Cartas al director

La Barcelona del señor Jahanbegloo

Desde Toronto, las cosas se ven de una manera, pero le aseguro al señor Ramin Jahanbegloo que de lo que sucede en Barcelona no tiene la más mínima idea.

El modelo de ciudad global, eso que nadie sabe qué rayos significa, consiste en una urbe llena de turistas semidesnudos invasores de una metrópoli cara, insegura, sucia y sin perspectivas ni modelo de crecimiento sensato o sostenible. Llena de fiestas sin contenido, de celebraciones deportivas innecesarias, de pancartas superfluas, de mobbing inmobiliario, de pisos patera, de barrios limítrofes olvidados, de pobres, de inmigrante...

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Desde Toronto, las cosas se ven de una manera, pero le aseguro al señor Ramin Jahanbegloo que de lo que sucede en Barcelona no tiene la más mínima idea.

El modelo de ciudad global, eso que nadie sabe qué rayos significa, consiste en una urbe llena de turistas semidesnudos invasores de una metrópoli cara, insegura, sucia y sin perspectivas ni modelo de crecimiento sensato o sostenible. Llena de fiestas sin contenido, de celebraciones deportivas innecesarias, de pancartas superfluas, de mobbing inmobiliario, de pisos patera, de barrios limítrofes olvidados, de pobres, de inmigrantes y jóvenes explotados hasta la esclavitud. Que se ha transformado en invivible por sus habitantes, que ya no pueden pasear por sus lugares de siempre, visitar sus monumentos, rezar en sus iglesias, tomar aperitivos o asistir a conciertos sin tomar las entradas con meses de antelación.

Todo eso les ha sido arrebatado por la política de su Consistorio, que está obsesionado en hacer ganar dinero a los empresarios de siempre a base de degradar la calidad de vida de una ciudad. Barcelona se ha transformado en una comunidad inexistente donde impera la lógica del beneficio como única posibilidad de convivencia. Y el que no entre en esta lógica está excluido.

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