España cerró 2020 con el déficit más elevado de la UE y una de las deudas más altas a causa de la pandemia

El agujero de las cuentas públicas escala al 11% del PIB y la deuda alcanza el 120%, solo por detrás de Grecia, Italia y Portugal

Banderas de la UE y los Estados miembros, en el edificio del Consejo Europeo en Bruselas.KENZO TRIBOUILLARD

España cerró el año de la pandemia con el mayor déficit de todos los países de la Unión Europa: un 11% del PIB, según los datos que el Gobierno comunicó a Bruselas y que la oficina estadística comunitaria Eurostat confirmó este jueves. También la ratio de deuda es de las más elevadas: el año pasado ascendió al 120% del PIB, la cuarta más alta del entorno, solo por detrás de Grecia (205,6%), Italia (155,8%) y Portugal (133,6%). El volumen de pasivo, que terminó...

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España cerró el año de la pandemia con el mayor déficit de todos los países de la Unión Europa: un 11% del PIB, según los datos que el Gobierno comunicó a Bruselas y que la oficina estadística comunitaria Eurostat confirmó este jueves. También la ratio de deuda es de las más elevadas: el año pasado ascendió al 120% del PIB, la cuarta más alta del entorno, solo por detrás de Grecia (205,6%), Italia (155,8%) y Portugal (133,6%). El volumen de pasivo, que terminó 2020 en un máximo histórico de 1,34 billones, volvió a crecer en febrero hasta los 1,36 billones, según el avance publicado por el Banco de España.

Estas ratios elevadas son el reflejo del esfuerzo que todos los países han hecho para hacer frente a la crisis económica causada por el coronavirus. La situación inédita provocada por la pandemia, asimilable en términos económicos solo a épocas de conflictos bélicos, provocó un aumento inédito del gasto para apuntalar los servicios básicos, y una paralela caída de los ingresos por el cerrojazo en la actividad y la limitación a los movimientos.

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De acuerdo con Eurostat, el gasto público en la zona euro alcanzó en 2020 el 54,1% del PIB, 7,1 puntos más que en 2019. En la UE el incremento ha sido parecido, de casi siete puntos, hasta el 53,4% del PIB. Por el lado de los ingresos la variación ha tenido signo positivo por el efecto denominador —causado por la caída de la actividad—: los ingresos en la zona euro se situaron en el 46,8% del PIB, frente al 46,4% del año anterior (el 46,5% en la UE). Si esta variable se mira en millones de euros, sí ha habido una disminución tanto en la UE como en la zona de la moneda común.

Estos desfases entre ingresos y gastos, junto a la caída en el PIB —del 6,8% en la zona euro en 2020, el mayor retroceso desde la Segunda Guerra Mundial—, elevaron el déficit en el continente a niveles que ni siquiera se alcanzaron con la crisis financiera de 2008. Entonces, el agujero tanto de los países de la UE como en la zona euro rondó el 6%. En 2020, el déficit de los Veintisiete se situó en el 6,9% (frente al 0,5% del año anterior), en el 7,2% (del 0,6% del año anterior) en los Estados de la moneda común. La deuda también se disparó, al 98% en la eurozona, 14 puntos más, y al 90,7% en la UE.

Entre las grandes economías, Alemania es la que mejor ha aguantado el golpe, pese a los ingentes paquetes de ayudas que ha inyectado en su economía. Aun así, tanto la deuda (69,8%) como el déficit (4,2%) rebasaron los umbrales del 60% y del 3% que fija el pacto europeo de Estabilidad y Crecimiento, ahora temporalmente suspendido por el duro golpe de la crisis. La instantánea que la pandemia ha dejado en Francia es más dura: una deuda del 115,7% del PIB y un déficit del 9,2%. En Italia, que lleva años arrastrando un pasivo desorbitado, la covid-19 ha impulsado la deuda hasta el 155,8% del PIB, mientras que el déficit ha crecido de un holgado 1,6% en 2019 al 9,5%.

Según Eurostat, hasta 14 Estados registraron tasas de deuda por encima del 60% en 2020, debido al rápido incremento en las necesidades de financiación para responder al golpe de la covid. Las mayores ratios se dieron en Grecia, Italia, Portugal, España y Chipre; las menores en Estonia (18,2%), Luxemburgo (24,9%), Bulgaria (25%), República Checa (38,1%) y Suecia (39,9%). Los datos de déficit, que marcan la diferencia en términos de músculo fiscal —y subrayan el escaso margen de España al llegar el virus—, se alejaron aún más del objetivo prepandemia: solo Dinamarca, que en 2019 había conseguido un superávit del 3,8% del PIB, logró mantener los números rojos de sus Administraciones por debajo del umbral del 3%, con un desfase del 1,1%. Después de España, los mayores desajustes los registraron Malta (10,1%), Grecia (9,7%), Italia (9,5%) y Bélgica (9,4%).

