Cartas al director

De árboles y salmones

Está de moda. Ahora casi todos los ayuntamientos de España dedican un día al año a plantar árboles, propuesta que, como siempre, tiene como principales destinatarios a nuestros hijos. Los otros 364 días del año son para recalificar, construir más viviendas, autovías e industrias de las que hacen falta, es decir, para arrancarlos.

Ésa es la idea que me vino el domingo 3 de enero cuando leí -por fin- en EL PAÍS la crítica situación por la que atraviesa el salmón atlántico en España.

En Asturias todos los años llevan a los niños de los colegios a repoblar los ríos con salmones peque...

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Está de moda. Ahora casi todos los ayuntamientos de España dedican un día al año a plantar árboles, propuesta que, como siempre, tiene como principales destinatarios a nuestros hijos. Los otros 364 días del año son para recalificar, construir más viviendas, autovías e industrias de las que hacen falta, es decir, para arrancarlos.

Ésa es la idea que me vino el domingo 3 de enero cuando leí -por fin- en EL PAÍS la crítica situación por la que atraviesa el salmón atlántico en España.

En Asturias todos los años llevan a los niños de los colegios a repoblar los ríos con salmones pequeños criados en cautividad. Dos o tres años más tarde los padres de esos mismos niños les estarán esperando con la caña y el palo en la mano cuando regresen de su largo viaje por el mar, haciendo para ello cola si fuera necesario, y lo suele ser. Se nos dice que a partir de este año se impondrá la pesca sin muerte. Es mentira, desde el 1 de mayo hasta el 15 de junio, la mejor época para el ascenso de salmones, los ríos del Principado estarán llenos de la gente suficiente para acabar con ellos, como ha sucedido en los últimos años. La ley se lo permitirá.

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Si enseñamos a los niños a no matar salmones, no será necesario repoblar los ríos. Hagamos esfuerzos en enseñar a nuestros hijos a no arrancar árboles más que a plantarlos. Creo que el gran reto que tiene la humanidad para los próximos años es aprender a no destruir. Hasta ahora, ni siquiera nos ponemos de acuerdo en reparar lo ya destruido.

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