Entrevista:Ariane Arpa | ENTREVISTA

"Mi lema es el compromiso"

Su despacho, en un edificio señorial en el Eixample barcelonés, se encuentra sobre una de esas tiendas de comercio justo, del casi medio centenar abiertas en España, que son ya bandera de la ONG Intermón-Oxfam y del éxito de una idea que va a más: "El objetivo ahora es que en la compra diaria haya una alternativa siempre de comercio justo, y vender en grandes supermercados", dirá Ariane Arpa luego. Dentro de su oficina, todo es funcional: estanterías, libros, carpetas sobre su mesa de trabajo, pegada a otra redonda para reuniones o debates de los que esta mujer, que estudió ciencias políticas ...

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Su despacho, en un edificio señorial en el Eixample barcelonés, se encuentra sobre una de esas tiendas de comercio justo, del casi medio centenar abiertas en España, que son ya bandera de la ONG Intermón-Oxfam y del éxito de una idea que va a más: "El objetivo ahora es que en la compra diaria haya una alternativa siempre de comercio justo, y vender en grandes supermercados", dirá Ariane Arpa luego. Dentro de su oficina, todo es funcional: estanterías, libros, carpetas sobre su mesa de trabajo, pegada a otra redonda para reuniones o debates de los que esta mujer, que estudió ciencias políticas y ha sido durante tres lustros consultora y gestora en la empresa privada, seguramente siempre sale airosa porque su discurso suena a muy meditado, cien por cien asumido, convincente. "En desarrollo, los cambios son lentos, nada espectaculares; tarea de hormiguitas", insiste. Todo es espartano en la sede de esta ONG, que cuenta con 270.000 socios en España (millones en el mundo; Intermón y Oxfam se unieron hace una década en una confederación de 13 ONG: "Pronto tendremos también Oxfam en India, en México… con voluntad de ser una red global"), de la que esta valenciana de 42 años es directora general desde hace más de dos. Vestida de arriba abajo en tonos tierra, que le dan mayor protagonismo a su larga y lisa cabellera rubia, habla de cómo el trabajo de las ONG se debe hacer desde el respeto, el compromiso y la responsabilidad: "Para mí hay tres niveles. Uno, obvio, el legal. Y dos clarísimos: con las personas que te dan los fondos y la legitimidad para existir, y con las que trabajamos en los países del Sur, porque ellas no nos han llamado muchas veces…". Por eso considera fundamental contar siempre con organizaciones locales: "La relación es muy diferente si llegas tú a un país con buena voluntad, pero con tu mentalidad de occidental, a cuando trabajas con gente de allí". Y destaca cómo, aun en el caso de regímenes dictatoriales extremos, siempre hay alguien que lucha por progresar, por precarios que sean sus medios -"un grupito de mujeres, una pequeña cooperativa de campesinos… ".

Conseguir encontrar un modelo de desarrollo para los países pobres que sea justo, válido, tan eficaz como el nuestro y sostenible es para ella objetivo prioritario en los tiempos que corren. Y confiesa Arpa que sí, que tiene días de decaimiento en su tarea, claro: "Cuando tengo la sensación de que lo que hacemos es una gota de agua en un océano. Pero intento recordar ejemplos positivos de cómo una gota mantenida largo tiempo con otras…, pues al final cambia cosas". ¿Y cuál ha sido la gota última útil? "La votación en el Congreso de la Ley de Armas. Llevábamos años con ello. España es exportadora". De cuerpo rotundo, ojos que no pierden de vista al otro y rostro como de adolescente eterna, al pedirle fotos de esa época o de su juventud dice que no, que ni una. "Es como un agujero negro lo de mi imagen… Me dio la típica rebelión adolescente idiota de que las fotos no captaban la realidad de la persona. Las pocas con mis padres, pues no sé dónde andan… De universidad tampoco, ni de carné. No las conservo. No soy nada de conservar. Una cosa caducada la tiro, y punto". Así de ejecutiva parece.

