La furia de Ricobayo por su embalse enfrenta al Gobierno con Iberdrola
La protesta de una comarca de Zamora contra la eléctrica por dejar casi sin agua un pantano clave para la economía local empuja a la vicepresidenta Ribera a anunciar una investigación
La playa de Ricobayo, en el municipio zamorano de Muelas del Pan, se ha convertido en un secarral. Nada queda de aquel mar de interior que aliviaba los calores y atraía a decenas de familias con sus sombrillas, toallas, neveras azules y sandía fresquita. Los pies del caminante crujen sobre las grietas de una inmensidad de tierra marrón y colosales paredes de piedra gris que hace poco tenían 30 metros de agua por encima. Hay zonas donde la única humedad la aportan mínimos riachuelos. El paisaje lunar se opone a la abundancia líquida de otros años. Todo comenzó a principios de verano, ...
La playa de Ricobayo, en el municipio zamorano de Muelas del Pan, se ha convertido en un secarral. Nada queda de aquel mar de interior que aliviaba los calores y atraía a decenas de familias con sus sombrillas, toallas, neveras azules y sandía fresquita. Los pies del caminante crujen sobre las grietas de una inmensidad de tierra marrón y colosales paredes de piedra gris que hace poco tenían 30 metros de agua por encima. Hay zonas donde la única humedad la aportan mínimos riachuelos. El paisaje lunar se opone a la abundancia líquida de otros años. Todo comenzó a principios de verano, cuando Iberdrola abrió las puertas del pantano de Ricobayo para optimizar la producción de energía hidroeléctrica sin tener en cuenta el sentir de los vecinos de la zona, indignados por la aridez sobrevenida de la que es su principal fuente de actividad económica.
Las quejas de ayuntamientos, ganaderos, hosteleros, empresarios y vecinos han llegado al Gobierno. La ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, se mostró el jueves “escandalizada” por el vaciado del pantano, que ha pasado en apenas unas semanas de superar el 60% de capacidad a apenas un 11%, un porcentaje ínfimo tras un invierno lluvioso. Ribera ha avisado a Iberdrola de que será investigada por sus excesos al producir energía más barata, más aún cuando el precio de la luz marca cotas históricas.
Recorrer los municipios cercanos al embalse zamorano revela una mezcla de enfado e ironía al mirar el “paisaje lunar”, como lo define Ismael Rodríguez, de 57 años, gerente de un club náutico ahora paralizado. Explica durante el largo descenso hacia el nivel de los veleros que así no hay turistas, pescadores o navegantes de agua dulce que quieran dejar dinero en la comarca. “Aquí se podría grabar El planeta de los simios”, lamenta al observar peñascos emergidos. Y aplaude sarcásticamente que la Confederación Hidrográfica del Duero, de la que depende el embalse, haya anunciado que ya no habrá más reducciones. Todo aquello de “defender la España vacía”, prosigue, se queda en palabrería si no se actúa en los parajes desfavorecidos. “No tenemos ni agua”, enfatiza.
Su amigo Miguel López, de 71 años y “activista”, reprocha estas decisiones que castigan al medio rural. Una grave sequía en 2017 le hizo invertir junto a su esposa, Manoli Gago, 10.000 euros en un pozo en el patio de su casa, con amplias vistas al pantano. Ahora le ha salvado de los problemas de suministro derivados de que las bombas de extracción se hayan atascado con lodos al no haber líquido que succionar. El radical descenso perjudica también al ecosistema acuático y a los peces que desovan en la vegetación que ha quedado al descubierto. Hasta los ganaderos lo padecen, pues sus ovejas ya no pueden abrevar en la orilla de este mar entre encinares.
Iberdrola replica que esta clase de intervenciones resultan habituales y que en ocho ocasiones en los últimos 25 años se han registrado cotas inferiores a la actual. Portavoces de la eléctrica justifican esta táctica para “producir energía para el suministro de la demanda y desplazar a las tecnologías más caras en la conformación del precio de la electricidad”. El de Ricobayo, detallan estas fuentes, “forma parte de los embalses de regulación anual” y se administra conforme a “los rangos establecidos y con normalidad”.
La polémica se produce al existir la duda de si estos vaciados de embalses son una práctica habitual o si solo se han realizado para aprovechar la oportunidad de mercado. Es decir, generar energía barata para venderla a los precios históricos que marca el mercado mayorista eléctrico estos días. Los expertos consultados admiten que es posible que sea una práctica para maximizar el beneficio, aunque puede haber otros motivos. Ramón Mateo, consultor en proyectos relacionados con la transición ecológica, explica que “el diseño marginalista” del mercado eléctrico —que hace que se pague toda la energía producida al precio de la última tecnología que aporte, la más cara— supone “beneficios regulatorios para las centrales hidroeléctricas”, con riesgo de “un comportamiento estratégico que busque maximizar estos beneficios”. Mientras que el analista Francisco Valverde, por su parte, concede el beneficio de la duda: “Con el agua de los embalses se juega. A veces se vacían unos para que otros no estén muy bajos”.
La empresa asegura que avisó al alcalde de Muelas del Pan, con quien existe “contacto y coordinación”. El regidor, Alberto Miguel Alonso, del PP, reconoce esa advertencia, pero reprocha lo “éticamente cuestionable” del vaciado. “Sin agua no hay vida”, incide, en unos terrenos que hasta en el GPS figuran de color azul y donde ahora reina el amarillo de los hierbajos. El núcleo de población de Ricobayo (300 habitantes; Muelas tiene unos 600) sufre de forma particular esta escasez, ya que muchos veraneantes elegían alguna de sus dos playas fluviales para refrescarse, hacer turismo de aventura o pescar. Los aparcamientos habitualmente abarrotados en agosto, cuando coinciden las fiestas locales con el éxodo de las grandes ciudades, permanecen ahora vacíos.
La cuestión protagoniza los coloquios en las terrazas de los bares. La hostelera Cinta Rodríguez, de 43 años y 15 en estas tierras, habla de la “desgracia” que también daña las cuentas del hostal restaurante Atila. Rodríguez desgrana tanto el malestar de los lugareños como las quejas de una clientela que pregunta por el agua y se lleva un chasco. Así, se cancelan reservas y alquileres hasta menguar sus ingresos un 50%, asegura.
David Martínez también acusa a Iberdrola de perjudicar a su negocio. Este hombre de 21 años compró en enero varios kayaks y embarcaciones con la fe de asentarse en la comarca. El embalse lo cautivó desde pequeño y lo atrajo al pueblo para fundar Esla Kayak, pero su ilusión se ha tornado en amargura tras unos meses. “¿Qué hago ahora?”, cuestiona, mientras señala las turbinas inactivas y cercanas a la planta hidroeléctrica que llena los cielos de cables y torres plateadas. Su océano de libertad y negocio se ha convertido en un desierto.