LAS BURBUJAS DEL GLOBO

Subir a la red

Lo único que está claro en esta campaña es que los candidatos, como un solo hombre, subirán a la Red para dirimir allí sus duelos electorales. Una vez demostrado hasta el aburrimiento que los unos y los otros son muy capaces de llenar hasta la bandera los polideportivos de las autonomías con sus mítines y autobuses militantes y que al final del agotador acto político, con las camisas de algodón sudadas, no se consigue un solo voto nuevo porque de lo único de lo que se trata allí, en esos redundantes fervorines de fans ideológicos, como en los macroconciertos, sólo es halagar el oído de un audi...

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Lo único que está claro en esta campaña es que los candidatos, como un solo hombre, subirán a la Red para dirimir allí sus duelos electorales. Una vez demostrado hasta el aburrimiento que los unos y los otros son muy capaces de llenar hasta la bandera los polideportivos de las autonomías con sus mítines y autobuses militantes y que al final del agotador acto político, con las camisas de algodón sudadas, no se consigue un solo voto nuevo porque de lo único de lo que se trata allí, en esos redundantes fervorines de fans ideológicos, como en los macroconciertos, sólo es halagar el oído de un auditorio militante y de engrasar el convencimiento de los ya convencidos, únicamente queda para romper el empate virtual el llamado espacio virtual, que hasta el momento estaba inédito en nuestras costumbres electorales.

Desde el momento histórico en que los asesores mediáticos de Rajoy decidieron no cometer esta vez el error garrafal de las últimas elecciones (huir de la bronca en directo televisivo con Zapatero), y sobre todo después del share conseguido por su intervención agarrado al bolígrafo famoso en Tengo una pregunta para usted, premio Ondas, esta vez no sólo obligaron al candidato a subir a la red herciana para el tradicional debate en un plató, una de las esencias de las democracias occidentales, a pesar de sus célebres problemas de sudación, sino también a subir a la Red propiamente dicha, es decir, a YouTube, los blogs o videoblogs, Second Life, Wikipedia, los chats, la web 2.0 y a ese infinito mundo virtual del on-line, donde se le puede maquillar (por Photoshop) esa permanente expresión estresada de recién salido de un accidente, como alguien dijo.

Todos sabemos en la era del ADSL lo que implica y significa la metáfora deportiva "subir a la Red", y supongo que los asesores de Rajoy lo habrán reflexionado. Esta vez ya no sólo se trata de enfrentarse a Zapatero en un directo televisivo, de esos que si se tiene un poquitín de cuidado y sus coach están al loro, resulta que desde el famoso enfrentamiento Nixon/Kennedy del año de la nana sólo conducen a tablas, como en el juego blanquinegro de las damas. Y supongo también que Rajoy, como buen registrador, habrá aprendido por escarmiento la lección mediática y que el formato televisivo elegido por sus comunicólogos de guardia garantizará el empate técnico, entre otras cosas porque la nueva bioquímica, sección laboratorios farmacéuticos, ha progresado mucho desde el truco del bolígrafo antiestrés y ya existen en el mercado multitud de ansiolíticos contra los problemas de sudoración por trastornos de ansiedad, estrés o ataques de pánico, aunque todavía no existan en los platós control antidopaje.

Ahora bien, si, como parece y todo el mundo repite, las próximas elecciones se decidirán en las subidas a la Red del ciberespacio y por décimas virtuales; si ya no suman en positivo los mítines de militancia analógica ni tampoco resolverá nada el duelo herciano entre Rajoy y Zapatero, y si encima ya es imposible que puedan influir un pijo en nuestro voto ninguno de esos pelmazos tertulianos y opinadores que hacen campaña electoral ininterrumpida desde hace cuatro años en los medios impresos o audiovisuales porque toda esa bronca continua en nuestras viejas galaxias de McLuhan está empantanada en un desacuerdo perfecto, en un fifty-fifty redondo, la única pregunta posible de esta campaña es: ¿está nuestro centro-derecha más preparado para subir a la red del ciberespacio que nuestro centro-izquierda?

Y aquí hay dos grandes teorías. La que sostiene que los jóvenes cachorros de la derecha, como demostraron estos últimos años, saben utilizar mejor que sus contrincantes las infinitas posibilidades de propaganda política e insulto ad hóminem en sus masivas subidas a la Red, hasta el punto de que han globalizado el término "ciberfachas", fueron los actores principales del permanente estado de bronca y hasta son capaces de contaminar con sus post cualquier blog que se les ponga por delante, incluso los de la derecha moderada, pero, eso sí, a condición de que nunca se trate de los malditos videoblogs, porque los ciberfachas están seria y genéticamente reñidos con la moderna cultura de la imagen en todas sus manifestaciones, que consideran un viejo truco de la progresía audiovisual. Y la teoría que sostiene todo lo contrario: que si las elecciones se deciden en las subidas (y bajadas) de la Red, la "ciberprogresía" ganará la batalla virtual sencillamente porque es capaz de producir y enviar vídeos a YouTube, trabajar el arte audiovisual de los clips y contestar a los broncos insultos ideológicos de esos pendencieros blogs "sólo texto", carentes de imágenes y oraciones subordinadas, produciendo y reproduciendo divertidas piezas audiovisuales.

Así están las cosas de la nueva propaganda política en la Red y en este país. Para simplificar, la España joven pero muy vieja que sólo utiliza los blogs como extensión y amplificación de las retóricas literarias políticas de la galaxia Gutenberg y se niegan, o no saben, utilizar las enormes posibilidades narrativas de esas nuevas imágenes que colonizan el ciberespacio, ensimismados como están en sus textos puros y broncos, y la otra España joven eminentemente audiovisual que no sólo sabe producir y subir con desparpajo cortometrajes a la Red, sino que nos ha colocado como líderes mundiales de las descargas por Internet. Y no basta que ahora, por mero oportunismo, el estresado Rajoy nos salga con que está en contra del canon digital.

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