Reportaje:

Hogarth, un gigante en Liliput

La primera retrospectiva en España del gran artista inglés llega a Caixaforum en Barcelona

En 1735 se fundó en Londres un curioso club gastronómico con el humorístico nombre de sociedad sublime de los filetes. Entre sus fundadores figuraba William Hogarth (Londres, 1697-1764), entonces ya un reputado grabador y pintor satírico que incluso hizo gala de esta defensa de la buena carne inglesa en algunos de sus cuadros, entre ellos En la puerta de Calais (Oh, el rosbif de la vieja Inglaterra), de 1748, realizado tras un accidentado viaje a Francia, el país de las sopas, las salsas y las modas que, a su juicio, echaban a perder a sus compatriotas.

Puede contemplarse casi al...

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En 1735 se fundó en Londres un curioso club gastronómico con el humorístico nombre de sociedad sublime de los filetes. Entre sus fundadores figuraba William Hogarth (Londres, 1697-1764), entonces ya un reputado grabador y pintor satírico que incluso hizo gala de esta defensa de la buena carne inglesa en algunos de sus cuadros, entre ellos En la puerta de Calais (Oh, el rosbif de la vieja Inglaterra), de 1748, realizado tras un accidentado viaje a Francia, el país de las sopas, las salsas y las modas que, a su juicio, echaban a perder a sus compatriotas.

Puede contemplarse casi al final del recorrido de la exposición dedicada al artista que abre hoy sus puertas en Barcelona en lo que es la primera retrospectiva dedicada a Hogarth en España, con 137 obras entre pinturas y grabados. Estaba previsto que esta muestra, organizada por la Tate Britain en colaboración con el Museo del Louvre y la Obra Social de La Caixa, finalizara su recorrido en el nuevo centro que la entidad financiera construye en Madrid. Retrasos en las obras de este espacio, que no podrá abrir sus puertas hasta finales de este año como muy pronto, obligaron a trasladarla a Caixaforum en Barcelona.

La exposición, abierta hasta el 26 de agosto, es de las que hacen historia, incluso teniendo en cuenta que no han viajado a París y Barcelona series de óleos tan conocidas como Elecciones o La evolución del vividor, aunque sí están los grabados. Sus comisarios, Mark Hallet y Christine Riding, la han organizado por bloques temáticos para mostrar y reivindicar la variedad de registros del artista que, efectivamente, se revela no sólo como el fiel cronista de la sociedad londinense de su época por la que ya era famoso, sino también como un notable pintor de historia y, sobre todo, de retratos.

Pintor narrativo y moralista, cada uno de los cuadros o grabados de Hogarth cuenta una historia y son muchos los casos en los que trabaja en series casi a modo de folletón, en lo que Christine Riding considera un claro precedente de las novelas por entregas que popularizaron un siglo después autores como Charles Dickens, quien heredó también sus lúcidas críticas a los vicios de sus compatriotas.

La avaricia, la lujuria, la codicia, la gula o la vanidad son algunos de los que aparecen en los cuadros más conocidos de Hogarth. Caricaturizó la decadencia moral en las clases más marginales -caso del espeluznante grabado El callejón de la ginebra o de la serie La evolución de la ramera- y también la de las clases más pudientes, como en la serie Matrimonio a la moda, una crítica a las bodas de conveniencia que poco tiene que ver con su historia personal, ya que, tras una romántica fuga, vivió felizmente casado con la hija de uno de sus maestros, el pintor James Thornill. Pero no todo fueron extremos, ya que Hogarth también reflejó a la sociedad biempensante, a veces de manera formal y otras, como en Una conversación moderna a medianoche, mostrando de forma cómica sus excesos.

Se ensañó de forma especialmente sangrante con la aristocracia. Explica Mark Hallet que, seguramente, nunca superó que ésta tratara con desprecio a su padre, un maestro soñador y, al parecer, un tanto iluso (abrió una taberna en la que animaba a los parroquianos a hablar en latín) que acabó en la cárcel por deudas, lo que proporcionó a Hogarth una infancia difícil en la que conoció de cerca la marginalidad de la calle. Se superó aprendiendo el oficio de grabador y, posteriormente, el de pintor, pero pese a publicar libros de teoría y fundar una escuela influyente, le costó hacerse un lugar entre la élite cultural. Ésta relegaba a los pintores británicos a ser, en el mejor de los casos, simples retratistas, y su estrechez de miras e hipocresía fue denunciada también por escritores como Jonathan Swift, que en los viajes de su Gulliver fue aún más cruento que Hogarth, artista cuya figura, en cierta manera, se agiganta con el paso de los años convirtiendo a los otros artistas de su época en habitantes de Liliput.El pintor realizó críticas satíricas de los vicios de la sociedad londinense de su época

Reproducción de la obra Una conversación moderna a medianoche, expuesta en el CaixaForum de Barcelona.TEJEDERAS
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