Análisis:Elecciones en Paraguay

El fin del encierro

Paraguay sale de una larga noche, de ese claustro que describió Augusto Roa Bastos en su novela Yo el supremo: "Paraguay será invencible mientras se mantenga cerrado compactamente sobre el núcleo de su propia fuerza". Con estas palabras, el escritor paraguayo -premio Cervantes en 1989- definió la esencia de la política paraguaya que arranca con la dictadura de José Gaspar Rodríguez de Francia (1811-1840), se mantiene tras las guerras de la Triple Alianza y la del Chaco -Paraguay combatió en dos de los tres grandes conflictos bélicos suramericanos tras la independencia española- y se afi...

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Paraguay sale de una larga noche, de ese claustro que describió Augusto Roa Bastos en su novela Yo el supremo: "Paraguay será invencible mientras se mantenga cerrado compactamente sobre el núcleo de su propia fuerza". Con estas palabras, el escritor paraguayo -premio Cervantes en 1989- definió la esencia de la política paraguaya que arranca con la dictadura de José Gaspar Rodríguez de Francia (1811-1840), se mantiene tras las guerras de la Triple Alianza y la del Chaco -Paraguay combatió en dos de los tres grandes conflictos bélicos suramericanos tras la independencia española- y se afianza durante los 61 años del Partido Colorado en el poder (periodo que incluye los 35 años de dictadura de Alfredo Stroessner, entre 1954 y 1989).

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Los colorados se van y Fernando Lugo tiene ante sí el desafío de poner en pie y en el mapa a un país empobrecido y el cuarto más corrupto del continente americano. La primera inquietud es saber con qué izquierda se identificará el nuevo inquilino del palacio presidencial de Asunción -el Mburuvicha Róga (Casa del Jefe en guaraní)-, si con la moderada de Chile o Brasil, o con la más radical de Venezuela y Bolivia.

En sus entrevistas no lo ha dejado claro, parece que coquetea con ambas, por lo que sus primeros días de gobierno serán clave para ver hacia qué tendencia se decanta. Será seguido muy de cerca por sus vecinos y por Estados Unidos por dos motivos fundamentales: porque Paraguay es un gran productor de energía eléctrica y el país es una reserva acuífera única, y porque su triple frontera con Brasil y Argentina acoge a 25.000 musulmanes (la mayor concentración regional) y es una de las mayores puertas de entrada para el tráfico de armas en Suramérica.

Paraguay es el mayor productor de energía eléctrica per cápita del mundo y está en el puesto 12 entre las potencias hidroeléctricas, según la Agencia Internacional de la Energía de EE UU, gracias a las presas de Itaipú (la más grande del mundo hasta que se complete la de las Tres Gargantas en China) y la de Yacyretá. La primera la gestiona con Brasil y la segunda con Argentina. Con tan sólo seis millones de habitantes, Paraguay prácticamente puede exportar toda la energía que produce a sus vecinos. A pesar de esta riqueza energética, el producto interior bruto (PIB) del país apenas alcanza los 9.000 millones de dólares, el más bajo de América del Sur si no se cuenta a Surinam, según las cifras del Banco Mundial.

Por otra parte, el país está en el centro del Acuífero Guaraní, una reserva de agua dulce bajo cuatro países que supera en tamaño a España, Portugal y Francia juntos y que puede abastecer a unos 720 millones de personas con 300 litros diarios por habitante durante un siglo. Si es verdad que las guerras del futuro serán por el agua y no por el petróleo, salta a la vista que Paraguay es un objetivo estratégico único.

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El tema de la Triple Frontera pone los pelos de punta a Washington. Tras los atentados del 11-S fue una de las zonas más investigadas por su posible relación con el terrorismo islámico. Con anterioridad, las autoridades argentinas habían escudriñado la zona en busca de sospechosos vinculados a los atentados contra la Embajada de Israel en 1992 y una mutua judía en 1994, ambos en Buenos Aires, que causaron más de un centenar de muertos. EE UU logró en 2005 que el Gobierno de Asunción le permitiese usar una base aérea y diese "inmunidad" a los militares estadounidenses que necesitaran operar en la zona.

En toda América del Sur, aparte de Colombia, las tropas de EE UU sólo tienen trato de favor en Ecuador y Paraguay. Una de las primeras decisiones del ecuatoriano Rafael Correa tras ganar las presidenciales en 2006 ha sido la de expulsar a los estadounidenses de la base de Manta en 2009. Ahora es probable que Lugo tampoco los quiera en territorio paraguayo.

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