en los últimos dos o tres años, y ello en un contexto en el que la intensidad de las inversiones solo crece, promovida sobre todo por el 5G y la demanda incremental de calidad de la red. “Todo ello nos hace temer que el sector tenga problemas para financiar el despliegue del 5G con retornos aceptables para sus accionistas y que ese dinero pueda irse a otro lado”, indican Augusto Baena y Pilar de Arriba, socios de la consultora.
Segundas marcas
Una dinámica que no tiene marcha atrás, ya que obliga a los operadores a ajustar sus ofertas al bajo coste, bien directamente o bien a través de sus segundas marcas (O2 de Telefónica, Lowi de Vodafone, Pepephone de MásMóvil o Simyo de Orange, entre otras) para poder competir, lo que implica una pérdida de rentabilidad y valor y que mantiene al sector en una senda deflacionaria.
La fusión en marcha de MásMóvil y Orange es una prueba de fuego para ese ecosistema en peligro. Hasta el momento, Bruselas ha optado en este tipo de operaciones por imponer unas condiciones (remedies) muy duras a los protagonistas de las fusiones en forma de desinversiones con el fin de favorecer que haya un mínimo de cuatro operadores fuertes. Así ocurrió cuando Telefónica Deutschland adquirió el operador E-Plus en 2013 y se tuvo que comprometer con las autoridades de la competencia de la UE a poner inicialmente un mínimo del 20% de la capacidad de su red móvil combinada a disposición de Drillisch. O en la compra de Jazztel por Orange en 2014, que permitió a MásMóvil, gracias a la imposición comunitaria, hacerse con casi un millón de accesos de fibra óptica por 20 millones de euros que en 2019 vendió a los fondos Macquarie y Aberdeen por 218 millones. Paradójicamente, siete años después, los papeles se han invertido, y ahora MásMóvil, convertido en un operador industrial con red, reclama a Bruselas que no se les obligue a ceder activos a precios de saldo a los operadores oportunistas sin red (los llamados operadores móviles virtuales o OMV) para unirse a Orange.
“Desde el anuncio de la transacción [8 de marzo de 2022] entre MásMóvil y Orange, la competencia en precio ha aumentado de forma relevante con más de 10 bajadas de tarifas en los últimos dos meses. Con esta unión aumentará también el nivel de competencia en infraestructuras y en el mercado mayorista. Esta unión no va a cambiar la estructura del mercado, no significa pasar de cuatro a tres operadores, porque en España hay infinidad de jugadores”, defiende Spenger. “Nosotros no somos un operador tradicional de infraestructuras pesadas, sino un operador que combina infraestructura propia con coinversión y acuerdos mayoristas con terceros. La fusión es beneficiosa para nosotros, para los clientes, para el mercado y para el país porque vamos a poder invertir más en redes y a ser capaces de crear empleo. Tenemos que explicar a la Comisión Europea cómo es la singular estructura del mercado en España y su especial complejidad y por qué esta operación aumentará la competencia”, añade el principal ejecutivo de MásMóvil.
Por su parte, Deegan, de Vodafone, espera que los servicios digitales sean una gran palanca de crecimiento para las operadoras. “Pero es necesario crear una estructura de mercado sólida y sostenible que garantice los retornos de la inversión para las operadoras que invierten en infraestructuras y que proporcionan servicios clave para la recuperación y transformación digital de la economía”, advierte.
Esperando a tomar el relevo de MásMóvil como cuarto operador y a beneficiarse de las prebendas regulatorias de Bruselas están Digi, Avatel y Finetwork, todas ellas sin apenas red —salvo en las zonas más rentables y pobladas donde operan— que viven de alquilársela en condiciones ventajosas a los llamados operadores industriales (o MNO). La Comisión Europea debe aprobar una fusión que provocará la mayor concentración que ha habido en el mercado español. Con las últimas cifras de la CNMC de marzo pasado, la unión de MásMóvil y Orange le otorgará a la empresa conjunta el 43,4% del mercado de líneas móviles y el 42,3% de la banda ancha fija, frente al 28,2% y 35,7% que tiene Movistar, respectivamente, y el 22,2% y 18,7% que posee Vodafone. En algunas comunidades autónomas, la suma de los dos operadores representará más de la mitad del mercado, desplazando a Telefónica y, sobre todo, a Vodafone.