Crítica:FERIA DE LA MAGDALENA | La Lidia

Entre el tormento y el éxtasis

Llenazo histórico. Ambiente de las grandes citas. La reventa se moría de gusto. Tormento y éxtasis. O ambas cosas a la vez. En los tendidos, abrumadora presencia de cofrades de la causa. Pero no faltaron cuchillos afilados entre los dientes. Más de 9.000 almas pendientes de José Tomás. La primera del año en ruedos españoles. De los actos del espectáculo sólo parecían contar el segundo y el quinto. Los demás, prólogo, entreactos y bajada de telón. José Tomás, vestido de tabaco y oro, lo acaparaba todo. Protagonista principal. Esplá y Tejela parecían como actores de reparto. Casi convidados de p...

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Llenazo histórico. Ambiente de las grandes citas. La reventa se moría de gusto. Tormento y éxtasis. O ambas cosas a la vez. En los tendidos, abrumadora presencia de cofrades de la causa. Pero no faltaron cuchillos afilados entre los dientes. Más de 9.000 almas pendientes de José Tomás. La primera del año en ruedos españoles. De los actos del espectáculo sólo parecían contar el segundo y el quinto. Los demás, prólogo, entreactos y bajada de telón. José Tomás, vestido de tabaco y oro, lo acaparaba todo. Protagonista principal. Esplá y Tejela parecían como actores de reparto. Casi convidados de piedra.

Al romper el paseíllo la plaza explotó en una cerrada ovación. Se sabía para quién era tan grandioso recibimiento. Por eso Esplá, ya en la arena, le hizo gestos a Tomás para que correspondiera. Éste, cortesía obliga, compartió honores con sus compañeros de cartel.

Jandilla / Esplá, Tomás, Tejela

Toros de Jandilla, muy justos de presentación y manejables. Luis Francisco Esplá: saludos y silencio. José Tomás: palmas y dos orejas. Matías Tejela: oreja y palmas.

Plaza de Castellón, 28 de febrero. 5ª de feria. Lleno de "no hay billetes".

La primera puesta en escena de José Tomás, en el segundo de la tarde, se lizó entre el filo de la navaja. Nada más saltar el toro al ruedo el pueblo se levantó en armas: protestas por la poca presencia del astado, que sumó más reacciones en contra en cuanto se descubrió que no era un dechado de fuerzas. Poco picado ese toro y metida la cuestión en la picota, José Tomás cogió muleta y espada. Mal augurio de principio: el toro se fue al suelo en los primeros muletazos. Tomás, ya en los medios, decidido y con la muleta en la izquierda, invitó al respetable a fumar la pipa de la paz. De repente, cambió el decorado cuando en una primera serie José Tomás dejó que los pitones del noble animal de Jandilla sacaran lustre de su taleguilla tabaco y oro. Un cambio de mano, a pies juntos, dejó al toro dispuesto para la mejor serie de naturales. Cerró la faena en terreno de toriles, donde el toro buscó refugio. Manoletinas de rigurosa ceremonia. El feo golletazo que recetó estropeó para los restos la obra. Casi el tormento.

En el quinto llegó el éxtasis. Desde los lances de recibo, a pies juntos, clavado en la arena, más emotivos que limpios. Alegre el toro en varas, se empleó y empujó con cierta clase. Luego llegó un quite por gaoneras que encendió definitivamente la plaza. Explotó el ambiente. Brindis al público y acuerdo total entre las partes. La faena se abrió con siete estatuarios fuera del tercio, la mirada del torero en el infinito y sin mover un músculo. De nuevo la faena fue de izquierda. Con largos y templados naturales. Compuesta y recompuesta. El torero girando sobre sí mismo y desafiando el espacio. Hasta la música, obligada a tocar siempre, fue mandada a callar. Esta vez sí acertó con la espada.

El preludio y los entreactos contaron lo justo. Además de José Tomás, en el ruedo había dos toreros más: un respeto. Esplá echó de oficio. Digna actuación. Tejela, animoso siempre, dejó pasajes de buen concepto en el tercero. En el sexto atacó sincero y se justificó.

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