Columna

Gestión de imprevistos

Es preciso que las compañías introduzcan herramientas para medir el riesgo del tipo de cambio

Durante 2018 asistimos a la tormenta perfecta para las divisas de países emergentes, que se depreciaron un 10% frente al dólar: los tipos de interés en EE UU repuntaron, China se desaceleró, el proteccionismo empezó a hacer acto de presencia tras años de globalización y las materias primas cayeron sustancialmente. El panorama interno de estos países tampoco fue mejor: tuvieron lugar elecciones en Brasil y México (con cambios de Gobierno notables), entre otros; se impusieron sanciones a Rusia por parte de EE UU, quien, en verano, también protagonizó un importante conflicto diplomático con Turqu...

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Durante 2018 asistimos a la tormenta perfecta para las divisas de países emergentes, que se depreciaron un 10% frente al dólar: los tipos de interés en EE UU repuntaron, China se desaceleró, el proteccionismo empezó a hacer acto de presencia tras años de globalización y las materias primas cayeron sustancialmente. El panorama interno de estos países tampoco fue mejor: tuvieron lugar elecciones en Brasil y México (con cambios de Gobierno notables), entre otros; se impusieron sanciones a Rusia por parte de EE UU, quien, en verano, también protagonizó un importante conflicto diplomático con Turquía. En definitiva, parece difícil que un año así vuelva a repetirse.

El panorama internacional para los emergentes parece algo más benigno en 2019 y así lo empiezan a recoger los mercados: la Bolsa de China lidera en el año la renta variable global, con una rentabilidad de más de un 20%. Los bancos centrales, encabezados por la Reserva Federal de EE UU, han modificado su forward guidance para poner el foco en la tranquilidad a la hora de tensionar su política monetaria. China se desacelerará, sí, pero de una forma ordenada, apoyada por medidas de estímulo fiscal que sigan modificando la estructura de la economía y con menor incertidumbre en torno al comercio. EE UU empieza la línea diplomática comercial dura (al menos con China) y podría llegar a un acuerdo que evite un nuevo incremento de aranceles.

A esto hay que unir un calendario electoral mucho menos cargado en comparación con el pasado año (las citas de relevancia se centrarán en India y Polonia). Por último, el cambio de Gobierno en Brasil parece no ser tan traumático como llegó a anticipar el mercado el año pasado (el real brasileño llegó a acumular una depreciación de más de un 25% frente al dólar previamente a las elecciones). Bolsonaro ha empezado a negociar con las cámaras medidas de ajuste del gasto y cambios hacia una economía más abierta al exterior y a los mercados que se ha recogido de forma optimista por parte de los inversores. Lo contrario podría ocurrir en México, donde el mercado, más tranquilo (el peso apenas llegó a depreciarse un 10%), podría haber sobreestimado las posibilidades del nuevo presidente de cumplir un presupuesto más conservador.

El escenario que se deriva de este entorno es benigno para las divisas emergentes, pero esta previsión no está exenta de riesgos vinculados a eventos no previstos. Es preciso que las compañías sigan consolidando mecanismos objetivos de gestión del riesgo cambiario, orientados a la mitigación de los mismos. La gestión debe basarse en pautas claras de actuación con independencia del escenario de previsión manejado, para garantizar que la adopción de decisiones se aleja de la gestión oportunista del riesgo. Este marco global debe venir acompañado de herramientas de seguimiento que permitan reportar las decisiones adoptadas, y su adecuada comprensión por parte de todos los agentes (internos y externos a la empresa). De este modo, se eliminan los sesgos subjetivos y se refuerza el papel de la dirección financiera como centro clave para la toma de decisiones que salvaguarden la rentabilidad de la compañía.

Nereida González y Pablo Guijarro son profesores de Afi Escuela de Finanzas.

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