Los escándalos de los niños de Chad o de Etiopía por parte de ONG…, ¿en qué punto de credibilidad coloca al sector? Hay desconfianza. Pero éste es como cualquier otro: hay quien trabaja de forma seria y honesta, y quien no. Existimos por la confianza de la gente, así que un cuestionamiento así se vive como una crisis profunda. Pero puede ser positivo. Nos obliga a mayor esfuerzo en transparencia, en saber explicar a la gente qué hacemos con su dinero y qué conseguimos con él.

¿Quién controla al director de una ONG? Hay controles legales de la Administración. En nuestro caso, como fundación, a mí me controla el patronato, y a todos, el Protectorado de Fundaciones de la Generalitat, lo que supone trámites como presentar cuentas auditadas… Luego los hay independientes, voluntarios, como la Fundación Lealtad u otras, que nos valoran según unos parámetros.

¿Y a las ONG locales en paí­ses donde la corrupción campa a sus anchas? Hay muchos. Todo proyecto con algo de financiación pública es evaluado por el organismo subvencionador.

¿Encontró la despensa limpia cuando llegó a la dirección general? La encontré aceptablemente limpia, pero mejorable.

Creo que hubo 900 candidatos al cargo… ¿Por qué la eligieron a usted? No lo sé. Es una pregunta para nuestro patronato. Pero sí, dijeron que por lo que implicaba de renovación… prudente. Llevaba tiempo en la casa, me conocían. Como en todas las ONG, cada equis años toca mirada nueva. Mi experiencia correspondía con algo que Intermón necesitaba. Especialistas en cooperación había y hay mucho mejores que yo, pero con visión del management, de gestión…, era lo que más falta hacía. Todo encajó.

¿Una ONG debe ser tan rigurosa como una empresa en…? O más. Porque nuestra responsabilidad es mayor. Gestionamos un dinero que no es nuestro para mejorar la vida de unas personas que difícilmente nos pueden exigir cuentas. Entonces, ahí la obligación moral es enorme.

¿Es más entretenido trabajar en esto que en seguros, donde estuvo antes? Infinitamente más entretenido esto. Trabajas con personas, por un ideal. Llena más.

Intermón-Oxfam se ocupa de proyectos de desarrollo, de acción humanitaria, de comercio justo… ¿Trabajar con tanto objetivo junto es más eficaz? Muchísimo más. Los proyectos de desarrollo aislados -digamos, la concepción más tradicional del desarrollo, más asistencial- pueden tener un efecto positivo sobre los síntomas de la pobreza, pero nunca dejarán de ser un parche que no supone una solución a largo plazo ni un cambio en las causas estructurales. Nosotros hemos abandonado desde hace ya años ese modelo de trabajo. Compaginamos el proyecto de desarrollo con una acción que permita cambios. Y esto incluye campañas de sensibilización, presión política y comercio justo como modo de sensibilizar y de ofrecer una alternativa de ingresos.

¿Cree que las ONG son territorio femenino? Sí. De hecho, en nuestra plantilla somos un 75%. Otra cosa son los puestos de alta dirección. No soy excepción, pero sí parte de una minoría. Lo es por dos motivos. Uno, cultural, el tópico de que las mujeres nos preocupamos más de los demás. Otro, económico. Las ONG pagamos mal, y es más fácil que una mujer acepte sueldo bajo, bien porque prioriza su vida de otro modo, bien porque tiene pareja con mejor nivel de ingresos…

En su caso, ¿tiene pareja, está casada, tiene hijos…? En mi caso soy mi única fuente de ingresos. No tengo hijos, ¡y a estas alturas dudo ya que vaya a tenerlos! Mi ritmo de vida es incompatible con ellos…

