El té recobra el sabor en Oriente

La demanda de nuevos productos y el aumento del consumo en China o India compensa el estancamiento del té clásico

Los tés verde o blanco (en la foto) ganan cuota de mercado en todo el planeta. ALESSANDRA BENEDETTI (FAO)

Cuando la Compañía Británica de las Indias Orientales empezó a importar té en 1664, se veía como una hierba casi mágica. Con la industrialización, el clásico té negro, mezclado con leche y azúcar, se convirtió en uno de los símbolos de Reino Unido. Para muchos obreros urbanos el brebaje era una potente fuente calórica que sustituía a la cena caliente y, aún hoy, decir té equivale a “cena” en muchos hogares ingleses. Pero los días de gloria del té negro han quedado atrás. En la última década Reino Unido ha be...

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Cuando la Compañía Británica de las Indias Orientales empezó a importar té en 1664, se veía como una hierba casi mágica. Con la industrialización, el clásico té negro, mezclado con leche y azúcar, se convirtió en uno de los símbolos de Reino Unido. Para muchos obreros urbanos el brebaje era una potente fuente calórica que sustituía a la cena caliente y, aún hoy, decir té equivale a “cena” en muchos hogares ingleses. Pero los días de gloria del té negro han quedado atrás. En la última década Reino Unido ha bebido un 2,1% menos de esta variedad, y se espera que la cifra siga bajando en los próximos 10 años. En general, cada británico bebe hoy un 23,8% menos de té que hace 10 años. La gente pide otra cosa.

La caída de la variedad negra, según los datos del Grupo Intergubernamental del Té, es generalizada en la Unión Europea, donde desde 2007 solo ha crecido la demanda alemana. Y se prevé que el consumo del té clásico se estanque en casi todas partes de aquí al año 2027. “Ese declive responde a que la gama de productos se ha expandido: hace 20 años, una mujer joven que viviera sola tenía en casa una única caja de té negro. Hoy tiene cinco o seis: con hierbas, mezclados con frutas, Earl Grey…”, sostiene William Gorman, de la Asociación de té e infusiones de Reino Unido. “Pero el mercado goza de buena salud”, añade.

En la última década el consumo global de la que sigue siendo la segunda bebida más popular del mundo —tras el agua— ha crecido un 4,5%, alcanzando los 5,5 millones de toneladas. El año pasado, los británicos importaron té por valor de 397,5 millones de dólares, de un mercado mundial en el que las importaciones alcanzaron los 6.700 millones de dólares. Sin embargo la demanda europea representa menos del 6%.

China e India están tirando del mercado con una demanda que sube un 10% anual

Quienes de verdad la impulsan son dos de los principales países productores: China e India. En el gigante asiático, esta bebida ha crecido en paralelo a la economía, con cifras anuales de en torno al 10% en la última década. En 2016, cada chino tomó un 128,6% más que 10 años antes, hasta las 2,1 millones de toneladas de té: casi cuatro de cada 10 tazas servidas en el mundo. En India se prepararon dos de cada diez tés: 1,05 millones de toneladas.

“Pero en los países en desarrollo se observa un cambio similar: crecen sobre todo el té verde (por delante del rojo o el blanco), los tés mezclados con frutas o hierbas y otros productos menos tradicionales”, señala Jean Luc Mastaki, experto de la FAO (agencia de la ONU para la alimentación y la agricultura). “Y aunque en países como India el té a granel aún supone casi la mitad del mercado, los consumidores exigen más calidad a medida que crecen sus ingresos, sobre todos los jóvenes”.

Unas nuevas generaciones que buscan alternativas saludables a los refrescos azucarados, vigilados de cerca por sus efectos sobre la salud y cada vez más cercados por tasas en países como México, Francia o, desde el pasado abril, Reino Unido. De hecho, en Estados Unidos, la cuna de estas bebidas, el mercado de las gaseosas lleva 12 años seguidos en descenso. “En Europa, el té por ahora va perdiendo la batalla por ocupar ese espacio frente a otros productos, como las aguas embotelladas o incluso el café, pero en Asia está haciéndose un hueco importante”, observa Mastaki. “La industria del té ha sido extremadamente lenta a la hora de innovar”, coincide Garmon. “Pero hemos reaccionado: en Reino Unido, por ejemplo, los preparados especiales ya representan el 20% del mercado”.

Los jóvenes son quienes sostendrán la producción de la bebida, de la que se encargan pequeños productores en casi un 70%, después de que muchas grandes plantaciones abandonaran la actividad por la caída de los precios y la demanda en los albores de este siglo. El Grupo Intergubernamental —formado por países productores y otros— espera que la producción de té verde crezca un 7,5% en la próxima década, y que la de té negro todavía aumente un 2,2%.

Aquí de nuevo, son los chinos (2,44 millones de toneladas: el 42,6% de la producción mundial), más especializados en el té verde, y los indios (1,27 millones de toneladas) los que mandan. Pero en la exportación —cuyo valor ha crecido un 75% en la última década— India se queda atrás y, después de China, aparecen economías como Sri Lanka (1.520 millones de dólares en 2017) o Kenia (1.290 millones). Lugares que afrontan riesgos importantes a raíz del cambio climático. “Hay 35 países productores, que requieren un clima específico y se están encontrando con sequías, inundaciones, lluvias erráticas y fuera de temporada…”, avisa Mastaki. En Sri Lanka, donde el té supone casi un 10% de sus exportaciones, la producción cayó un 11% en 2016 por la falta de agua. Las nuevas condiciones climáticas no solo afectan a la cantidad, sino también a la calidad del producto, que parece ser el nuevo caballo de batalla. Y ya no solo en Europa.

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