El BCE, entre el rigor y el ‘rigor mortis’
Si la cosa va de datos, con las cifras de hoy debería imprimir una pausa en la subida de tipos
El BCE afronta el próximo jueves, con máxima crudeza, su persistente dilema desde hace un año. O mantiene su rigor, lo que ahora exigiría solo una inédita “pausa” en su carrera ininterrumpida de alzas de tipos desde julio de 2022, aunque sin bajarlos. O elige el rigor mortis de volverlos a aumentar, remando hacia el estancamiento, y acaso la recesión y la deflación en la eurozona.
Asevera Fráncfort que decidirá según sean los datos, promesa que ya ha incumplido, la última vez en junio (Sintra), a...
El BCE afronta el próximo jueves, con máxima crudeza, su persistente dilema desde hace un año. O mantiene su rigor, lo que ahora exigiría solo una inédita “pausa” en su carrera ininterrumpida de alzas de tipos desde julio de 2022, aunque sin bajarlos. O elige el rigor mortis de volverlos a aumentar, remando hacia el estancamiento, y acaso la recesión y la deflación en la eurozona.
Asevera Fráncfort que decidirá según sean los datos, promesa que ya ha incumplido, la última vez en junio (Sintra), al decidir ex ante futuras alzas. Si la cosa va de datos, con las cifras de hoy debería imprimir una pausa. Veámoslas.
La inflación interanual de la eurozona en agosto fue del 5,3%, igual que en julio, pero ya la mitad que el 10,6% marcado en octubre. Y la subyacente (excluida la energía y los alimentos) bajó del 5,5% al 5,3%, un récord: esta no tiene rango legal, pero ha sido enarbolada como coartada para la carrera alcista, porque se entiende que prefigura el enquistamiento de unos precios desbocados. ¿Son estas cifras “demasiado” altas como alega el BCE? Sí, si se mira solo el objetivo del 2%. No, si uno se fija en la tendencia. Bajar a la mitad en diez meses parece un logro sustantivo.
Y si los precios van por mejor camino, la senda del crecimiento empeora. En agosto, la actividad decreció al ritmo más rápido desde noviembre de 2020. El PMI (índice de compras de gerentes) bajó a 47,9, desde el 50,9 de julio: un guarismo menor a 50 indica contracción. La cartera de pedidos cae con igual intensidad que en 2012. El PIB se estancó en el primer trimestre; en el segundo repuntó levemente, tres décimas; y en el tercero se augura una caída del 0,1%, pues el PMI de agosto descendió simultáneamente en manufacturas y (por primera vez) en servicios.
Así que el propio BCE reconocía, incluso antes de la mitad de agosto, que “las perspectivas a corto plazo de la actividad económica se han deteriorado debido principalmente a la mayor debilidad de la demanda interna”, fruto del “endurecimiento de las condiciones de financiación”, y este, del alza de tipos: fraguada en… Fráncfort. Las quiebras empresariales aumentan un 8,4% en el segundo trimestre, otro récord. Peor aún, el colega Martin Arnold calculó (Financial Times, 24 de agosto) que los grandes datos conllevan distorsiones: sin los ingresos extra de las multinacionales norteamericanas en Irlanda, la producción de la eurozona bajaría medio punto en vez de subir.
Pero es que en la demanda externa también pintan bastos. China se desacelera, ante una crisis inmobiliaria (y quizá financiera) monumental: crece a un ritmo interanual inferior al 5%, cuando su tradición es que por debajo del 7% se sitúa en crisis. Y con ella, el resto de Asia. Corea del Sur, Japón, Taiwán, Malasia, Australia…. todos esos países disminuyen sus exportaciones y comercio. Y el principal afectado es la líder de la eurozona, la RFA, que vive sus horas más bajas desde 2008: el Bundesbank pronostica una caía del 0,3% para este año y el Gobierno lanza un plan de estímulo por 32.000 millones de euros para evitarlo. Claro que el líder es líder porque difunde progreso… o contagia retroceso.
También EE UU, la economía más rutilante, registra unos datos recientes feúchos. El desempleo subió del 3,5% (récord en décadas) al 3,8% en agosto. Proliferan los augurios de mayor enfriamiento por culpa de los costes, más elevados a mayores tipos. Y los de otra pausa monetaria el día 20. La Fed lleva ventaja al BCE: ya practicó una en junio (tras 10 meses de aumentos), mientras que Fráncfort no ha estrenado ese respiro en más de un año.
Su consejo de gobierno calibrará si parar el reloj mellaría, como alertan los halcones, su credibilidad rigorista. Pero mantener tipos no es bajarlos, es mantenerlos. A la espera prudente de la evolución de la actividad. No contraría un alza posterior, si conviniese. Es rigor, pero quizá no todavía rigor mortis.
Algo así empieza a sugerir algún halcón: “Las previsiones de crecimiento son más débiles de lo previsto” para agosto, reconocía la alemana Isabel Schnabel, su ariete, aunque el jefe del Bundesbank, Joachim Nagel, solo recita, en modo gasoil, que es “demasiado temprano para pensar en una pausa”. Mientras los palomas moderados como el francés François Villeroy ven “un signo esperanzador” en la flexión de la subyacente y el español Pablo Hernández de Cos enfatiza que la inflación casera se irá reduciendo progresivamente, que en 2025 disminuirá al entorno del 2% y que lo que importa es la tendencia.
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