Las sedaciones del Severo Ochoa

Sanidad reorganizó el hospital para atribuir más muertes al doctor Montes

Tras la salida del médico, se derivaban pacientes terminales fuera de urgencias

La Consejería de Sanidad de Manuel Lamela alteró la mortalidad en el hospital Severo Ochoa para justificar su intervención contra los médicos de urgencias. El objetivo era reducir a las muertes en el servicio tras el cese en marzo de 2005 de su coordinador, Luis Montes, y así alardear de lo beneficiosa que había sido la medida.

En realidad, lo que ocurrió fue que decenas de pacientes que entraban en fase agónica eran trasladados tres plantas más arriba, al servicio de Medicina Interna, para que murieran allí. Así, el fallecimiento no constaba como ocurrido en urgencias y Lamela p...

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La Consejería de Sanidad de Manuel Lamela alteró la mortalidad en el hospital Severo Ochoa para justificar su intervención contra los médicos de urgencias. El objetivo era reducir a las muertes en el servicio tras el cese en marzo de 2005 de su coordinador, Luis Montes, y así alardear de lo beneficiosa que había sido la medida.

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En realidad, lo que ocurrió fue que decenas de pacientes que entraban en fase agónica eran trasladados tres plantas más arriba, al servicio de Medicina Interna, para que murieran allí. Así, el fallecimiento no constaba como ocurrido en urgencias y Lamela podía afirmar cosas como las que dijo en la Asamblea de Madrid el 7 de abril de 2005: "Entre el 11 de marzo y el 5 de abril de este año, sólo han muerto tres personas en urgencias. En el mismo periodo de 2004, los fallecidos fueron 18".

Lo que no contó Lamela era que la mortalidad total del hospital seguía estable, con una ligera pero sostenida tendencia al alza debida al crecimiento y envejecimiento de la población. Morían los mismos, pero lo hacían donde a Lamela le convenía.

Del 2002 hasta el verano de 2004, cuando fue abierto el hospital de Fuenlabrada -que asumió 180.000 de los 380.000 vecinos de la zona que atendía el Severo Ochoa-, las muertes en el hospital mantuvieron una clara tendencia al alza: 770 en 2002, 888 en 2003 y 456 en los seis primeros meses de 2004. En todo este periodo, entre un 30,1% y un 31% de los fallecidos lo hacían en urgencias.

Este porcentaje era mucho más elevado que en otros hospitales, pero si alguien debía dar una explicación por ello eran los Gobiernos central y autonómico, del PP. Fueron ellos los que habilitaron en 2001, ante la falta de camas en el centro, un espacio en urgencias para los enfermos terminales.

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Tras la apertura del hospital de Fuenlabrada, el descenso de la mortalidad en Leganés fue notorio: en la segunda mitad de 2004 murieron en el Severo Ochoa 331 personas, 125 menos que en la primera mitad del año, cifra similar a los 121 que en esos meses fallecieron en el hospital de Fuenlabrada. Pero las muertes, sumando los dos hospitales, siguieron creciendo: 908 fallecidos, 20 más que el año anterior.

En 2005, el año del estallido de la crisis, murieron en los dos hospitales 961 personas, 54 más que en 2004. De ellas, 638 lo hicieron en Leganés y 323 en Fuenlabrada. La tendencia al alta en la zona se mantuvo, pero las muertes en el Severo Ochoa cambiaron radicalmente: el porcentaje de fallecidos en urgencias se redujo al 17,8% (114 de 638), pero sólo a costa de aumentar los que fallecían en planta y en el hospital de Fuenlabrada.

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