Análisis

La deuda alrededor

Hemos entrado en un círculo virtuoso de confianza pero no hay certeza de que vaya a durar

La llegada de inversión extranjera a España en los últimos meses parece más que simbólica y refuerza la percepción más favorable que ahora se tiene de la economía española y de la estabilidad y viabilidad de la zona euro.

Hace un año, apenas podía vislumbrarse un cambio tan drástico: en octubre de 2012, el dilema era rescate total (no solo el bancario) o no rescate. Desde entonces, la prima de riesgo se ha reducido a la mitad y la banca española ha sido capaz de devolver al Banco Central Europeo cerca de 200.000 millones de euros, con lo que su deuda con él se queda en 244.000 millones,...

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La llegada de inversión extranjera a España en los últimos meses parece más que simbólica y refuerza la percepción más favorable que ahora se tiene de la economía española y de la estabilidad y viabilidad de la zona euro.

Hace un año, apenas podía vislumbrarse un cambio tan drástico: en octubre de 2012, el dilema era rescate total (no solo el bancario) o no rescate. Desde entonces, la prima de riesgo se ha reducido a la mitad y la banca española ha sido capaz de devolver al Banco Central Europeo cerca de 200.000 millones de euros, con lo que su deuda con él se queda en 244.000 millones, poco más que la deuda que también tiene la banca italiana con el BCE. La comparación entre ambos sistemas bancarios se podría resumir en la estimación reciente del FMI de que la banca española e italiana acumularán en los próximos años 239.000 millones de pérdidas, de los que 104.000 corresponderán a la española, a la que el Fondo ve con suficientes recursos propios para asumir esas pérdidas, lo que, según él, no sería el caso de la italiana.

¿Será suficiente el crecimiento de la economía española durante los tres años próximos para que las previsiones del FMI no se cumplan y evitar otra ronda de recapitalización de los bancos? La respuesta la dará la resultante de dos fuerzas que actúan en sentidos contrarios: la llegada de capitales de todo tipo desde el exterior y el cumplimiento de los objetivos de déficit, que es lo que marca la hoja de ruta de la economía española.

El que Bruselas suavizara el objetivo de 2013 es lo que le ha proporcionado un balón de oxígeno a la economía española este año. Y lo mismo sucederá en 2014, con un objetivo que no es muy riguroso: 5,8%. A partir de ahí, el Gobierno español y la Comisión se enfrentarán a otra alternativa del diablo: si suavizan el objetivo de déficit durante dos años más (2015 y 2016), la ratio de deuda sobre PIB se irá a niveles del 112%. Y si no, la economía española volverá a asfixiarse y a entrar en recesión otra vez.

Por eso es tan importante la llegada de inversión extranjera, y más si viene en forma de empresas que se instalan o amplían capacidad en España, atraídas porque los trabajadores españoles unen ahora a su cualificación la competitividad (21 euros por hora frente a los 30 de Alemania o los 49 de Noruega). De manera que la clave de crecer o no crecer no resida solo en que el sector público haga un menor o mayor ajuste anual del gasto y en que las exportaciones sigan comportándose igual de bien.

De ahí el alboroto organizado por la llegada de una inversión financiera, con aspecto de estable, de la mano de Bill Gates; o por las ventas (ejecutadas ya, o no) que la Sareb está haciendo de activos dañados; o que cause sensación el que haya fondos de inversión interesados en pujar por Novagalicia Banco; y así sucesivamente.

Este tipo de inversiones pioneras se suelen interpretar como un espaldarazo a las políticas económicas: en el peor momento de la crisis financiera internacional, el presidente Obama, con su mandato apenas iniciado, tuvo un respaldo parecido por parte de los máximos ejecutivos de dos grandes gestoras de fondos de inversión (Pimco y BlackRock), que salieron a apoyar el plan público-privado de venta de activos dañados del Gobierno norteamericano, un plan que era entonces de más que dudosa viabilidad. Pero bastó ese apoyo a la vista de todos para que se volviera un éxito inmediato que, a su vez, reforzó la credibilidad de los test de estrés de la banca de EE UU.

En este caso, y si la corriente de inversión exterior se mantiene, el efecto será parecido. Aunque sea inversión en Bolsa, que, como en Japón a lo largo de los últimos 23 años, tendrá seguramente arrancadas, frenazos y retrocesos que se reflejarán en el Ibex 35.

El que también haya llegado inversión extranjera a la deuda pública con vencimiento a 30 años contribuye a desactivar las visiones apocalípticas: globalmente, todos los años vencen 16 billones de dólares de deuda pública y privada que no sabrían adónde ir si renunciaran a renovar su inversión en la deuda de los mismos Estados archiendeudados (algo muy parecido a lo que le sucede a los depósitos bancarios). Por eso todo el mundo sabía lo necesario que era cebar el círculo virtuoso de la confianza. Que es lo que parece haber sucedido ya. Aunque nadie pueda tener la total certeza de que el fenómeno vaya a ser duradero.

Juan Ignacio Crespo es estadístico del Estado y autor del libro Las dos próximas recesiones.

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