Columna

La década del euro

A principios de mayo de hace 10 años el Consejo Europeo tomó la decisión de crear la moneda única, el euro. En enero de 1999, 11 países lo adoptaron (Austria, Bélgica, Finlandia, Francia, Alemania, Italia, Irlanda, Luxemburgo, España, Portugal y Holanda), cumpliendo más o menos los criterios de convergencia del Tratado de Maastricht. Desde entonces, otros cuatro países se han incorporado a la zona euro (Grecia, Eslovenia, Chipre y Malta) y el próximo 1 de enero lo hará Eslovaquia: alrededor de 330 millones de personas con la misma moneda. Un paso decisivo en la historia de Europa. "El euro es ...

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A principios de mayo de hace 10 años el Consejo Europeo tomó la decisión de crear la moneda única, el euro. En enero de 1999, 11 países lo adoptaron (Austria, Bélgica, Finlandia, Francia, Alemania, Italia, Irlanda, Luxemburgo, España, Portugal y Holanda), cumpliendo más o menos los criterios de convergencia del Tratado de Maastricht. Desde entonces, otros cuatro países se han incorporado a la zona euro (Grecia, Eslovenia, Chipre y Malta) y el próximo 1 de enero lo hará Eslovaquia: alrededor de 330 millones de personas con la misma moneda. Un paso decisivo en la historia de Europa. "El euro es un éxito económico y político incontestable", dijo con razón el comisario para Asuntos Económicos y Monetarios, Joaquín Almunia, al hacer balance ante el Parlamento Europeo.

Mientras el euro devenía en la segunda moneda mundial, la política y el presupuesto se estancaban

Aunque el euro físico no entró en circulación hasta cuatro años después (año 2002), es oportuna la reflexión sobre lo sucedido en Europa en esta última década, en la que lo monetario ha brillado con luz propia en el contexto de un avance deforme: mientras el euro devenía en la segunda moneda mundial, con un 26% de las reservas y un 49% de los bonos mundiales denominados en esa moneda, el presupuesto comunitario se estancaba en unos porcentajes ridículos, y lo político se paralizaba en las disputas relacionadas con el tratado constitucional, que aún depende de su aprobación en algunos países.

El balance de Almunia fue justamente positivo: debido al euro, la eurozona ha ganado en estabilidad macroeconómica y está más protegida frente a los choques externos, mantiene unos tipos de interés bajos, y disfruta de una mayor integración económica, con mayores intercambios entre los países que la componen, con mayores oportunidades de negocio y de empleo (se han creado 16 millones de puestos de trabajo), y con un funcionamiento más eficiente de los mercados. El comisario español también habló de unos precios más moderados que en décadas anteriores pero, aunque las estadísticas le den la razón, ésta es una ventaja que discutirían muchos ciudadanos que identifican el euro con sorprendentes redondeos autorizados y subidas espectaculares de los precios de muchos productos básicos.

Almunia fue optimista pero no acrítico: entre los aspectos que no ha arreglado el euro está un crecimiento económico que se ha situado por debajo de las expectativas; persisten las diferencias entre las economías de la zona euro como consecuencia de las reformas estructurales necesarias, todavía no se ha articulado una presencia exterior sólida y homogénea que permita a la UE pesar a escala mundial de acuerdo con el tamaño e importancia de su economía, y la imagen pública del euro no refleja todos los beneficios objetivos que representa para los ciudadanos.

No son éstas las únicas críticas que merece la moneda única. Otros europeístas que la apoyan indican que en el periodo de su funcionamiento no sólo no ha aumentado la productividad europea, sino que han disminuido sus tasas de incremento; que países que se quedaron fuera, como el Reino Unido o Dinamarca, no han dado señales de querer incorporarse al euro por lo que lo que se calificaba como una demora temporal tiende a convertirse en permanente. Y sobre todo, que lo que parecía una base de intendencia sólida para dar el salto político no ha servido para superar las desconfianzas sobre una mayor integración política. Un columnista de la agencia norteamericana Bloomberg (EE UU ha sido la zona que más ha visto crecer su competencia con la presencia efectiva del euro en los mercados financieros, lo que le escuece), ha escrito algo tan despiadado como injusto sobre la moneda europea, que no se corresponde con lo ocurrido: "El euro se parece cada vez más al Concorde, el avión supersónico anglo-francés que fue símbolo de una mayor cooperación europea. También fue un triunfo de la ingeniería. No obstante, para cuando llegó al mercado, el mundo ya había cambiado. Igualmente el mundo ha avanzado más deprisa que el euro. Funciona, pero no ha resuelto ninguno de los problemas de la eurozona". (La Vanguardia del 18 de mayo).

Un mes después de la adopción del euro, y dentro de la Unión Económica y Monetaria, se constituyó el Banco Central Europeo. Pero ello requiere otro tipo de balance.

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