El pescado se sube a la montaña rusa

Los productores estiman unas pérdidas del 30% desde marzo, con precios entre fuertes bajadas y repuntes ocasionales

Un grupo de pescadores descargan las capturas en el puerto pesquero de Cartagena (Murcia).Marcial Guillén (EFE)

Han pasado dos semanas desde que 189 marineros vascos, gallegos, andaluces y asturianos llegasen a Puerto Victoria (Seychelles) para relevar a otros tantos tripulantes que permanecían atrapados en los 15 atuneros nacionales que faenan en el Índico. La pandemia les pilló a punto del reemplazo, que se realiza cada cuatro meses desde el archipiélago. Llevaban ya cinco en el mar cuando comenzó la desescalada del estado de excepción decretado e...

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Han pasado dos semanas desde que 189 marineros vascos, gallegos, andaluces y asturianos llegasen a Puerto Victoria (Seychelles) para relevar a otros tantos tripulantes que permanecían atrapados en los 15 atuneros nacionales que faenan en el Índico. La pandemia les pilló a punto del reemplazo, que se realiza cada cuatro meses desde el archipiélago. Llevaban ya cinco en el mar cuando comenzó la desescalada del estado de excepción decretado en esa pequeña república, que aunque solo registraba 11 contagiados, impuso medidas muy estrictas para proteger su principal fuente de ingresos, el turismo. El vuelo chárter fletado por los armadores desde España despegó con varias condiciones: un pasaje con su test de covid-19 superado y dos tripulaciones a bordo para poder regresar sin que nadie más que los pescadores bajasen del avión. No fue nada fácil. En la operación tuvieron que intervenir dos ministerios y la Unión Europea.

El ejemplo viene a cuenta de los problemas que tiene la pesca en estos días inciertos. Una de las profesiones más internacionalizadas que, pese a todo, según el secretario de la patronal, Javier Garat, “ha podido seguir trabajando en todos los países del mundo con relativa normalidad”. Aunque con más de un problema. Los palangreros de Carboneras, que se dedican al pez espada y al tiburón, se nutren de tripulaciones de senegaleses y peruanos y estos meses, por la parada biológica, descansaban en sus países. Traerlos es ahora una misión imposible. Aguas adentro, Basilio Otero, presidente de la Federación Nacional de Cofradías, repasa desde Burela (Lugo) los daños de la pesca de bajura de estos dos meses: “La gente tiene todo el tiempo del mundo para comer pescado en casa, pero sigue sin querer coger espinas. No sé si es por los olores [al cocinar] o por tradición, pero hay más consumo en el canal horeca (hoteles, restaurantes y cafeterías)”.

La paralización de ese consumo en los bares es la que ha hundido las cotizaciones en un sector que emplea a 31.473 personas en una flota de 8.972 buques y que captura casi un millón de toneladas al año de los casi 80 millones que se extraen en todo el mundo. En la primera semana de confinamiento a Basilio se le quejaba el patrón mayor de Santa Pola, amigo suyo, de que la gamba roja, que se suele pagar a entre 80 y 100 euros, se había desplomado a entre 3 y 10. Nadie quería marisco porque no había nada que celebrar. Otras especies han tenido cotizaciones más parecidas a la evolución del Dow Jones: “La campaña de caballa ha sido una de las cosas que ha salvado el norte. En el golfo de Cádiz se abre ahora la anchoa al cerco y están con jurel y sardina. En Galicia las mariscadoras están bajo mínimos, el congrio ha sido un desastre, han tenido que retirar miles de kilos de la lonja porque no se llegaba a pagar un euro por kilo. Los precios de la merluza han sido como un diente de sierra”.

Ahora que lo peor de la pandemia se ha superado (por el momento), los marineros estiman que trabajan al 50% de su capacidad y las lonjas, flotas y distribuidores minoristas cifran en el 30% las pérdidas medias globales en ventas durante el estado de alarma. Pero es una media muy aproximada en un sector cuyo valor en primera venta superó los 2.000 millones de euros en 2019. Los hogares, que en un año normal destinan el 13% del gasto en alimentación al pescado (con un desembolso de 196 euros per cápita y 23 kilos por persona y año), puede que hagan caer aún más esa media por la pandemia.

María Luisa Álvarez, directora de Fedepesca, la federación de empresarios detallistas de pescado, todavía no se ha repuesto del shock que se vivió durante los primeros compases de la crisis. “La primera semana era imposible encontrar EPI (equipos de protección) y empezamos a ver precios inauditos. Los distribuidores comenzaron a cortar horarios para intentar atender la demanda y estar protegidos. La venta a domicilio ha sido espectacular, con incrementos del 80% en Madrid”. Pero el aumento, cree, no compensó la caída de la hostelería, “no es cierto que el consumo se traslade [de los bares a las casas]. Además, el canal horeca hace que determinados productos más premium que ahora no se consumen suban la facturación global”.

Después está el tema de la nueva forma de consumo con reparto a domicilio, que, si se consolida, tendrá su impacto en la distribución. “El precio tiene que soportar todos los costes: luz, trabajadores, transporte…, a lo que se suman los nuevos gastos por equipos de protección o hidrogeles. Habrá que ver cómo queda la rentabilidad con el servicio a domicilio, porque para atender a un cliente se tarda el doble”, añade. Y a río revuelto, ganancia de unos pocos. La epidemia ha lanzado a muchos productores a vender directamente a los hogares, lo que los convierte en comercializadores e intensifica la competencia.

‘Made in France’

Hay otro elemento que ha movido los precios a la baja, recuerda Javier Garat. “En Francia hubo una recomendación del Gobierno y de los pescadores para dar prioridad al consumo de productos originarios del país y la gente ha hecho caso. Eso ha limitado la entrada en el país vecino de producto irlandés y escocés, que se ha reconducido hacia España hundiendo las cotizaciones”.

Frente a eso, los españoles han optado por no pescar —ocurrió con la campaña de la anchoa que redujo las capturas— o congelar lo que puedan a la espera de que el mercado se recupere. Pero eso no será hasta que los bares y restaurantes estén a pleno rendimiento. Y sin turismo, no ocurrirá hasta dentro de muchos meses. “El único consuelo es que el gasto en gasóleo ha bajado”, dicen los armadores.

“Solo queremos que la desescalada se haga bien

“Si hay un rebote, tendremos un problema gravísimo encima de la mesa, porque el miedo y la precaución van a hacer mucho más difícil volver a arrancar. Queremos que se haga bien”. La opinión del presidente de las cofradías se basa en el temor a que una desescalada fallida amenace la recuperación del turismo, que para el sector marca una época de subidas de precios en verano. Otra de las amenazas viene a medio plazo a través de la Estrategia de Biodiversidad presentada este miércoles por la Comisión Europea. El documento propone ampliar la cobertura de las áreas marinas protegidas del 10% al 30%, incluidas zonas con prohibición de capturas, y mantener o reducir la mortalidad de la pesca. La patronal lamenta que, a cambio, se quieran incrementar los parques eólicos marinos. “Además, con la covid-19, la estrategia pone en riesgo de incrementar la dependencia de Europa de suministro de pescado de países terceros, a menudo muy alejados de los estándares europeos”.


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