Reformas políticas en la región andina

"No hay modelos socialistas, sino principios"

El presidente ecuatoriano rechaza las actuales instituciones de integración regional

"Creo que Suramérica, en general, se encamina hacia un socialismo del siglo XXI. Pero éste es muy distinto del socialismo clásico por una razón: no hay un modelo único. No hay un manual; cada país debe tomar sus decisiones según su realidad. El socialismo del nuevo siglo es de principios más que de modelos", dijo ayer Correa.

El presidente Correa, que ya ha anunciado que no firmará un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos, no parece muy a favor de recuperar los bloques económicos suramericanos, Mercosur y la Comunidad Andina, tal como fueron concebidos hace más de dos décadas, si...

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"Creo que Suramérica, en general, se encamina hacia un socialismo del siglo XXI. Pero éste es muy distinto del socialismo clásico por una razón: no hay un modelo único. No hay un manual; cada país debe tomar sus decisiones según su realidad. El socialismo del nuevo siglo es de principios más que de modelos", dijo ayer Correa.

El presidente Correa, que ya ha anunciado que no firmará un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos, no parece muy a favor de recuperar los bloques económicos suramericanos, Mercosur y la Comunidad Andina, tal como fueron concebidos hace más de dos décadas, sino de potenciar la Unión Suramericana de Naciones (Unasur), proyecto que nació en abril con el apadrinamiento del presidente venezolano, Hugo Chávez, en la cumbre de la isla de Margarita.

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Unasur pretende dar un impulso a la integración energética y financiera (Banco del Sur) con el fin de crear un bloque que pueda competir y protegerse en el mundo globalizado. Correa cree que esta integración debe tener un carácter más humano y solidario. "Quiero una integración de ciudadanos, no de consumidores", dijo ayer.

Al margen de Colombia, que tiene un Gobierno conservador y aliado de Washington, dos modelos dominan la escena suramericana: una socialdemocracia moderada (Brasil, Chile, Perú y Uruguay) y una izquierda más radical (Venezuela y Bolivia). En el medio está la Argentina de Néstor Kirchner, que algunas veces se escora hacia el lado de los extremistas y otras predica la moderación. Correa no da tantos bandazos, y a medida que gana popularidad es más difícil encasillarlo en alguno de los dos modelos.

Siendo Correa candidato a la presidencia ecuatoriana en 2006 esgrimió un discurso radical de izquierda nacionalista que inmediatamente recordó a Chávez, pero ayer, un año después y ya afianzado en el poder, habló de pragmatismo y de favorecer las inversiones extranjeras. Los que conocen a Correa creen que gracias a su juventud, su vitalidad y formación académica, sumado a que Ecuador no es una amenaza para ningún gigante del continente, puede convertirse en la figura que logre limar las diferencias entre el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva y Hugo Chávez, o de éste con Alan García y facilitar los acuerdos de integración.

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Para los críticos de Correa, Ecuador ha entrado en el eje Caracas-La Paz y actuará bajo sus preceptos. El discurso del presidente y muchas de sus medidas e ideas tienen una gran semejanza con las de Chávez. Recuerdan que para lograr la consulta popular que aprobó la elección de la Constituyente, Correa dio un golpe de mano en el Congreso, destituyendo de forma irregular a 57 diputados y reemplazándolos por otros afines que cumplieron los deseos del Gobierno. Ahora que ha obtenido su Asamblea, va a disolver ese Congreso que algún día le fue útil y al que últimamente ha calificado de "corrupto e ineficaz". Estos modos son los que recuerdan al estilo chavista, a pesar de los intentos de Correa de desvincularse de éste.

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