Caída histórica del PIB
El sector turístico, que representaba el 12,5% de la economía, puede haberse reducido al 4%
El PIB registró un crecimiento del 0,4% en el trimestre final del año, un magro avance que debe mucho al explosivo crecimiento del consumo público, sin el cual el resultado habría sido un -0,5%. De entre los componentes de la demanda privada, solo el consumo avanzó moderadamente, mientras que la inversión, tanto en construcción como en bienes de equipo, y las exportaciones, sufrieron una recaída.
Uno de los resultados más d...
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El PIB registró un crecimiento del 0,4% en el trimestre final del año, un magro avance que debe mucho al explosivo crecimiento del consumo público, sin el cual el resultado habría sido un -0,5%. De entre los componentes de la demanda privada, solo el consumo avanzó moderadamente, mientras que la inversión, tanto en construcción como en bienes de equipo, y las exportaciones, sufrieron una recaída.
Uno de los resultados más destacados del cuarto trimestre ha sido el desplome de las exportaciones de servicios turísticos, que tras la insignificante recuperación registrada en el tercer trimestre —hasta un nivel equivalente al 22% del previo a la crisis— retrocedió nuevamente en el cuarto hasta cifras semejantes a las del trimestre del confinamiento. Incluso inferiores en términos nominales, según los datos provisionales del INE, debido a la fuerte caída de los precios en el sector.
Se puede decir, por tanto, que la recuperación iniciada en el tercer trimestre se interrumpió en el cuarto, como consecuencia de las medidas adoptadas para contener la segunda ola de la pandemia.
En el conjunto del año, el PIB descendió un histórico 11%. El impacto de la crisis ha sido muy desigual, concentrándose especialmente en los servicios de comercio, transporte y hostelería, así como en las actividades artísticas y recreativas, que sufrieron en su conjunto una caída del 24%. De estos sectores procedió el 70% del PIB perdido en 2020. El sector turístico, que en 2019 representaba el 12,5% del PIB, puede haber quedado reducido a apenas un 4% en 2020 —básicamente turismo nacional—.
A la vista de cómo está evolucionando la pandemia, es muy probable que la situación de parálisis se prolongue en los dos primeros trimestres de este año, e incluso puede que se produzca una recaída. Hasta que la vacunación no se haya extendido lo suficiente como para eliminar las restricciones no veremos una recuperación sólida y sostenida. Y cuanto más tardemos en llegar a esa situación, mayor será la pérdida estructural de actividad económica. En los sectores más afectados por la crisis han desaparecido muchas empresas, otras lo van a hacer en los próximos meses, y muchas de las que sobrevivan estarán endeudadas y descapitalizadas. Por eso será especialmente relevante lo que suceda en la temporada de verano. Si la vacunación no avanza lo suficiente como para ofrecer un desahogo al sector turístico y al conjunto de la hostelería, el panorama será muy preocupante.
Hasta ahora el batacazo se ha reflejado solo parcialmente en las cifras de empleo. Según la EPA, el número de personas ocupadas en el cuarto trimestre solo fue un 3,1% inferior al último trimestre de 2019, pero esto se debe al efecto anestesiante de los ERTE. Estos esquemas son un gran invento para salvar empleos en crisis transitorias —que es lo que creíamos que sería esta en marzo del año pasado—, pero cuando una parte de la caída de actividad es permanente, el ajuste es inevitable. Así, una parte de los trabajadores que se encuentran bajo este paraguas, así como de los autónomos que reciben una prestación extraordinaria por cese de la actividad —más de un millón entre unos y otros— perderán su empleo definitivamente cuando estos esquemas desaparezcan. Y su número será mayor cuanto más tiempo se prolongue la crisis sanitaria y el daño estructural se intensifique. Además, muchas empresas, especialmente las que dependen del turismo internacional, tardarán mucho tiempo en recuperar los volúmenes de negocio previos a la crisis. Una de las tareas fundamentales de la política económica, por tanto, será facilitar la restructuración y la supervivencia de las empresas que sean viables.
En suma, el mayor riesgo ahora mismo es que la vacunación no avance al ritmo necesario, tanto en España como en Europa, como para permitir una cierta normalidad durante el verano. No deberá, por tanto, escatimarse ningún esfuerzo en dicha tarea.
Empleo
La EPA registró un aumento del empleo del 1,3% en el último trimestre, lo que dejó la caída interanual en un 3,1%, equivalente a 622.000 personas. Con ello la tasa de paro se situó en el 16,1%. En el conjunto del año la tasa media fue del 15,5%, muy por debajo de lo que se esperaba cuando comenzó la crisis. No obstante, si consideramos a los trabajadores en situación de ERTE como desempleados, y a los que no han buscado empleo a consecuencia de las restricciones o por desánimo ante la situación actual como activos, la tasa media de desempleo habría sido del 22,5%, cifra que ofrece una imagen más certera del impacto de la crisis.
María Jesús Fernández es economista sénior de Funcas.