PERDONEN QUE NO ME LEVANTE

Nacidos un 4 de julio

Tenía, al principio, dos razones menores para dedicarle un perdonen al día 4 de julio. Primera, escribir en el título el artículo indefinido, por fin con propiedad, y no con esa grosería con que suele irrumpir -por radio, prensa y aire-, en medio de una frase que señala específicamente el año y requiere a gritos, por ello, el definido. En segundo lugar, me animaba la perspectiva de descubrir qué acontecimientos singulares podían haberse producido en el cuarto día señalado del séptimo mes de cualquier año… aparte de la consabida declaración de Independencia de los Estados Unidos de Améri...

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Tenía, al principio, dos razones menores para dedicarle un perdonen al día 4 de julio. Primera, escribir en el título el artículo indefinido, por fin con propiedad, y no con esa grosería con que suele irrumpir -por radio, prensa y aire-, en medio de una frase que señala específicamente el año y requiere a gritos, por ello, el definido. En segundo lugar, me animaba la perspectiva de descubrir qué acontecimientos singulares podían haberse producido en el cuarto día señalado del séptimo mes de cualquier año… aparte de la consabida declaración de Independencia de los Estados Unidos de América.

Y existía una tercera y más importante razón, aunque esta la descubrí más tarde. Me proponía averiguar hasta qué punto la sincopada música del azar había decretado que algunas personas nacidas en semejante fecha influyeran de una manera u otra en mí… Dicha pesquisa conduciría inevitablemente a otra interrogante mucho más turbadora: ¿qué habría ocurrido si fulano o zutana no hubieran nacido ni ese día ni nunca, o lo hubieran hecho en otra época, en otras condiciones, en…? El planteamiento ofrecía posibilidades casi infinitas. Era, es un juego, sí. Pero un juego inquietante. Prueben ustedes y verán.

"Homenaje mío a lo que más y mejor me ha dado Estados Unidos: su buen cine

En todo caso, pretendía tan solo pasar un rato entretenido. Así que, desdeñando otras alternativas más dramáticas, me centré exclusivamente en personalidades del cine o que indirectamente hubieran prestado un servicio a la causa cinematográfica, que tanto y tan bien ha acompañado y acompaña mi vida.

Y así fue como me encontré frente a un productor, un escritor, una actriz y un mafioso sin cuya existencia la mía resultaría considerablemente más pobre.

Si Louis B. Mayer no hubiera nacido el 4 de julio de 1882 en una perdida aldea de lo que hoy es Bielorrusia y no hubiera emigrado a América ni fundado la Metro Goldwyn Mayer, algunos acontecimientos importantes para todos no se habrían producido. Piénsenlo: jamás habríamos conocido el País de Oz siguiendo a Dorothy, ni escuchado Over the Rainbow; y Clark Gable no habría sido Rhett Butler en Lo que el viento se llevó, pues David O. Selznick, su yerno, no había podido tomar prestado al Rey de la MGM. Inconcebible, ¿verdad?

El 4 de julio de 1927 nació Neil Simon, autor teatral y guionista. Sin él, me habría perdido una de las escenas más inmortales del imaginario conyugal, la pelea doméstica y rabiosa entre Jack Lemmon y Walter Matthau en La extraña pareja. Entre otras delicias, como las interpretaciones de su entonces esposa (de Simon), Marsha Mason, en dos estupendas comedias agridulces: Sólo cuando me río y La chica del adiós.

En otro 4 de julio, el de 1902, nació Meyer Lansky, destinado a ser un mafioso estadounidense y a colarse en la inspiración de Mario Puzo para su libro El padrino. Recuerden la memorable consistencia que le dio Lee Strasberg en la segunda parte de la saga fílmica, su sibilina sonrisa mientras, instalado en la terraza de su apartamento de La Habana de Batista, reparte entre compinches la tarta de su cumpleaños que tiene la forma de la isla de Cuba.

Por último, dos escenarios fundamentales para el mantenimiento de mi iconografía amorosa y sexual habrían quedado desoladoramente vacíos sin la presencia de Eve Marie Saint, nacida el 4 de julio de 1924. Encarnado por otra, el personaje de Edie Doyle jamás habría transmitido la cercanía y la altura espiritual, la compasión y la ternura de su amor por Marlon Brando en La ley del silencio. Y esa azotea en la que los sueños de superación conviven con las palomas habría perdido la mitad de su eficacia.

En otro registro, pero con idéntico señorío, y en uno de esos míticos vagones de tren que recorren Estados Unidos de un lado a otro del cine, la Saint fue una espía al servicio de una de las exquisitas demostraciones de erotismo adulto a que se libró Alfred Hitchcock en sus ratos ocupados, es decir, cuando dirigía. Ya en el hotel recibió de labios de Cary Grant uno de los halagos más pintureros a que puede optar una dama: "Matarías a un hombre si te lo propusieras. Así que deja de proponértelo".

Quede este artículo como homenaje mío, en este día, a lo que más y mejor me ha dado Estados Unidos: su buen cine.

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