Reportaje:

Operación: salvar un 'gargallo'

El MNAC restaura el 'El violinista', pieza de plomo y madera, componentes incompatibles para su conservación

Primero de laboratorio: si se coloca una moneda de plomo en un cajón de madera, se producirá una reacción química que acabará destruyendo el metal. La profunda incompatibilidad de estos dos materiales debía de ser desconocida para Pablo Gargallo, uno de los grandes escultores del siglo XX, cuando creó en 1920 El violinista, escultura de madera forrada de planchas de plomo que, tras más de 90 años de vida ha ingresado de urgencia para un "tratamiento médico". La degradación de sus partes podrían acabar con el todo artístico.

El Museo Nacional de Arte de Catalunya (MNAC), propietar...

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Primero de laboratorio: si se coloca una moneda de plomo en un cajón de madera, se producirá una reacción química que acabará destruyendo el metal. La profunda incompatibilidad de estos dos materiales debía de ser desconocida para Pablo Gargallo, uno de los grandes escultores del siglo XX, cuando creó en 1920 El violinista, escultura de madera forrada de planchas de plomo que, tras más de 90 años de vida ha ingresado de urgencia para un "tratamiento médico". La degradación de sus partes podrían acabar con el todo artístico.

El Museo Nacional de Arte de Catalunya (MNAC), propietario de la escultura desde su creación, lucha por salvar esta pieza única; no se conoce otra creada con los mismos materiales. Y la búsqueda de soluciones no es fácil. Lo primero que necesitaban saber Mireia Mestre, jefa del Área de Restauración y Conservación Preventiva del MNAC, y Àlex Masalles, responsable del Área de Escultura, era conocer el grado de alteración de la pieza, incluso aunque el plomo impida el paso de los rayos X. Por esa razón, la carbonatación del metal, resultado de la alteración, se había manifestado en la superficie, pero del interior no se sabía nada.

La obra es única; no se conoce otra creada con los mismos materiales

En noviembre, la obra, de 50 centímetros de alto, viajó de la mano de Masalles a Suiza, al Neutron Imaging and Activation (NIAG) instalado en el Scherrer Institut de Berna, un sincrotrón de tercera generación. Allí fue sometida a un bombardeo de neutrones térmicos durante 15 horas en el que se realizaron 2.250 radiografías. Con las imágenes se creó una tomografía, que permite ver la pieza como si se cortara en milimétricas rodajas horizontales y verticales y, finalmente, una imagen de la obra en 3D. Las fotografías, una vez tratadas informáticamente, han permitido conocer el interior de esta misteriosa obra. "Fue como un sueño contemplar lo que escondía: el núcleo de madera de pino tallado formado por tres trozos, los clavos de hierro que Gargallo colocó para fijar el plomo y la técnica que utilizó el escultor para forrar la talla", explica Masalles, especialista avezado que ha intervenido en restauraciones tan trascendentes como la de la escultura griega de Esculapio, del siglo II antes de Cristo y un icono de la cultura catalana, al que le reintegró los dos brazos, después de un siglo "manco", y que hoy se expone en el yacimiento de Empúries.

Tras nueve días en Suiza (los últimos cuatro esperando que los niveles de radiación permitieran al gargallo volar), Masalles regresó a Barcelona con la obra y las imágenes. "Por fin hemos podido ver el estado de deterioro del metal", señala Masalles, mientras señala en su ordenador unas manchas blanquecinas presentes por casi toda la capa interior del plomo. "Es mayor en las zonas en las que la madera y el plomo están juntos, y si no actuamos, en zonas como el cuello y la espalda, aflorarán pronto a la superficie".

Hecho el diagnóstico, se planteó la intervención. Mestre y Masalles realizaron una "réplica" de la pieza, hecha de madera de pino con plomo. Aceleraron su alteración con ácido acético. Luego lo llevaron al Instituto Químico de Sarriá donde, en una bomba de vacío y con técnicas empleadas en la restauración de metales arqueológicos, le intentaron devolver su aspecto original. El resultado no fue, ay, el esperado.

Por eso, los restauradores se plantean una solución, que de entrada, suena traumática: diseccionar la pieza en fragmentos y realizar el tratamiento a la vez que se elimina la madera y se sustituye por resina inocua. "Nuestro deber es preservar las obras y el proceso de deterioro iniciado no tiene fin, a no ser que se actúe", asegura Mestre. "Será con todas las garantías de que la pérdida de material será mínima, de tan solo un 0,02%", puntualiza Masalles.

Para ello se recurrirá a técnicas prestadas como la microsoldadura, y al consenso con otros conservadores del MNAC, como es norma de la casa, y con los herederos del artista. "Y en el peor de los casos, haremos una copia igual a la escultura que se podrá ver si la original acaba destruyéndose". Pero incluso en plena era de la reproducción mecánica, no hace falta ser Walter Benjamin para saberlo, no será lo mismo.

Àlex Masalles restaura El violinista, en los talleres del MNAC. Abajo, el gargallo radiografiado.GIANLUCA BATTISTA
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