Más inmigrantes y jubilaciones tardías, los salvavidas para la España de los 200.000 centenarios
Los expertos reclaman un salto más gradual desde el mercado laboral a la retirada completa
María Branyas, de 115 años, es hoy la persona más longeva de España y la segunda del mundo. Su nombre circuló con fuerza cuando superó la covid en 2020 a pesar de su avanzada edad. Pero pronto su historia podría convertirse en habitual: las predicciones apuntan a que cada vez será más común rebasar esos umbrales que hoy parecen casi imposibles. ...
María Branyas, de 115 años, es hoy la persona más longeva de España y la segunda del mundo. Su nombre circuló con fuerza cuando superó la covid en 2020 a pesar de su avanzada edad. Pero pronto su historia podría convertirse en habitual: las predicciones apuntan a que cada vez será más común rebasar esos umbrales que hoy parecen casi imposibles. Las proyecciones de población del Instituto Nacional de Estadística publicadas en octubre anticipan un bum de centenarios en España. Se multiplicarán por quince al pasar de los 14.287 actuales a 226.932 en 2072. Es el equivalente a una ciudad del tamaño de Granada en la que solo vivieran ciudadanos con más de 100 años.
Las noticias que, de forma recurrente, indagan en las biografías de quienes sobrepasan el siglo de vida posiblemente tengan que elevar el listón de edad para seguir siendo llamativas. Porque España envejece. En torno a 2050 los mayores de 65 años alcanzarán su máximo, el 30,4% de la población, casi uno de cada tres habitantes. Se debe a dos factores: el imparable aumento de la esperanza de vida (los hombres vivirán 86 años en 2071 y las mujeres 90 años), y la baja fecundidad (1,19 hijos por mujer en 2020).
Los entendidos del sector insisten en que no debe hablarse de este fenómeno como algo negativo, porque ganarle tiempo a la muerte siempre es una buena noticia. Pero el asunto es cada vez más motivo de estudio por sus enormes implicaciones. Esta semana se celebró en Salamanca el Congreso Internacional sobre Economía de la Longevidad, organizado por el Centro Internacional sobre el Envejecimiento (CENIE). Y dos ideas destacaron sobre el resto: en un contexto de pocos nacimientos y alargamiento de la vida, para sostener el sistema de pensiones hay que promover la llegada de inmigrantes —el INE vaticina que gracias a eso la población española crecerá a 52,9 millones en 2072—. La otra reflexión que esgrimieron los expertos era facilitar que se demore la jubilación voluntariamente.
El premio Nobel de Economía Richard Thaler, uno de los ponentes, apuntó ambas soluciones en su intervención. “O tenemos más bebés o hay que traer más trabajadores”, advirtió. Como darle la vuelta a la tendencia a procrear menos no es ni sencillo ni rápido, gana peso la segunda opción. “Si alguien, equivocadamente, me pusiese al frente de la economía de Estados Unidos, lo primero que haría sería traer a dos millones de trabajadores inmigrantes”, afirma Thaler. El profesor de la Universidad de Chicago ve necesario reflexionar sobre el modo de permitir a los mayores seguir siendo útiles en un momento en que no solo se vive más, sino que se llega a edades elevadas con menos problemas de salud.
Las cuestiones demográficas se asocian en ocasiones a densos estudios académicos, pero su evolución la aboca a entrar de lleno en la agenda política. Según Naciones Unidas, este 15 de noviembre el planeta alcanzará los 8.000 millones de habitantes. Ese hito pilla a la humanidad analizando qué hacer con su propio éxito. Avances en medicina, nutrición y hábitos de vida que la colocan ante fronteras a las que nunca habían llegado tantos.
Andrew J. Scott, profesor de la London School of Economics y autor del libro La vida de 100 años: vivir y trabajar en la era de la longevidad, cree que no podemos ignorar el tiempo que nos queda por delante al planificar nuestra trayectoria vital. “Si cada 10 años la expectativa de vida aumenta dos o tres años es como si cada día tuviéramos 6 u 8 horas más. Y si tuviéramos días de 32 horas, ¿no haríamos cosas diferentes? Yo los estructuraría de otra manera. Me levantaría antes, tomaría una siesta al medio día, comería cinco veces... Es decir, cambiaría el transcurso de mi día. Eso es lo que tenemos que hacer con la longevidad”.
Cuando se habla de esa reorganización, gana fuerza una premisa que no gusta a todos: se trabajarán más años. “Nos encanta llegar a la jubilación y cobrar una pensión del Estado, pero va a ser ineludible trabajar más”, concluye Scott, quien calcula que si vivimos 100 años no sería extraño que trabajásemos hasta los 80. La teoría, sin embargo, no es sencilla de llevar a la práctica. Y se toparía con fuertes resistencias. Lo prueban casos como el de Francia, donde Emmanuel Macron lleva años atascado con la reforma para elevar la edad de jubilación por la oposición que suscita.
En el foro de Salamanca, el ministro español de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, José Luis Escrivá, se mostró partidario de seguir incentivando a los que quieran continuar voluntariamente con su vida laboral más allá de la edad de jubilación. “El estado del bienestar se basa en ingresos tributarios que se derivan del nivel de empleo y salarios que tenemos. No puede ocurrir que personas que quieran seguir trabajando a determinada edad se encuentren con dificultades para hacerlo”.