Siguiendo con mujeres. Ellas son el principal actor de desarrollo… Uf, la mujer es fundamental. Sin querer caer en tópicos, todo lo que una mujer consigue progresar lo reinvierte en mejorar la vida de su familia. Sucede, por ejemplo, con los microcréditos. Una mujer invertirá el cien por cien en un proyecto productivo… En cuanto ven que su situación mejora, mandan a sus hijos a la escuela, los alimentan mejor, vigilan su salud. El hombre, en el mejor de los casos, lo hace también, pero reservándose una parte para su propio ocio. En el mejor de los casos, porque en el peor dedica el cien por cien a su propio disfrute. Para trabajar de manera eficaz y conseguir cambios rápidos es mejor hacerlo con mujeres. Pero, ojo, también con hombres. No se trata de romper estructuras sociales o la armonía familiar, porque lo que conseguiríamos sería contraproducente. Pero sí priorizar que las mujeres sean motor, y trabajar con los hombres el cambio que supone que ellas tengan control sobre ingresos, voz y voto en cómo se usa el presupuesto familiar…

¿Y cómo se trabaja eso en países islámicos, por ejemplo? Bueno, la sociedad patriarcal no es patrimonio de ellos. Como todos los cambios culturales, es un trabajo de años de sensibilización, de trabajar la conciencia de los derechos, de dar alternativas de vida. Es la parte más difícil de explicar de los proyectos, no se ve en fotos; la que más cuesta que se entienda aquí y que las instituciones financien.

En el último informe de Intermón hablan de que la pobreza en el mundo ha remitido, pero ha crecido la desigualdad; que una de las zonas que van a peor es el África subsahariana. Pero de allí de donde salen pateras hacia acá, ustedes sólo tienen proyectos en Mauritania… Bueno, tenemos proyectos en Burkina, Chad, Mozambique, Angola… Y no podríamos cubrir todo lugar donde hay necesidades ni aunque nuestro presupuesto fuera enorme. Trabajamos en algunos paí­ses por varios factores: presencia ya histórica -en Chad, por ejemplo, llevamos 40 años-, donde pensamos que podemos aportar algo y los que importan a la sociedad española. Es cierto que no estamos en todos los de gran salida migratoria hacia España, pero porque para nosotros ése no es un criterio. Es más bien una tendencia peligrosa.

Ustedes critican que el Gobierno está ligando las ayudas al desarrollo al control de la inmigración. Es decir, ¿si controlas las pateras te doy dinero? Sí, el control de las fronteras se está subcontratando. Se está pidiendo a Marruecos, por ejemplo, que ejerza de vigilante de las fronteras de Europa cuando es un país que no tiene el mismo respeto de los derechos humanos, y especialmente del derecho de asilo, que Europa. Con lo cual tenemos una política migratoria ineficiente, inmoral. Ligar ayuda a control migratorio viola de manera flagrante derechos humanos.

Pero el presupuesto de ayuda al desarrollo en España se ha duplicado, somos el octavo mayor donante… Sí, y eso es una buenísima noticia. Ahora falta mejorar la calidad de los instrumentos. Aún hay demasiada ayuda a través, por ejemplo, de los créditos FAD…, que son un instrumento comercial muy legítimo, pero que en ningún momento se deberían considerar ayuda oficial al desarrollo. Porque la situación aberrante a la que se llega es que existen países de los más pobres con saldo deudor a favor de España por este mecanismo… Otro tema necesario es más coherencia en las políticas gubernamentales: no quitar con una mano lo que se da con la otra. ¿Que cómo se hace eso? A través de acuerdos comerciales. Por ejemplo, se están negociando ahora los de partenariado con países ACP [África, Caribe, Pacifíco]. España es de los países con posturas más duras. Si prosperaran, por ejemplo, las negociaciones con Kenia en el sentido que desea España, se hundirá el sector lechero keniano, y miles de familias irán al paro. ¿De qué sirve la ayuda al desarrollo si les hundes sectores económicos? ¿De qué sirve si favoreces el comercio de armas que alimenta conflictos y pobreza…? Si viniera el genio de la lámpara y me diera un deseo a elegir escogería la coherencia de políticas. Que no se hable de ayuda oficial al desarrollo, sino de políticas integrales contra la pobreza que incluyan comercio, políticas migratorias, armas, patentes, corrupción…

Cuesta mucho que problemas lejanos como el de los lecheros de Kenia puedan impresionar a quien está en su sofá viendo el telediario. Pero lo intentamos. Una parte de nuestro trabajo es la sensibilización. Dar a conocer situaciones. Que la gente sepa que decisiones tomadas aquí pueden cambiar la vida de personas a miles de kilómetros en países del Sur.

