Reportaje:

El sexo vuelve a la ciudad

Saldrán de sus casas y pagarán por volvernos a ver?". Sarah Jessica Parker no tiene respuesta a su pregunta. Ni ella ni sus compañeras de Sexo en Nueva York. La serie dejó huella entre 1998 y 2004, pero Cynthia Nixon, Kim Cattrall o Kristin Davis se encogen de hombros ante la incógnita de Parker. El público tiene la última palabra sobre el futuro de la película Sexo en Nueva York, que se estrena en España el día 20 de junio. Pero la pregunta que Carrie Bradshaw puede escribir en su ordenador mientras piensa con la voz en off de la serie es "¿por qué han tardado tanto en ca...

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Saldrán de sus casas y pagarán por volvernos a ver?". Sarah Jessica Parker no tiene respuesta a su pregunta. Ni ella ni sus compañeras de Sexo en Nueva York. La serie dejó huella entre 1998 y 2004, pero Cynthia Nixon, Kim Cattrall o Kristin Davis se encogen de hombros ante la incógnita de Parker. El público tiene la última palabra sobre el futuro de la película Sexo en Nueva York, que se estrena en España el día 20 de junio. Pero la pregunta que Carrie Bradshaw puede escribir en su ordenador mientras piensa con la voz en off de la serie es "¿por qué han tardado tanto en calzarse los Manolos y llevar sus aventuras al cine?"

"Pensaba que nunca se haría", afirma Nixon, sarcástica como la Miranda que interpretó seis temporadas. Davis tiene el optimismo de su Charlotte. "Siempre tuve fe. Lo que ocurre es que todo se sacó de madre", comenta. El optimismo era lógico en 2004. Sexo en Nueva York dejó al público pidiendo más de ese colectivo de mujeres "mayores" a los ojos de Hollywood, aunque apenas pasaban de los 30. Un éxito que se multiplicó en DVD y en unas repeticiones televisivas que en Estados Unidos han alcanzado los dos millones de espectadores. Popularidad que, como en la moda, se mide por las numerosas imitaciones (Cashemere Mafia o Lipstick Jungle) que nunca les llegaron a la altura de los Manolos. Excepto en el cine, donde los 125 millones de dólares amasados por El diablo se viste de Prada dejaron claro que la mezcla de Cosmopolitan, orgasmos y tacones de aguja también podía funcionar para otros.

"Pero no es ilegal que una actriz no quiera hacer una película", apunta Parker, protagonista y productora ejecutiva, en defensa de Cattrall. Los rumores siempre la declararon culpable de "secuestrar" la película, por pedir una cantidad obscena de dinero. "Es difícil desmentir rumores, pero quiero dejar claro que 2004 fue el año más difícil de mi vida, con un terrible divorcio y mi padre diagnosticado con demencia", aclara Cattrall con la misma fiereza que su Samantha. "Pero no hay mejor momento que el ahora", resume el guionista y director de la película, Michael Patrick King, encargado de la historia y productor de la serie con anterioridad. "Al final, el rodaje fue un día de campo donde las chicas lo dieron todo, belleza delante de las cámaras y emoción detrás del drama", añade.

El rodaje supuso la vuelta a los estudios Silvercup de Nueva York, donde se hizo la serie. "Gracias a Dios no tiro nada, algo que nos fue muy útil", comenta Parker con ilusión por haber guardado un tutú, parte de la cultura popular, que ahora regresa en el filme. También vuelve el apartamento de Carrie, con los mismos escritorio y ordenador Mac gentileza del Museo Smithsonian, donde fueron a parar acabada la serie. Aunque no todo es nostalgia. Hay mucho por estrenar, como los "81 cambios de vestuario" que menciona Parker risueña. Los 60 millones de dólares de presupuesto de un filme repleto de marcas obligaron a hacer algunas llamadas para conseguir de nuevo ese estilo rompedor que ha hecho mundialmente famoso la estilista Patricia Field. "Claro que hubo colaboraciones para conseguir la financiación, pero también eran necesarias para dar credibilidad", afirma Parker. Fue ella quien luchó, con éxito, por filmar en la Semana de la Moda Mercedes Benz de Nueva York con el patrocinio de la casa de automóviles. Yves-Saint Laurent prestó uno de sus modelos tan sólo seis horas porque tenía que volver a la pasarela. Otro, como el de Vivienne Westwood que Carrie viste en su boda, "era el más de cuento de hadas" que pudieron encontrar. "Como en el resto de las marcas, todo está motivado por la historia", aclara King.

¿Boda? ¿Carrie y Big finalmente…? Todos piden silencio. La boda es un secreto a voces, pero hay más drama en Sexo en Nueva York. La idea fue contar la historia de las cuatro amigas en un año, un guión de 365 páginas que King resumió en dos horas y media. "Sería ridículo partir de donde lo dejamos, con los personajes congelados en el tiempo. Preferí traerlas al día de hoy. Los años también han pasado por ellas". El guionista se acercó así a la edad de sus protagonistas: Parker y Davis, 43; Nixon, 42, y Cattrall, 51. Una edad que también cambia el estilo, porque "en la treintena hay más nerviosismo. A partir de los 40 hay más elegancia y más silencios", explica. Y por supuesto, amor y amistad. "Por eso la historia con Big es la gran historia", añade en un juego de palabras con su principal protagonista masculino, que en la película ya tiene nombre, John James Preston, en honor a Preston Sturges, director preferido de King.

