Atmósfera cero
Toca esperar el diagnóstico de la Comisión a finales de junio sobre qué medidas tomar para cumplir unos objetivos climáticos con hitos cuantificables
El acuerdo del Consejo y del Parlamento Europeo para lograr la neutralidad climática en 2050 acelera la carrera mundial de compromisos de emisiones cero de gases de efecto invernadero. Al ya conocido objetivo de la UE, emisiones netas nulas en 2050 con reducción en 2030 de al menos el 55% respecto a 1990, se le añaden detalles importantes, aunque habrá que seguir esperando hasta finales de junio para saber más sobre los instrumentos a poner en marcha para lograrlo.
En primer lugar, es positivo fijar metas intermedias de emisiones, en 2030 ahora y los habrá también para 2040, objetivo as...
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El acuerdo del Consejo y del Parlamento Europeo para lograr la neutralidad climática en 2050 acelera la carrera mundial de compromisos de emisiones cero de gases de efecto invernadero. Al ya conocido objetivo de la UE, emisiones netas nulas en 2050 con reducción en 2030 de al menos el 55% respecto a 1990, se le añaden detalles importantes, aunque habrá que seguir esperando hasta finales de junio para saber más sobre los instrumentos a poner en marcha para lograrlo.
En primer lugar, es positivo fijar metas intermedias de emisiones, en 2030 ahora y los habrá también para 2040, objetivo aspiracional que implica el desarrollo de políticas sectoriales. Llevar al debate de política económica objetivos a cumplir en el corto plazo, en la forma de un presupuesto de emisiones que no pueda sobrepasarse, fortalece la rendición de cuentas ante la sociedad, además de permitir una evaluación de la efectividad de las políticas y su eventual modulación. En segundo lugar, se establece una contribución máxima al objetivo por parte de la absorción de emisiones en sumideros naturales o su eliminación con tecnologías en parte por desplegar aún. Con ello, el foco de las políticas de mitigación va a estar en reducciones efectivas de emisiones brutas, lo que implica una mayor certeza y transparencia, por no depender de innovaciones que si llegan bienvenidas sean, pero cuyo despliegue masivo requiere de una eficacia y rentabilidad por demostrar todavía.
Finalmente, hay que destacar el énfasis de las instituciones europeas en apoyar las políticas climáticas en el mejor conocimiento científico disponible, algo imprescindible simplemente por el margen de mejora en cantidad y calidad de datos existentes. Por lo mismo, es importante el establecimiento del Consejo Científico Asesor Europeo sobre el Cambio Climático. Hay que implementar políticas sostenidas en el tiempo, previsibles a largo plazo para ser eficaces empujando las decisiones apropiadas de consumo, de inversión y de apuesta por I+D+i. Además, el Consejo debería informar a la sociedad y asesorar a las autoridades, desde la independencia y la ciencia, sobre cuáles son los objetivos y las políticas más apropiadas para lograrlos, llamando la atención sobre aquellas que no contribuyan a la reducción de emisiones, a modo de una autoridad independiente de responsabilidad climática. Veremos si se logra.
Ahora toca esperar el diagnóstico de la Comisión a finales de junio sobre qué medidas tomar para cumplir unos objetivos climáticos con hitos cuantificables. Entre ellas, aquellas que supongan una genuina internalización de los costes de las emisiones, con regulaciones más estrictas, la reforma del sistema de comercio de emisiones, de la fiscalidad energética, o la propuesta para incorporar en los precios de las importaciones el coste del carbono. Atmósfera cero, no a coste cero.
J. Julián Cubero, de BBVA Research.