¿Por qué dice países del Sur, si también son del Este? [Se ríe]. Es jerga oenegera. Dejó de ser políticamente correcto llamarlos "países en vías de desarrollo", luego Tercer Mundo. Ahora es la expresión más acertada, parece…

Cómo se ve desde una ONG ya veterana el 'boom' de empresas privadas que se apuntan a la solidaridad… Vemos favorablemente cómo cada día hay más conscientes de su responsabilidad social. No sólo con sus clientes o accionistas, sino con sus trabajadores, con la sociedad. ¿Preocupación? Pues también. Porque se le dé una interpretación más de marketing que de compromiso real. No vale hacer en otro país lo que nunca harías en el tuyo: en modos de trabajo, violación de la legalidad, de derechos…

¿Cómo se puede controlar esto? Los Gobiernos, claramente. Y la ciudadanía. Ésta tiene un poder enorme…, del cual no somos conscientes… Como tampoco del valor de Internet para difundir información… Un ejemplo: nuestro director de país en Sudán está en un lugar perdido, y desde allí mantiene un blog que leemos aquí. Es un reto para las ONG el ser capaces de usar mejor los nuevos canales.

De repente, los ricos muy ricos se han vuelto solidarios. ¿Sirve? Todo sirve. Y hablamos de sumas de dinero importantes. Lo positivo es el valor de ejemplo que pueda tener para otros que no son Bill Gates. Me preocupa el enfoque; que las donaciones parezca que puedan arreglar el mundo y se hagan con lógica empresarial poco realista, de "pongo mucho dinero y voy a conseguir resultados ya…". Eso es una falacia. El desarrollo requiere tiempos largos.

¿No sucede eso también con el apadrinamiento? El apadrinamiento juega con las emociones y de manera un poco ambigua. La mayoría de ONG de apadrinamiento ya puntualizan que el dinero no va a ese niño concreto, sino a la comunidad, afortunadamente… Pero provoca una vinculación emocional… Nosotros creemos más en una racional: entender que si hay que cambiar cosas no es porque nos dé pena un niño, sino porque existen estructuras injustas que perjudican a millones de personas, y a la larga a todos.

Ustedes son una confederación… ¿Para ser más efectivos en el mundo no sería ideal también que las ONG trabajaran todas a una? Avanzamos en ese camino. El proyectito en el terreno es fácil hacerlo solo, pero si quieres atajar causas y estructuras es fundamental aliarse. Por eso, por ejemplo, la campaña sobre armas la hacemos con Amnistía, Greenpeace, la Plataforma de Armas; por eso, en los campos en Chad trabajamos con Unicef.

¿Con organizaciones religiosas también? Sí, si comparten valores de justicia, solidaridad, dignidad, son independientes, apolíticas, con ideario abierto.

Dos asuntos vitales, el sida y la amenaza del cambio climático, ¿van a ir a peor? Sí. Y no son amenaza. Son una realidad. En muchos países del África subsahariana hay ya tasas entre el 20% y el 30% de seropositivos entre una población adulta joven que son la fuerza de trabajo de un país. Es un problema de desarrollo. Un ejemplo: tenemos un programa de educación en Mozambique. Formamos a maestros. Pero muchos no llegan a serlo, se mueren antes de sida. Y el cambio climático es ya real para países tropicales de por sí pobres. Supone reducción de superficie agrícola, mayor dificultad para conseguir agua… La cuestión es ya cómo ayudar a estas personas a sobreponerse a sus efectos. Y otro problema es qué modelo de desarrollo les ofrecemos. Si un día Malí, por ejemplo, puede desarrollarse, ¿cómo lo hará? No hay modelo.

