La cumbre de Annapolis

La oposición israelí arremete contra el Gobierno de Olmert

Comienza el patíbulo político para el primer ministro israelí, Ehud Olmert. Quienes se oponen al proceso abierto el martes en Annapolis para crear un Estado palestino no están dispuestos a dar un día de tregua. El líder del Likud, Benjamin Netanyahu, se sumó ayer al aluvión de incrédulos con una petición dirigida a los partidos de extrema derecha aliados en la coalición de Gobierno -Yisrael Beiteinu, que aglutina el decisivo voto ruso, y el ultraortodoxo Shas- para que abandonen inmediatamente el Ejecutivo. El objetivo de Netanyahu parece claro: abanderar el rechazo a las negociaciones y recab...

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Comienza el patíbulo político para el primer ministro israelí, Ehud Olmert. Quienes se oponen al proceso abierto el martes en Annapolis para crear un Estado palestino no están dispuestos a dar un día de tregua. El líder del Likud, Benjamin Netanyahu, se sumó ayer al aluvión de incrédulos con una petición dirigida a los partidos de extrema derecha aliados en la coalición de Gobierno -Yisrael Beiteinu, que aglutina el decisivo voto ruso, y el ultraortodoxo Shas- para que abandonen inmediatamente el Ejecutivo. El objetivo de Netanyahu parece claro: abanderar el rechazo a las negociaciones y recabar las simpatías de una población cada día más escorada a la derecha y abrumadoramente escéptica.

El Likud pide a la extrema derecha que abandone la coalición
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Algunos analistas políticos opinan que la conferencia celebrada en la ciudad estadounidense no es más que una estratagema de Olmert, agobiado por escándalos de corrupción y por el inminente informe sobre su desempeño durante la guerra contra la milicia libanesa Hezbolá, para mantenerse en el cargo. Otros consideran que lo que pretendía y logró la Casa Blanca es agrupar a los temerosos países árabes, especialmente Arabia Saudí, ante el reto del programa nuclear iraní y las amenazas de los movimientos islamistas Hezbolá y Hamás para sus planes en Oriente Próximo.

El ex primer ministro Netanyahu, sin embargo, tiene la meta de encabezar de nuevo el Ejecutivo -las encuestas le sitúan en cabeza- y nada mejor que apelar a una opinión muy extendida entre los israelíes: sin garantías de seguridad no se debe hablar sobre Jerusalén, ni de asentamientos, ni de refugiados palestinos. Aunque el actual jefe de Gobierno sólo se comprometió a abordar esos asuntos, el líder del Likud señaló que "Olmert prometió grandes concesiones sin recibir nada a cambio aun antes de comenzar a negociar. Así no se consigue la paz".

"Yo pienso", añadió, "que la función de la paz es fortalecer la seguridad, y no limitarla". Su correligionario y ex titular de Exteriores, Silvan Shalom, apostilló: "Alcanzar un acuerdo en un año es un triste chiste".

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Los escollos se multiplican porque no son sólo los partidos de la extrema derecha quienes estiman ilusorios los planteamientos de Annapolis. Avi Dichter, ministro de Seguridad Interior, miembro de la formación de Olmert, apuntaba que "el calendario para la negociación no es realista".

"A finales de 2008 tendremos una idea de la actuación de los palestinos en materia de seguridad", afirmó.

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