El repunte de la inflación en el Reino Unido agrava la presión sobre el Gobierno de Starmer
La subida del 2,3% al 2,6% aleja un posible recorte de los tipos de interés. Un informe señala pérdidas comerciales de casi 33.000 millones de euros, dos años después de la entrada en vigor del Brexit
Hasta los más firmes defensores del nuevo Gobierno laborista del Reino Unido comienzan a sospechar que después de la tormenta no llegará la calma. Desde que la ministra de Economía, Rachel Reeves, presentó hace casi dos meses un presupuesto con una carga fiscal superior a los 48.000 millones de euros, la mayoría sobre los hombros de los empresarios, ...
Hasta los más firmes defensores del nuevo Gobierno laborista del Reino Unido comienzan a sospechar que después de la tormenta no llegará la calma. Desde que la ministra de Economía, Rachel Reeves, presentó hace casi dos meses un presupuesto con una carga fiscal superior a los 48.000 millones de euros, la mayoría sobre los hombros de los empresarios, las malas noticias económicas se han acumulado. La Oficina Nacional de Estadística (ONS, en sus sigla en inglés) ha publicado este martes el dato de inflación de noviembre. El IPC ascendió del 2,3% al 2,6%. Los analistas y los mercados ya habían anticipado esa subida, pero sigue siendo un jarro de agua fría para el Gobierno de Keir Starmer. Entre otras razones, porque el dato aleja la posibilidad de que el Banco de Inglaterra recorte de nuevo el tipo de interés, hoy en el 4,75%, en su reunión del próximo jueves.
La inflación actual de la zona euro es del 2,3%. El Banco Central Europeo mantiene el tipo de interés de referencia al 3%.
“Estoy dando la batalla para que haya más dinero en los bolsillos de los trabajadores. Por eso protegimos sus nóminas en el presupuesto, y no incrementamos sus cotizaciones a la seguridad social [National Insurance, en la jerga económica británica], ni el impuesto sobre la renta ni el IVA, además de aumentar el salario mínimo en 1.400 libras anuales [unos 1.700 euros] y congelar el impuesto sobre los carburantes”, ha salido a la defensiva la ministra Reeves después de conocer un dato de inflación, que se suma a la catarata de cifras negativas.
Por dos meses consecutivos —septiembre y octubre— el PIB del Reino Unido se contrajo. El 2023 había cerrado en una situación de recesión técnica, pero los dos primeros trimestres de 2024 experimentaron un crecimiento —0,7% y 0,5%— que indujeron cierto optimismo.
La incertidumbre previa en torno al primer presupuesto, y el jarro de agua fría que supuso para muchos empresarios, han extendido un clima de decepción y desánimo en el país. El índice de confianza económica del Instituto de Directores, que mide el grado de optimismo o pesimismo de los dirigentes empresariales en las perspectivas del Reino Unido, bajó de un -52 en octubre a un -65 en noviembre, el cuarto descenso mensual consecutivo.
De la subida impositiva aprobada en el presupuesto, casi 30.000 millones proceden de un aumento en la parte de la cotización a la seguridad social que pagan los empresarios, que además deberán incrementar a partir de abril el salario mínimo de muchos de sus trabajadores (en un país en el que el salario se calcula por hora). Decenas de empresas han protestado al Gobierno, y han anticipado sueldos congelados, menos contrataciones y hasta despidos.
El Brexit, el elefante en la habitación
El Gobierno británico ha prometido una y otra vez un reinicio de las relaciones con la UE, después de los amargos años del Brexit. Consciente, sin embargo, de la amenaza electoral que sigue suponiendo ese elefante en medio de la habitación, con un partido como Reform UK, del populista Nigel Farage, en alza, Starmer no quiere oír hablar de un posible realineamiento con las políticas o normas comerciales de Bruselas. Tampoco de un aumento de la movilidad laboral entre los dos bloques, a pesar de que son muchos los expertos que insisten en que el crecimiento económico del Reino Unido siempre se verá mermado por el divorcio y el distanciamiento con el que continúa siendo su principal socio comercial.
El Centro para la Reforma Económica, dependiente de la London School of Economics, ha elaborado el primer informe exhaustivo sobre las consecuencias del Brexit para la actividad comercial del Reino Unido. Sus investigadores han recabado información de más de 100.000 empresas. A finales de 2022, dos años después de que entrara en vigor el Acuerdo de Comercio y Cooperación firmado entre Londres y Bruselas, que evitó la imposición del denominado Brexit duro, las pérdidas comerciales acumuladas eran de casi 33.000 millones de euros.
Han sido muchas las pequeñas y medianas empresas que tuvieron que cesar su actividad exportadora con la UE por el enorme incremento de gasto que provocaron los nuevos obstáculos aduaneros. Sin embargo, las cifras del informe no llegan a ser tan catastróficas como anticiparon algunos organismos, entre otros la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria (OBR, en sus siglas en inglés). Según el informe hecho público este miércoles, las exportaciones británicas a la UE cayeron durante esos dos años un 6,4%. Las importaciones lo hicieron un 3,1%.
La OBR había pronosticado una caída global del 15%. El dato ha sido acogido como buena noticia por un Gobierno laborista que quiere aferrarse a la idea de que la economía del Reino Unido muestra aún capacidad de resistencia. Pero el informe no descarta que, con el tiempo, el deterioro continúe y los malos pronósticos se hagan realidad.
La OBR también pronosticó que el Brexit acabaría reduciendo en un 4% el crecimiento del PIB, y el Gobierno de Starmer ha comenzado a comprobar lo duro que resulta poner en pie una economía que lleva ya casi una década aletargada.