Zambia o el canario en la mina del mundo en desarrollo

El país africano es el primero del mundo en suspender pagos desde el inicio de la pandemia, pero su caso es solo la punta de un ‘iceberg’ mucho mayor

Dos mujeres cargan con una bolsa de alimentos en el pueblo zambiano de Simumbwe.GUILLEM SARTORIO/AFP/GETTY IMAGES

En los primeros compases de la pandemia, con Occidente ensimismado por su propia —e inédita— recesión, los países emergentes se convirtieron en el gran ángulo muerto de la crisis: con sistemas de salud precarios, sus economías estaban sufriendo la sacudida del virus mientras el resto del mundo miraba para otro lado. Nueve meses después los focos apuntan a otro lado y, sin embargo, las señales de que la crisis se está cebando especialmente con las naciones en vías de desarrollo se amontonan: al margen de China, origen del virus pero cuya economía ha resistido estoicamente, la caída de PIB de lo...

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En los primeros compases de la pandemia, con Occidente ensimismado por su propia —e inédita— recesión, los países emergentes se convirtieron en el gran ángulo muerto de la crisis: con sistemas de salud precarios, sus economías estaban sufriendo la sacudida del virus mientras el resto del mundo miraba para otro lado. Nueve meses después los focos apuntan a otro lado y, sin embargo, las señales de que la crisis se está cebando especialmente con las naciones en vías de desarrollo se amontonan: al margen de China, origen del virus pero cuya economía ha resistido estoicamente, la caída de PIB de los países de renta media rondó en 2020 el 5% y la recuperación de este año se quedará en el 3,4%. Cifras ambas similares a las de los países ricos, pero especialmente graves por tratarse de economías con mimbres más frágiles y acostumbradas a ritmos de crecimiento mucho más altos. Las tensiones sociales y de deuda esperan a la vuelta de la esquina.

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De entre todas ellas, una va un paso por delante: Zambia. El pasado 18 de noviembre, el país africano se convirtió en el primer emergente en anunciar que le era imposible afrontar su exigente calendario de repagos de la deuda externa. Era el reconocimiento oficial de que había entrado en default o suspensión de pagos, y lo convertía, en fin, en el canario en la mina de los países emergentes. “Hemos tomado la decisión deliberada de no pagar más a ninguno de nuestros acreedores”, anunciaba el gobernador del banco central, Christopher Mvunga, en Lusaka, la capital. A finales de septiembre, el Gobierno ya había solicitado una suspensión de seis meses del pago de intereses de esta deuda, pero la iniciativa fue rechazada de plano por los acreedores, que enviaban a las autoridades zambianas a un callejón sin salida.

Las estrecheces, sin embargo, venían de tiempo atrás. Desde hace un año, el segundo productor africano de cobre —una materia prima de la que obtiene el grueso de sus divisas y que en 2020 ha sufrido algo más que importantes vaivenes—, se encontraba desde hace un año con el agua al cuello y una deuda desbocada, según explica Jaime Atienza, economista experto en deuda externa de la ONG Oxfam. Estimada en 10.000 millones de euros, esta cifra representa el 80% del PIB en 2019, según el Banco Africano de Desarrollo, mientras que en 2014 la deuda externa suponía el 35%. Su situación se ha visto agravada por una de las peores sequías en décadas, en especial en los primeros compases del año.

Como para otros países de renta media y baja, la pandemia ha sido la puntilla: las últimas proyecciones apuntan a que el PIB de Zambia habrá caído casi un 5% en 2020 y esquivará por la mínima el estancamiento este año (+0,6%). Y el batacazo, especialmente fuerte en un país en el que la renta per cápita no llega a los 4.000 dólares por persona (10 veces menos que España; cinco menos que México) ha acelerado el proceso. El primer impago de un plazo de casi 34 millones en la devolución de un bono de 632 millones se produjo a mediados de octubre, dos semanas más tarde la agencia de calificación Standard & Poor’s ya incluyó lo incluyó en la categoría de naciones en suspensión de pagos.

Pese a su anuncio, el Gobierno intenta reprogramar los reembolsos en un proceso de negociación que continúa con los acreedores, siendo el principal de ellos China. “Zambia es solo la punta del iceberg y anticipa un ciclo de países africanos que pueden caer en default”, asegura Atienza, que cita a Chad y Angola como aquellos en peor situación, pero que incluye también en zona de riesgo a Ghana, Kenia o Costa de Marfil.

Al comienzo de la crisis generada por la covid-19 los países africanos lanzaron una iniciativa para el aplazamiento del pago de la deuda externa, que logró su objetivo con una parte de la misma, la bilateral. Recientemente, el G20 ha dado a conocer una hoja de ruta para reestructurar dicha deuda en los 38 países más golpeados por la crisis. Sin embargo el problema persiste con la deuda privada, en manos de fondos de inversión o el Banco Chino de Desarrollo. “Para poder pagar van a tener que asumir serios recortes del gasto público y esto va a impactar sobre la sanidad y los más vulnerables. En este momento los Gobiernos deberían invertir en apoyar a sus productores y recuperar su economía, pero si tienen que seguir pagando su deuda no podrán hacerlo”, añade Atienza.

Caída de renta en el 90% de los emergentes

“Es necesario abordar las fragilidades financieras de muchos de esos países, ya que la crisis del crecimiento afecta a los presupuestos de los hogares y los balances de las empresas vulnerables”, ha avisado este martes la economista jefa del Banco Mundial, Carmen Reinhart. El organismo prevé un horizonte cuando menos oscuro para el mundo en vías de desarrollo: la pandemia ha provocado mermas de renta en el 90% de los países emergentes, y en uno de cada cuatro borrará en cuestión de meses los avances registrados en los 10 últimos años. El famoso fantasma de la década perdida de América Latina se extiende por buena parte de los países de renta media, que en los últimos tiempos se habían mostrado casi inmunes a las recesiones.

“La pandemia”, completa Ayhan Kose, vicepresidente interino de Crecimiento Equitativo, Finanzas e Instituciones del prestamista con sede en Washington, “ha exacerbado enormemente los riesgos de la deuda en los mercados emergentes y las economías en desarrollo; es probable que las débiles perspectivas de crecimiento aumenten aún más la carga de la deuda y erosionen la capacidad de servicio de la deuda de los prestatarios. Es necesario que la comunidad mundial actúe con rapidez y determinación para asegurarse de que la reciente acumulación de deuda no resulte en una serie de crisis de deuda. El mundo en desarrollo no puede permitirse otra década perdida”.

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