Otro factor: se invierte en formación de la gente en países necesitados, la preparación mejora y luego Europa decide fichar a los mejor cualificados… Sí, esto es un escándalo. Cuando se hizo público lo de la tarjeta azul a inmigrantes cualificados, me indigné… Porque lo que podría ser un gran potencial de desarrollo es la emigración de mano de obra no cualificada, y en cambio es un peligro tremendo que los pocos profesionales que precisamente podrían ayudar al avance de sus países, los traemos aquí por una mala planificación de nuestros sistemas de enseñanza. ¿Por qué, si calculamos que en España necesitamos médicos para 2015, no los estamos formando ya hoy?

¿Cree que estamos mejor con el PSOE que con el PP…? Depende de en qué.

¿… en ayuda al desarrollo? Me limitaré al dato del incremento de ayuda oficial al desarrollo. En cifras, el Gobierno del PSOE ha hecho buen trabajo.

¿Qué pasa si lo que ustedes se han marcado como objetivos hasta 2017 no se cumple? Pues seguiremos. Espero que hayamos resuelto unas cuantas cosas…

¿Cuáles? Queriendo se podrían resolver todas. Y eso es lo más triste. Que la pobreza no es tanto un problema de recursos como de prioridades políticas. Si se decidiera priorizar de manera coherente la erradicación de la pobreza, pues a lo mejor en 2017 no, pero en pocos años más se conseguirían avances muy significativos… Ya se ha avanzado en salud infantil, en educación… Me gustaría que se avanzara en cambio climático, que se encontrara ese modelo viable del que hablábamos.

¿Y esa gorra del Che que tiene usted sobre la lámpara? Me la trajeron de Cuba, le tengo mucho cariño. Me hace recordar que, por mucho que seamos una organización enorme, que somos como un elefante de la cooperación, no hay que perder de vista la parte activista.

¿Qué rinconcito supercapitalista tiene Ariane Arpa? Lo tengo, y potente. Me compraría CD sin parar. Me encantan los zapatos. Pienso que debería ser más austera…, pero una cosa es ser responsable y otra amargarse la vida. Uno ha de saber mantener las pequeñas cosas que le hacen disfrutar… Y si están dentro de un plan de vida que incluye ser solidario económicamente, o con horas de voluntariado, o comprando comercio justo, o movilizándote por conseguir cambiar cosas, o exigiendo a las empresas que tengan una actitud socialmente responsable…, pues seguiremos comprando.

¿Y hay algo de la cultura de las ONG que usted eliminaría? Más que eliminar, me gustaría que en ellas hubiera mayor apertura a la diversidad… De la misma manera que muchos nos ven como cuatro iluminados, aún nos pasa demasiado que nos vemos a nosotros mismos como los únicos garantes de la moral en este mundo. Y no es así. Valdría la pena ser más abiertos, a los demás, a la diversidad de opiniones, de manera de ser, de actuar.

Ariane Arpa.

Una cuestión de justicia

De París… Valenciana, de 42 años, Ariane Arpa (en la foto, en 1970) pasó su infancia de hija única en Madrid, Barcelona y París, donde hoy residen sus padres y donde estudió ciencias políticas y hasta árabe: "Mis padres vivieron toda su vida en Marruecos. Y supongo que lo que vi en casa me despertó el interés…". Lo lee, dice, pero no lo usa.

… a Barcelona. Su motor a la hora de trabajar en una ONG no fue la pobreza o la solidaridad, sino cuestión de justicia: "Siempre soporté mal la injusticia". Y el detonante: fue voluntaria en Cruz Roja con inmigrantes en Barcelona: "Me di cuenta de que nuestra sociedad tiene un discurso tan autocomplaciente; no sólo lo tenemos todo, sino que somos referente social, moral, económico, y permitimos situaciones de exclusión, de precariedad tremenda a pocos metros de nuestra casa.Yo quería hacer algo más".

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