Análisis:

Miedo o prudencia

La epidemia de gripe A está produciendo una situación en la que resulta muy difícil diferenciar el miedo justificado de lo que es una magnificación de ese temor. Desde que se inició se ha extendido a todo el mundo, y su patrón parece bastante claro: una fácil difusión junto con una baja mortalidad (todo similar a la gripe tradicional). Quizás convendría tener en cuenta algunos elementos que pueden explicar lo ocurrido:

1. Se trata de una enfermedad nueva, y los conocimientos que hay sobre ella son limitados. Es entendible que las autoridades sanitarias hayan extremado la pruden...

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La epidemia de gripe A está produciendo una situación en la que resulta muy difícil diferenciar el miedo justificado de lo que es una magnificación de ese temor. Desde que se inició se ha extendido a todo el mundo, y su patrón parece bastante claro: una fácil difusión junto con una baja mortalidad (todo similar a la gripe tradicional). Quizás convendría tener en cuenta algunos elementos que pueden explicar lo ocurrido:

1. Se trata de una enfermedad nueva, y los conocimientos que hay sobre ella son limitados. Es entendible que las autoridades sanitarias hayan extremado la prudencia en sus afirmaciones, y que algunas hayan permitido todo tipo de elucubraciones. Un ejemplo es la posible, que no probable, mutación del virus. Nadie puede negar que pueda suceder. No obstante, a medida que pasa el tiempo, parece cada vez menos probable. Obviamente, las autoridades sanitarias deben prever los peores escenarios posibles.

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2. Hay un contexto social favorecedor: vivimos un momento de crisis, y la historia nos enseña que en estas situaciones se propagan más fácilmente las ideologías milenaristas y las construcciones de grandes pánicos ante amenazas, reales o ficticias. Por otro lado, es evidente que una población atemorizada es mas fácilmente manipulable, y que mientras la gripe aumenta su protagonismo disminuye el de los problemas sociales relacionados con la crisis.

3. Existen intereses económicos muy potentes. Cuanta más importancia tenga la enfermedad, mayores serán las ganancias de quienes fabrican antigripales y vacunas. En el caso del tratamiento estamos ante fármacos que tienen efectos adversos y casos comprobados de resistencias. Por eso, la política seguida en España de restricciones a su uso parecen lo más sensato. Sobre la vacuna cabe decir lo mismo: hay que tener clara su eficacia y seguridad antes de su administración masiva.

En suma: una enfermedad nueva en un contexto social favorable al catastrofismo y con unos potentes intereses económicos forman un cóctel que explica la epidemia de temor y el temor a la epidemia en que estamos inmersos.

En España la actuación de las autoridades sanitarias ha sido globalmente la adecuada, aunque muchas veces se ha malinterpretado. En todo caso la epidemia ha servido para demostrar que una coordinación estrecha entre el ministerio y las comunidades es positiva, además de factible.

Marciano Sánchez Bayle es portavoz de la Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública.

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