En España, los ingresos se situaron en el 41,3% del PIB en 2020, mientras que el gasto público escaló en más de 10 puntos, hasta el 52,3%. El Ministerio de Hacienda presentó a finales de marzo los datos de cierre presupuestario: desglosó que los ingresos cayeron un 5%, 24.487 millones, mientras que el gasto aumentó en 53.000 millones. La mayoría de los desembolsos se destinaron a medidas anticíclicas para apuntalar los servicios básicos y ofrecer un colchón a trabajadores y empresas, en un país donde el peso del turismo y la hostelería ha magnificado el golpe: el PIB cayó un 10,8% en 2020.

A estos desfases hay que sumar el patrimonio negativo del banco malo, unos 10.000 millones de euros que Eurostat ha obligado a contabilizar. Aun eliminando este impacto, que en principio solo afectará las cuentas de 2020, el déficit sería del 10,09% del PIB, el más elevado del entorno solo por detrás de Malta (10,1%).

Margen reducido

La estadística de Eurostat confirma los datos de cierre presupuestario de Hacienda. En 2019 no fue así: la oficina comunitaria corrigió al alza el déficit por ajustes contables y obligó al Gobierno a revisar el dato que había adelantado, elevándolo del 2,6% al 2,9% del PIB. Ese resultado supuso el mayor ratio desde 2016 y el primer aumento del déficit público desde 2012 —cuando España pidió a Bruselas rescatar su sector financiero—, pese al sostenido crecimiento económico de los años anteriores. También fue el reflejo de que las cuentas públicas aún no estaban del todo saneadas al irrumpir la pandemia.

España estuvo durante casi una década bajo el procedimiento de déficit excesivo de la UE por disparar sus números rojos tras la crisis financiera. Los posteriores años de ajuste no fueron suficientes para reducir el agujero al ritmo necesario para ganar músculo. Aun así, el dato de déficit de 2020 es inferior al que preveía el Gobierno (11,3%), y también menor al máximo de 2009 (también un 11,3%). Sí es un récord en términos absolutos: más de 123.000 millones.

También se bate récord en crecimiento de la tasa de deuda, que en 2020 escaló más de 24 puntos y alcanzó el 120% del PIB —también en este caso sumado el impacto de la Sareb, de unos 30.000 millones—, el mayor ratio en más de un siglo. Pese al incremento, España se ha ahorrado más de 3.000 millones en intereses: la factura bajó de los 28.349 millones de 2019 a los 25.192 en 2020, según la notificación que el Gobierno ha enviado a la UE. Es la cifra más baja en al menos una década, efecto de las políticas de compra masiva del BCE. Para 2021 se estima que el peso de los intereses crezca ligeramente, hasta los 26.252 millones de euros. Mientras tanto, la deuda pública ha vuelto a subir: en febrero alcanzó un récord de 1,36 billones, 21.400 millones más que a cierre de 2020. El Gobierno tiene previsto adelantar este año a golpe de emisiones el primer tramo de los fondos europeos, cuya puesta en marcha está siendo más lenta de lo esperado.

Este retraso, junto a un arranque de año más flojo de lo previsto, es una de las razones por las que Gobierno acaba de recortar sus previsiones para 2021. Ahora estima un crecimiento del 6,5%, frente al 7,2% pronosticado anteriormente, del 9,8% incluido el impacto de los fondos europeos. La vicepresidenta económica, Nadia Calviño, insistió hace unos días en la presentación de las nuevas previsiones que el crecimiento no se ha perdido; se ha retrasado. Para 2022, confía en un avance del 7%.

Sin plan de reequilibrio a la vista

Gastar, gastar y gastar. La consigna de los organismos nacionales e internacionales al poco de irrumpir la pandemia fue la misma: no escatimar en medidas que mantuvieran a flote las rentas y el tejido productivo. La crisis iba a ser corta y el golpe, profundo pero temporal. Tras más de un año desde que se dio nombre a la covid-19, el virus sigue sin estar bajo control, las previsiones económicas se han convertido en una montaña rusa, la actividad continúa sufriendo y las cuentas públicas agrandando sus rotos. Ante este escenario, la receta propuesta sigue siendo la misma: apoyos públicos. Hay voces que piden diseñar un plan de ajuste a medio plazo. Es el caso del Banco de España o la Autoridad Fiscal. No instan a ajustar ahora, sino a presentar un plan que garantice la sostenibilidad de las cuentas para cuando la economía recobre el vuelo.

La ministra de Hacienda, María Jesús Montero, no ha recogido el guante. La también portavoz del Gobierno insiste en que aún no ha llegado el momento del reequilibrio —en línea con la OCDE, que pide ajustes solo cuando la economía esté plenamente recuperada—, haciendo hincapié en que las reglas fiscales continúan suspendidas en la UE: un ajuste ahora podría frenar la recuperación, como ocurrió tras la Gran Recesión. Este jueves, en la comisión de Hacienda del Congreso, subrayó que las comunidades contarán en 2021 con los mayores recursos de la historia: 162.000 millones. Las previsiones del Gobierno, pendientes de la actualización del Programa de Estabilidad que en unos días se enviará a la UE, estiman para 2021 un déficit del 7,7% y una deuda del 117,4%.


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