El Banco de España sube su previsión de crecimiento para este año al 2,8%, cinco décimas más
El supervisor recuerda, en sus primeras proyecciones con Escrivá al frente, que hace falta un ajuste fiscal transparente y sin demora. Alerta sobre el débil comportamiento del consumo y la inversión y sobre el estancamiento del paro de larga duración
El Banco de España ha elevado este martes su previsión de crecimiento para este año hasta el 2,8%, cinco décimas más que el 2,3% que proyectaba hace solo tres meses. Desde entonces, los datos del PIB publicados por el INE han sido mucho mejores de lo que vaticinaban todos los analistas: la cifra de crecimiento del primer trimestre se ha revisado del 0,7% trimestral al 0,8%, y el avance registrado en el segundo ha sido del 0,8% tres décimas más de las que preveía el banco y del 0,2% registrado en la zona euro. Estos números tan sorprendentes han hecho que mecánicamente el supervisor suba su previsión para este año.
Esta mejora de las previsiones, las primeras que publica el banco bajo el mandato de José Luis Escrivá, se basa en un comportamiento del sector exterior muy superior a lo esperado. Y ello a pesar de la ralentización europea: por un lado, el turismo foráneo ha experimentado un fortísimo tirón con incrementos sustanciales del gasto y una mayor diversificación tanto por periodos del año como por regiones. Por otro lado, las importaciones, que restan PIB, han crecido menos de lo que se anticipaba, en parte por una menor inversión y exportación de manufacturas, que precisan de insumos del exterior, y en parte por una mayor eficiencia energética y por el aumento de la producción de energías renovables, que han hecho que se reduzca la factura de combustible comprado al extranjero. Además, las exportaciones de mercancías han mostrado bastante resistencia. En general, se aprecia, por tanto, una mejora de la competitividad frente al exterior. El otro motor fundamental, según subraya el organismo, ha sido el importante aumento de la población extranjera, que ha sido decisivo en la buena marcha del empleo: mientras que la afiliación española ha subido un 1,7% en lo que va de año, la foránea se ha disparado un 7,7% y representa ya un 13,5% del total de trabajadores inscritos a la Seguridad Social.
No obstante, estos datos tan favorables han convivido con crecimientos “relativamente modestos” del consumo privado y la inversión. Las compras de las familias han avanzado menos de lo que cabría esperar por el empleo y el comportamiento de la renta disponible. Se encuentran tres puntos porcentuales por debajo de las cotas precovid, sobre todo por las menores adquisiciones de automóviles y bienes duraderos. Y este retraso se detecta para todo tipo de hogares y con mayor intensidad en los de rentas altas, salvo para aquellas familias cuyo sustentador principal es mayor de 65 años. En esos hogares con un cabeza de familia de mayor edad, el consumo está un 2% por encima. Por otra parte, la inversión de las empresas en bienes de equipo sigue un 6% por debajo de los niveles prepandemia. Y estos dos factores “podrían condicionar la capacidad de la economía española para mantener el elevado dinamismo reciente, sobre todo teniendo en cuenta que, según algunos indicadores, la contribución del sector exterior podría moderarse en el futuro”, dice el informe de proyecciones trimestrales. En parte porque ya se está apreciando una cierta desaceleración en los fuertes ritmos de expansión del gasto turístico.
La creación de empleo también se habría ralentizado algo en julio y agosto tras el gran dinamismo mostrado en la primera mitad del año. En todas las economías avanzadas se percibe un menor tensionamiento de los mercados laborales, indica el supervisor. El banco detecta, además, señales de que el envejecimiento de la población podría estar influyendo en la capacidad de emparejar empresas y trabajadores: en España se observa un estancamiento de los parados de larga duración en los 1,1 millones. “Esto podría sugerir que buena parte de los desempleados existentes son de carácter estructural, lo que dificulta su reducción cíclica”. Y eso provoca que la tasa de paro prevista por el organismo para 2026 apenas baje ligeramente del 11%.
