Análisis:ANÁLISIS

La soledad de un consejero

Resulta que Felip Puig, el valiente consejero de Interior que acusa sin pruebas y presume de actuar hasta donde le deja la ley "y un poco más", es también un ser humano sometido a las debilidades que acechan a cualquiera. El responsable de convertir una pacífica protesta en una batalla campal, de ofrecer al mundo la irreal imagen de una Barcelona sometida a la brutalidad policial, es también una hombre incapaz de evitar la tentación, como un chiquillo reprendido en la escuela, de denunciar a todos los demás antes que asumir con valentía un error. Alguien que no duda en eludir la verdad cuando ...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Resulta que Felip Puig, el valiente consejero de Interior que acusa sin pruebas y presume de actuar hasta donde le deja la ley "y un poco más", es también un ser humano sometido a las debilidades que acechan a cualquiera. El responsable de convertir una pacífica protesta en una batalla campal, de ofrecer al mundo la irreal imagen de una Barcelona sometida a la brutalidad policial, es también una hombre incapaz de evitar la tentación, como un chiquillo reprendido en la escuela, de denunciar a todos los demás antes que asumir con valentía un error. Alguien que no duda en eludir la verdad cuando esta no casa con sus posiciones. Una persona que no puede reprimir sus parodiados impulsos cuando se le pone delante la oportunidad de imponer su orden, aunque sea a porrazos y contra personas pacíficamente sentadas en el suelo.

Puig cerró ayer de la peor manera la huida hacia delante emprendida tras el desastre de su operación limpieza de la plaza de Catalunya. En el fondo, solo debía responder a una pregunta: ¿por qué y con qué instrucciones aplicaron los antidisturbios una violencia desmedida contra los acampados? Y ahí se escondió. Dispersó responsabilidades, acusó con la fuerza que da no tener que rendir cuentas y se refugió en las consecuencias -los incidentes en los que degeneró la carga, en los que una minoría de los concentrados pagaron a los mossos con la misma moneda- antes que afrontar la causa: la insensata carga. A estas alturas resulta embarazoso repetir lo que el consejero sabe, o debería saber ya: la violencia la iniciaron los antidisturbios. Y estos recurrieron a ella por los fallos de un operativo de cuyos riesgos Puig fue advertido, pero que prefirió ignorar.

El ser humano siente pavor a la soledad y Puig viste las críticas a sus decisiones como un ataque a todos los mossos d'esquadra, lo que viene a ser algo así como arrestar a todo el cuerpo para que le haga compañía. Un noble deseo comprensible en un ser humano, pero un consejero debe saber que las responsabilidades se asumen en soledad.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Sobre la firma

Archivado En