Como advirtieron los expertos del Panel de Cambio Climático de Naciones Unidas, con el aumento de la temperatura llovería menos, con más volatilidad y desastres naturales, y el agua dulce se evaporaría antes. España, según el World Resources Institute, está en el puesto 30 del ranking mundial de los países con un mayor estrés hídrico del mundo en 2040 y es el país europeo con mayor riesgo.
La zona más afectada es el levante, donde se concentra buena parte de la agricultura intensiva que consume casi el 80% del agua en España. Y reciben en verano, época de mínimas precipitaciones, ...
Como advirtieron los expertos del Panel de Cambio Climático de Naciones Unidas, con el aumento de la temperatura llovería menos, con más volatilidad y desastres naturales, y el agua dulce se evaporaría antes. España, según el World Resources Institute, está en el puesto 30 del ranking mundial de los países con un mayor estrés hídrico del mundo en 2040 y es el país europeo con mayor riesgo.
La zona más afectada es el levante, donde se concentra buena parte de la agricultura intensiva que consume casi el 80% del agua en España. Y reciben en verano, época de mínimas precipitaciones, millones de turistas que consumen un 50% más agua que un ciudadano normal. En Almería, un invernadero consume un 40% menos de agua por hectárea que en Israel. El uso del agua es extremadamente eficiente, pero como son excelentes empresarios reinvierten sus beneficios en ampliar más hectáreas y al final la demanda de agua aumenta.
A corto plazo, el impacto directo será sobre la producción agrícola y ganadera. Menos oferta, precios más altos y más inflación. También sobre la producción de electricidad hidráulica que aumenta la demanda de gas, aumenta los precios y nos hace más dependientes de Putin. Por lo tanto, menos PIB y menos empleo. Pero es más preocupante el impacto a medio y largo plazo, donde todo es susceptible de empeorar.
La inversión en infraestructuras de agua se ha desplomado un 50% desde 2007 y está en niveles de 1995. Más de una década pérdida. Lo que no se ve, en política no existe. Las inversiones en agua se pararon en seco en la crisis de 2008 y no han vuelto. La demagogia metió presión sobre los alcaldes para congelar las tarifas de uso urbano y eso ha hundido la rentabilidad del capital y la inversión privada que en este sector es clave. La crisis de inflación aumenta los costes de la gestión del agua, sobre todo de energía, y ha agravado significativamente el problema.
Los fondos Next Generation son una gran oportunidad. Pero el Ministerio de Transición Ecológica ha sacado un Perte que va lento y es muy poco ambicioso para el enorme reto al que nos enfrentamos los españoles. Han estimado la inversión en 2.000 millones cuando el sector estima que se necesitan al menos 12.000 millones.
Hay que digitalizar todo el consumo de agua, desde el uso de los acuíferos al consumo agrícola y al urbano. No hay que obsesionarse con nuevos embalses y presas y optimizar la infraestructura existente. Recrecer presas, drenar embalses, adecuarlos al doble bombeo como se ha hecho en la Muela. Hay que reciclar aguas residuales que siguen llegando a nuestras playas sin tratar, en plena temporada turística, y usarlas para riego y limpieza de calles y jardines. Hay que construir acuíferos artificiales en zonas inundables, etcétera.
A corto plazo, la sequía destruirá empleo. A medio plazo el resto es oportunidad. Las empresas españolas son líderes mundiales en tecnología, ingeniería y gestión de agua y esa inversión puede crear miles de empleos.