Columna

Alzheimer nuestro

Estos días se amontonan efemérides: el recuerdo de Suárez, la victoria de González, pactos de la Moncloa, regreso de Tarradellas...Todo ello nos afecta, ¿pero no tenemos la ciudadanía gallega una memoria propia también?

Es curioso como hemos borrado aquellos años en que se fundó nuestra democracia. Merece una reflexión profunda porque es una anormalidad que caracteriza nuestra vida pública. ¿Es que Galicia estaba despoblada, no estábamos aquí muchos? ¿Qué pasó entonces? ¿Cayó nuestra autonomía del cielo, un aerolito político en medio del Obradoiro? ¿Entró, como el Apóstol, milagrosament...

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Estos días se amontonan efemérides: el recuerdo de Suárez, la victoria de González, pactos de la Moncloa, regreso de Tarradellas...Todo ello nos afecta, ¿pero no tenemos la ciudadanía gallega una memoria propia también?

Es curioso como hemos borrado aquellos años en que se fundó nuestra democracia. Merece una reflexión profunda porque es una anormalidad que caracteriza nuestra vida pública. ¿Es que Galicia estaba despoblada, no estábamos aquí muchos? ¿Qué pasó entonces? ¿Cayó nuestra autonomía del cielo, un aerolito político en medio del Obradoiro? ¿Entró, como el Apóstol, milagrosamente en barca de piedra por la ría hasta Padrón? No se sabe, nadie lo explica, nadie lo recuerda... Esta patria, esta autonomía, el autogobierno recobrado históricamente no tiene padres fundadores. Hoy nadie parece saber quién fundó nuestro presente.

Hemos borrado aquellos años en que se fundó nuestra democracia y nuestra autonomía

Como uno no ve historiadores que lo historien, periodistas que lo investiguen, como cree que las generaciones deben transmitir memoria y el intelectual recordar lo que la sociedad olvida, rescata de su memoria personal algunos fragmentos. Uno recuerda nuestro fracaso para conseguir una ruptura e imponer una constitución federal. Recuerda los debates en los borradores de la Constitución donde se le reconoció a Galicia su status de nacionalidad histórica. Tras la aprobación de la Constitución en referéndum, uno se recuerda en el octubre del año 77 (¡efeméride!) en el convento de Placeres aprobando las bases del Partido Obreiro Galego (POG), una organización de izquierda que defendió la autonomía política como un camino de autogobierno, lo que hoy comparte mucha gente pero entonces fue herejía y estigma.

Recuerdo las enormes manifestaciones por la autonomía, las mayores en la historia de Galicia. Aquellas multitudes fundaron nuestra autonomía, pero eso fue olvidado y hoy nadie reclama lo que fue pura dignidad colectiva. Recuerdo al gobierno de la preautonomía, declarando el 25 de julio Día Nacional de Galicia, e impulsando la comisión del Estatuto dos 16, verdaderamente nacido y gestado por nuestras fuerzas políticas, luego arrumbado. Recuerdo nuevamente las movilizaciones masivas cuando se pretendió reducir la autonomía a descentralización administrativa.

Y uno recuerda las luchas del antifranquismo antes, pero no olvida los nombres de aquellas personas que, tras la aprobación de la Constitución, jugaron un papel en todo ese proceso de lucha por una autonomía política que hubo que conquistar. Recuerdo, entre otros, nombres que hoy nadie parece recordar, a José Luis Meilán Gil, que de ser procurador en las Cortes franquistas pasó a defender el reconocimiento nacional de Galicia en la Constitución. Recuerdo ese nombre que hoy sigue siendo incómodo, Camilo Nogueira, defendiendo, desde la izquierda nacionalista, la utilidad de la autonomía para Galicia y participando y animando las manifestaciones y el Estatuto dos 16. Recuerdo a Antonio Rosón que, dejando atrás un pasado totalmente franquista, abrió las puertas a una Galicia política. Recuerdo a Anxo, Geluco, Guerreiro manteniendo la posición histórica del PCG que reclamaba autonomía. Recuerdo a Ceferino Díaz, armando y desarmando, conspirando entre aquí y las Cortes para que se aprobase un Estatuto con los menos recortes posibles. Camilo, Geluco y Ceferino llegaron a ser un verdadero trío de mosqueteros del Estatuto. ¿Nadie recuerda esto? No lo puedo creer.

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Uno cree que el olvido se debe a algún fenómeno triste, el fracaso de la política gallega, a las rupturas, inconsistencias, oportunismo... nuestra debilidad. Los dirigentes históricos del Bloque se enfrentan a tener que recordar que estuvieron al margen y en contra de esa lucha por la autonomía que hoy tenemos y los dirigentes actuales no tenían edad para conocer; los del PSdeG no estaban entonces en ese partido, sin contar con que se transformó en el curso de los años 80 y 90 en una organización contraria a la autonomía. Y el PP tendría que rescatar la incómoda memoria de que AP, de donde vienen, era la que más se oponían a que Galicia tuviese autonomía y reconocimiento nacional.

A los que hoy protagonizan la política no les interesa ese pasado incómodo. Pero la sociedad lo necesita. Así que aquí queda el recuerdo de que nuestra autonomía es nuestra, la ganamos en la República y, nuevamente, en la Transición.

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