Dicho esto, el consumo de los hogares podría continuar con su recuperación en el tercer trimestre, según apuntan los datos de crédito al consumo, matriculaciones y comercio al por menor, si bien ha habido también un descenso de las pernoctaciones de españoles en hoteles. El Banco de España estima un crecimiento trimestral entre julio y septiembre todavía robusto, aunque algo más moderado: un 0,6% basándose en las encuestas a empresas, los datos de confianza y las afiliaciones. De hecho, en los próximos trimestres espera que las tasas de crecimiento se vayan moderando de forma acorde a la capacidad de crecimiento de la economía española. En 2025, el PIB sumará un 2,2%, y en 2026, un 1,9%, tres y dos décimas más respectivamente de lo que calculaba hace tres meses.
Para argumentarlo, el supervisor se basa en una recuperación de consumo conforme crece la población y el empleo y recobran poder adquisitivo los salarios en un contexto de moderación de precios y en el que el ahorro de las familias se ha mantenido alto. El dinamismo de la población será uno de los soportes. Y unos tipos de interés más bajos también favorecerán el consumo y la inversión. Las empresas, con unos balances en su conjunto saneados, deberían engordar sus inversiones impulsadas por un mayor despliegue de los fondos europeos. El Banco de España estima que el año pasado se ejecutaron fondos por valor del 0,7% del PIB, que este año se alcanzará el 1% del PIB y que los dos próximos serán los de mayor impacto. Pese a que espera una desaceleración del turismo, el organismo cree que el sector exterior seguirá exhibiendo un vigor considerable.
En cualquier caso, estas previsiones no incorporan los ajustes fiscales que exige el nuevo marco de reglas europeas. “El plan de consolidación fiscal supondría una palanca fundamental para reforzar la sostenibilidad de las cuentas públicas”, señala el supervisor, aunque también admite que en el corto plazo restaría algo de dinamismo a la actividad. Calcula que el esfuerzo necesario será del 0,5% del PIB anual. Y subraya: “La importancia de acometer dicho plan de ajuste sin demora y de forma transparente ha sido destacada en la última declaración del BCE en su reunión de septiembre”. El eurobanco pidió a los gobiernos pasos decisivos en esta dirección, recuerda el organismo que ahora dirige José Luis Escrivá. En las primeras previsiones que hace la institución con el exministro al frente se ha subido algo el crecimiento a medio plazo, pero se insiste en la necesidad de esfuerzos fiscales, se alerta sobre el importante reto que supone el paro de larga duración y se recuerda el comportamiento débil que han tenido el consumo de las familias y la inversión.
El banco también hace hincapié en que la reforma del subsidio de desempleo elevará la cobertura y por tanto el gasto público, si bien reconoce que hay cierta incertidumbre respecto a la compatibilización de la prestación con el empleo, lo que podría aumentar el retorno de los parados al trabajo y, en consecuencia, podría generar ahorros.
En cuanto a los precios, estos prosiguen con su senda de moderación. El banco pronostica un incremento del IPC del 2,9% en 2024 y del 2,1% en 2025. Los alimentos y la energía han sorprendido a la baja, mientras que persiste la inflación de los servicios. También ayuda este año el mantenimiento de la rebaja del IVA para productos básicos y su ampliación al aceite de oliva. No obstante, el supervisor señala que los riesgos sobre los precios han disminuido, en especial en España. Y esto se debe a que en las últimas cifras ha aumentado la productividad a la vez que se han contenido las subidas de sueldos. Los salarios venían creciendo bastante por encima de lo pactado en los convenios, y esa deriva está perdiendo ahora fuerza: la remuneración por asalariado crecía más de un 6% frente al 3% firmado en convenios, y ahora lo está haciendo al 4,8%. La combinación de una mayor productividad y salarios más contenidos ha hecho que los costes salariales por unidad producida mejoren, alejando el riesgo de un rebrote de la inflación por lo que los expertos llaman efectos de segunda ronda.