PALOS DE CIEGO

¿Es sólo el afán de ganar y ganar?

Siempre se ha dicho que un periódico no es sólo un vehículo de noticias, sino un lugar ideal de debate, una especie de libro colectivo donde quienes escriben razonan sus filias y sus fobias, sus acuerdos y sus desacuerdos, y donde quienes leen reconocen, misteriosamente reflejados en él, sus propios acuerdos y desacuerdos, sus propias filias y fobias. Puede que sea verdad: puede que los periódicos nacieran de esa necesidad de diálogo, y puede que ahora, cuando todo parece augurar el final del periódico como medio de comunicación popular y su conversión en un refinamiento aristocrático, esa nec...

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Siempre se ha dicho que un periódico no es sólo un vehículo de noticias, sino un lugar ideal de debate, una especie de libro colectivo donde quienes escriben razonan sus filias y sus fobias, sus acuerdos y sus desacuerdos, y donde quienes leen reconocen, misteriosamente reflejados en él, sus propios acuerdos y desacuerdos, sus propias filias y fobias. Puede que sea verdad: puede que los periódicos nacieran de esa necesidad de diálogo, y puede que ahora, cuando todo parece augurar el final del periódico como medio de comunicación popular y su conversión en un refinamiento aristocrático, esa necesidad vuelva a convertirse en determinante incluso en culturas de tradición tan dogmática como la nuestra, donde la expresión de una discrepancia intelectual tiende a confundirse con un intento de agresión personal. Mejor dicho: sobre todo en culturas como la nuestra. Porque, además de un lugar ideal de debate y una especie de libro colectivo, un periódico es un extraño artefacto repleto de correspondencias visibles o secretas, que muchas veces acaban propiciando un debate real entre personas que nunca tuvieron intención de confrontar su visión de las cosas y que, gracias al periódico, acaban haciéndolo. O por lo menos acaban permitiendo que lo imagine el lector.

"Ferlosio abomina del deporte, 'actividad sin contenido alguno y sin más objetivo que la victoria"

Tomemos por ejemplo lo ocurrido a principios de agosto en este periódico. Una de las cosas buenas que tiene todo gran acontecimiento deportivo es que cuando acaba se publica la correspondiente diatriba de Sánchez Ferlosio contra el gran acontecimiento deportivo y contra el deporte en general. Este chaparrón helado era urgente este año, cuando la victoria de España en el Mundial elevó la temperatura emocional del país hasta extremos que lindaban con la combustión; de hecho, a medida que avanzaba el mes de julio y Ferlosio continuaba sin decir ni pío, algunos empezamos a temernos lo peor: que el escritor hubiera visto la luz, se hubiera comprado una camiseta roja con el nombre de Iniesta a la espalda y, enfundado en ella y bañado en lágrimas de arrepentimiento, estuviera escribiendo una feroz refutación de sus diatribas anteriores en forma de canto épico a la victoria española. Por fortuna no fue así: el 5 de agosto se publicó el artículo; se titulaba ¡Y qué afán de ganar y ganar! y de entrada tenía una ventaja: demostraba que el primer escritor español es también el primer humorista español, y que muchos malentendidos provocados por Ferlosio derivan del hecho incomprensible de que a veces se olvida que es un humorista. Pero, además, el artículo resultaba tranquilizadoramente antifutbolístico, antideportivo y antipatriótico; de hecho, yo sólo viví un momento de inquietud al leer una frase que se hubiera dicho arrancada de mi imaginado canto épico-patriótico, esa en que Ferlosio describe el gol contra Alemania en las semifinales: "Puyol, con su gol de cabeza viniendo desde atrás, como el tebano Pelópidas en Leuctra contra los espartanos". Todo lo demás, irreprochable: Ferlosio abomina del deporte, "actividad sin contenido alguno y sin más objetivo que el de la redundancia de la victoria como fin en sí mismo", del patriotismo desatado por el fútbol, de la explotación publicitaria realizada por el Estado y por los medios de comunicación de la victoria española… En suma: un chaparrón en toda regla.

Pero he aquí que justo al día siguiente del artículo de Ferlosio se publicó en este suplemento una entrevista de Juan Cruz con Vicente del Bosque, seleccionador español de fútbol y hombre de evidente nobleza personal. No sabemos si Del Bosque ha leído a Ferlosio, aunque sí que no pudo leer el artículo de Ferlosio antes de la entrevista; no obstante, cualquiera hubiese dicho que se proponía refutar a Ferlosio cuando, contestando a su ¡Y qué afán de ganar y ganar!, afirmaba: "No sólo es ganar y ganar. Es también el comportamiento que uno manifiesta perdiendo o ganando". O sea que Del Bosque piensa, como Camus, que todo lo que se puede aprender sobre moral se puede aprender jugando al fútbol, y que el deporte no sólo consiste en ganar y en perder, sino en saber ganar y en saber perder, y que, modestia aparte, no es lo mismo ganar la final del Mundial como la ganó Italia hace cuatro años, cuando salió al campo a hacer de Italia y Materazzi sacó de quicio a Zidane insultando a su familia y provocando su cabezazo marsellés, que ganarla como la ha ganado España, jugando al fútbol y sin dejar que Holanda la sacara de quicio tratando de hacer de Italia. Sobre la explotación publicitaria del fútbol Del Bosque no dice nada, pero respecto al uso del patriotismo no puede ser más claro, al menos si juzgamos por las palabras que, antes de salir al campo, pronunció ante los futbolistas en el vestuario el día de la final: "No esperéis de mí un discurso patriotero o defensivo, como si fuéramos unos soldados que hemos venido a defender no sé qué. Simplemente, vamos a jugar el mejor partido que un futbolista puede jugar en su vida: una final del Mundial. Esto es una fiesta. Nada más". En fin. Yo creo que, a la vista de lo anterior, todos estaremos de acuerdo en que este periódico debería juntar a Ferlosio y a Del Bosque para que diriman personalmente sus discrepancias deportivas. Sería un espectáculo digno de verse. 

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