España ofrece cobrar un plus a quienes aplacen su jubilación. Concretamente, una subida de la pensión del 4% por cada año de retraso, un cheque único de hasta 12.000 euros o una mezcla de ambos. Y Escrivá sostiene que la fórmula está funcionando sin necesidad de imponer obligaciones: según sus datos, ha caído un 12% el número de personas que se jubilan antes de los 61 años, y aumentado un 7% las que deciden hacerlo después de los 65 años.
El vuelco no es únicamente económico. “Cuando era pequeño iba a fiestas familiares en Londres con muchísimos primos y solo dos abuelos. Ahora, en muchos países solo hay un nieto, dos padres y cuatro abuelos”, compara Scott, de la London School of Economics. Según su visión, en el siglo XX la vida tenía tres etapas claramente diferenciadas: educación, trabajo y jubilación. Ahora, el modelo debe ser más flexible, con una transición suave del trabajo a la jubilación en el que no se pase de 100 a cero. Una desaceleración más gradual que no nos lleve de la oficina al Imserso de un día para otro, ya sea trabajando menos horas al superar una edad u ocupando puestos distintos más adaptados.
Hervé Boulhol, responsable de pensiones de la OCDE, estima que los países democráticos deben emprender una reflexión colectiva sobre el equilibrio entre las contribuciones a la Seguridad Social, el importe de las pensiones y la edad de jubilación. Y recuerda que entre sus miembros hay ocho países que disponen de mecanismos que retrasan la edad de jubilación si la esperanza de vida aumenta: Finlandia, Países Bajos, Portugal, Suecia, Dinamarca, Estonia, Grecia e Italia. España no está entre ellos porque derogó el factor de sostenibilidad, confeccionado por el anterior Gobierno del PP y que nunca entró en vigor. Pero el debate no está cerrado. En un reciente documento, el Banco de España aseguraba que “podría ser conveniente valorar la introducción de mecanismos automáticos de ajuste que adapten algunos parámetros del sistema a los cambios que se produzcan en las dinámicas demográficas y económicas”.
El Nobel Thaler opina que la edad de jubilación actual es una construcción arbitraria. “La idea de que trabajas hasta los 65 años y te jubilas es obsoleta. En primer lugar, ¿por qué 65 años? Es solo una cifra”. El ministro Escrivá también ve negativo obligar a jubilarse a gente que podría seguir aportando. “Se desaprovecha muchísimo talento, muchísima experiencia. Y se pierden ganancias de productividad”.
Boulhol celebra que en las últimas dos décadas ha aumentado la tasa de empleo de los trabajadores de entre 55 y 64 años, y la de más de 65 años, pero estos se topan a veces con obstáculos. Es el llamado edadismo o discriminación por cumplir años. Escrivá recordó que según la OMS una de cada tres personas afirma haberla sufrido, algo que el ministro atribuye a prejuicios enquistados en la cultura empresarial. Además, rechaza la tesis que habla de que si no hay jubilaciones se obstaculiza el ascenso de generaciones más jóvenes. El denominado tapón. “No hay evidencias empíricas que lo sustenten. Si no, pensemos en si las mujeres se han incorporado al mercado laboral a costa de los hombres. O en cuando entraron millones de inmigrantes y tuvimos tasas de paro más bajas”.
Si el edadismo entorpece el deseo de seguir trabajando, en el caso de la solución migratoria las reticencias vienen de los partidos xenófobos y el ascenso nacionalista, que en ocasiones contagian a formaciones del sistema tradicionalmente menos contrarias a la llegada de mano de obra extranjera. El argumento de que quitan el trabajo a los locales en sus lugares de acogida ha sido refutado por numerosos expertos, porque el número de trabajos no es limitado, y no tiene en cuenta su posible posición de emprendedores o su condición de consumidores.
Las siete horas que cambiaron el mundo
El cambio es vertiginoso. Diego Ramiro, director del Instituto de Economía, Geografía y Demografía del CSIC, lo expresa de una forma muy gráfica. “Si se comprime a un año la historia del homo sapiens, el declive de la mortalidad ha tenido lugar en las últimas siete horas”. La caída de la mortalidad infantil, el avance de la ciencia, la dieta, la actividad física, el menor consumo de sustancias perniciosas... El entorno es propicio para alcanzar nuevas cotas. Con alguna excepción. “Me preocupa el incremento del tabaquismo en mujeres. Va a hacer que su esperanza de vida no crezca tanto como la de los hombres”, dice Ramiro.
Vivir más es un logro del progreso humano. Y también un negocio en ciernes en campos como la salud, la alimentación o el turismo. La llamada silver economy —economía de plata, que se refiere a la riqueza generada por los mayores— ya mueve cifras mareantes, y tiene por delante un largo recorrido. Su alto poder adquisitivo los convierte en objeto de deseo de las marcas, como ya lo son de los políticos por su creciente número, decisivo en las elecciones. Según un informe de Oxford Economics, el gasto de los mayores de 50 años es más elevado: los 18,6 millones de residentes españoles de esa franja gastaron de media 17.960 euros por persona en 2019, mientras que los 16,4 millones de entre 25 y 49 años gastaron 13.970 euros cada uno, casi cuatro mil euros menos.
Cómo evitar que esa superioridad numérica y económica opaque a otras generaciones en uno de los países con más desempleo juvenil del mundo es uno de los desafíos de la España de los 200.000 centenarios que seguirán la estela de María Branyas, la inquilina más célebre de la residencia Santa Maria del Tura de Olot, donde reside desde hace 20 años la mujer que roza el techo de la longevidad global. Solo la supera la monja francesa Lucile Randon, de 118 años, también superviviente de la covid, ella en 2021. Ambas eran adolescentes en tiempos de la denominada gripe española de 1918.