El realizador asegura que antes de escribir el guión se volvió a ver toda la serie para evitar repeticiones, y desmiente los rumores de que en la película hay una muerte. El problema con el secreto fueron los 200 o 300 seguidores que aparecían cada vez que rodaban en exteriores. "Fue una sorpresa. Esperábamos que alguien se acordara, pero ¿tantos?", se ríe Nixon. Una muestra de que la fiebre continúa. Pero hay más: una seguidora japonesa pagó 51.000 dólares por ir al estreno con las chicas. Aunque hay hueco también para los cambios. Se ha añadido un nuevo personaje al cuarteto: una joven secretaria interpretada por Jennifer Hudson, ganadora de un Oscar por Dreamgirls. "Siempre sentimos que el mayor escollo de la serie era la ausencia de una mayor diversidad", resume Parker.

De nuevo, ¿pagará el público por ver lo que disfrutó en casa gratis? La respuesta lleva a esos rumores que hablan de una segunda parte. "Sería un regalo, pero no hemos hablado nada", dice Parker. "Me encanta la idea de cumplir los 60 en cámara y en forma; con tal de que no sea en la consulta de un cirujano plástico", bromea Cattrall. Nixon añade eso de "podría llamarse Sexo en Nueva York: la osteoporosis". "Ni idea", responde King. "Yo soy de los que, en cuestión de sexo, no pienso en otra cosa que en disfrutar el momento".

El símbolo de una ciudad

Sarah Jessica Parker, de 43 años, renuncia a escapar de la alargada sombra de Carrie Bradshaw

Idolatra a Woody Allen y ha hecho lo mismo por la ciudad que ambos adoran: escribir con su trabajo una carta de amor a Nueva York. Una pena que la actriz sea de Ohio. "Pero todos los que cambiamos esta ciudad (artistas, bailarines, actores, músicos o arquitectos) vinimos aquí en busca de un sueño", reconoce el nuevo rostro de la Gran Manzana. Una cara que se ha convertido en el icono de moda de la mujer moderna, aun cuando la revista Maxim la describe como la "menos atractiva" del año, con "facciones a lo Barbra Streisand". Son los únicos que no beben los vientos por ella. El resto se debate entre alabar a la Sarah Jessica Parker madre, a la mujer de negocios (tiene una línea de moda y otra de perfumes, además de su propia productora) o a la seductora, con una lista de amantes tan larga como la de su álter ego (que termina con su marido, Matthew Broderick, con quien lleva 17 años). "Si tengo que escoger, me quedo con la de madre", afirma devota a James Wilkie, de ocho años. Quizá porque es la única parte de ella que Carrie Bradshaw nunca ha probado.

Comer en la cama

Kim Cattrall, de 51 años, fue el principal escollo para la adaptación cinematográfica

"Hace 10 años estaba segura de que mis días de sexo en la pantalla se habían acabado", afirma esta mujer nacida en Liverpool. Se marchó antes de que los Beatles tomaran forma, pero después de que su tía fuera niñera de Ringo. "Entonces no me sentía atractiva. Quién me iba a decir que cumpliría los 50 más sexy que nunca", resume la actriz que da vida a la comehombres Samantha Jones. Antes de la serie participó en filmes como Porky's o Star Trek VI. Después firmó libros como Satisfaction: the art of the female orgasm. Además, ha negociado una nueva serie como productora y protagonista en la cadena HBO. "Una comedia sobre una mujer con crisis de la mediana edad en Nueva York". Se ha casado tres veces, pero su nuevo amor la alimenta como ninguno: el chef Alan Wyse, de 28 años. "Le encanta cocinar para mí. Es su manera de mostrarme su amor".

Una mujer sin etiquetas

La sexualidad de Cynthia Nixon, de 42 años, ha copado titulares de revistas

Treinta y nueve hombres y una mujer amaron a las cuatro protagonistas de Sexo en Nueva York. Por supuesto, la mujer (interpretada por Sonia Braga) fue cosa de Samantha, siempre abierta a probarlo todo. Pero, en la realidad, los titulares de la relación lésbica se los lleva Nixon. "Yo no le pongo ninguna etiqueta a mi relación. No he cambiado. Tan sólo me he enamorado de otra mujer", afirma la actriz neoyorquina, madre de dos hijos fruto de una relación heterosexual anterior. Nixon también es la más diversa en el trabajo. Debutó, de adolescente, con Milos Forman, en Amadeus, o con Robert Altman. Tras la serie pudo escapar del personaje de Miranda e hilvanó estrenos en cine (Lymelife) y en teatro (Distracted).

La chica de la tele

Kristin Davis, de 43 años, consigue con esta película saltar de las series al cine

Davis está acostumbrada a que la paren por la calle y a escuchar los cuchicheos al pasar. "Primero era Brooke, por Melrose Place. Pero sobre todo escucho el seseo que hacen al pronunciar Charlotte", reconoce esta actriz nacida en Colorado y con una carrera tan larga en televisión como corta en el cine. "Tampoco hay tantas oportunidades", admite sobre una trayectoria que no despegó tras su paso por la serie. Davis, que interpreta a la eterna casadera de la ficción, es la única que permanece soltera. Y una última paradoja: la más puritana de las cuatro es la que vio sus fotos como Charlotte diseminadas en Internet en poses sexualmente explícitas.

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